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México D.F. Miércoles 24 de diciembre de 2003

Jorge Carrillo Olea

La organización revolucionaria de Irak

La invasión de noticias procedentes de Irak distribuidas por los grandes consorcios televisivos, que a su vez reciben el material más valioso de fuentes oficiales estadunidenses, da cuenta exacta de lo que les interesa informar para ocultar, con esa tormenta informativa, lo que no desean que el mundo advierta.

El aspecto de Barrabás con que nos presentan a Saddam Hussein será desde hoy el recurso iconográfico para encarnar el mal ante una dúctil audiencia televisiva. Esa imagen significa todo lo malo que es deseable proyectar para satisfacer a enormes porcentajes del teleauditorio estadunidense haciéndole no cuestionar nada sobre cuántas cosas que suceden quedaron sin decirse. Las explicaciones verbales de muy altos funcionarios, desde el presidente hasta militares de menor rango, sirven para dar mayor explicitud al icono. Así, la gente no pregunta nada, que resulta lo más deseable para el mando político y militar en Washington.

Han pasado ocho meses de esta rebelión posterior al conflicto armado de principios de año. No se recibió con música a la fuerza invasora que era su propia predicción. Se le recibió con toda la rebeldía con que fue posible por una sociedad traumatizada por la guerra más intensamente violenta que haya conocido la humanidad.

Dicha rebeldía, seguramente con base en un diseño previo, está estructurándose paulatinamente hasta lograr crear en los invasores y en sus metrópolis políticas todo un estado de pánico por enfrentarse a algo que no había querido considerarse, que se ha preferido mantener velado: la capacidad de respuesta de un pueblo contra de un conquistador, actitud que la historia registra reiteradamente en situaciones semejantes.

La captura de Hussein significa mucho en términos de imagen para Estados Unidos. Proyecta un triunfo del bien sobre el mal y abre una nueva era, pero sobre todo revierte los efectos de la situación iraquí sobre la relección de George W. Bush. Para sus intereses, hoy con una visión inmediata, es lo que más cuenta. Pero en el momento del triunfalismo, simultáneamente se han apresurado a asegurar que la violencia no ha terminado. šClaro, para asignar una reserva a sus fines hay aún varios frentes terroristas que redimir y rescatar para la democracia! šEstá casi todo el eje del mal!

A pesar del triunfo actual, en Irak la situación no es feliz. Los soldados siguen muriendo, no hay evidencia ninguna de que Hussein contara realmente con el control del movimiento rebelde, no la hay de que tuviera una estructura de control ni los sistemas requeridos. De ser esto cierto, Ƒquién y cómo está al cargo de la dirección rebelde?

La no respuesta a esta pregunta es un interés constante para la política estadunidense, en parte porque no le conviene reconocer la existencia de un movimiento revolucionario estructurado que se oponga a sus afanes neocolonialistas, pero en parte también por que no tiene los elementos de inteligencia necesarios para armar el rompecabezas.

Le es importante también mantener velado que el espíritu revolucionario no se supedita más a Hussein, sino que tiene una raíz propia, nacionalista y religiosa, lo que remite al ex líder en el pasado y abre un futuro incierto.

Por conocimiento teórico o de experiencias semejantes, se sabe que un movimiento revolucionario razonablemente consolidado tiene operante una estructura dónde se identifican: un consejo nacional, órgano máximo de concertación y toma de decisiones, que pudiera estar integrado de manera plural por las diferentes fuerzas que tienen intereses por encima de los tribales, sectarios, nacionales, religiosos o partidistas. Un líder nacional, que puede o no presidir el consejo pero que es el brazo ejecutivo de más alto nivel nacional. Tiene a su cargo la obtención de inteligencia, la planeación, la ejecución y control de las operaciones militares. Células operativas regionales o urbanas, que son las organizaciones militares que llevan a cabo todas las actividades ofensivas insurgentes. Células funcionales, que tienen a su cargo las vitales tareas de: relaciones con el exterior, reclutamiento, adiestramiento, abastecimiento y financiamiento.

Este esquema de organización es teórico, por tanto, flexible, pero identificable en cualquiera de los movimientos insurgentes que hayamos visto por lo menos durante los pasados 50 años. Con cualquier semejanza o diferencia, la insurgencia iraquí los incorpora ya, o muy pronto lo hará.

Pero sustantivamente, después de la pifia del primero de mayo, después de ocho meses de traspiés, después de la beneficiosa captura de Hussein, Ƒcómo manejar de la manera más rentable en términos electorales, la existencia, el peso y valor militar y político de un nuevo y desconocido enemigo?

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