México D.F. Domingo 14 de diciembre de 2003
Se realizó este fin de semana el segundo Festival del Globo Cielo de Colores en León, Guanajuato
Volar en globo muestra la fragilidad de la vida ante una ráfaga de viento
38 aeróstatos de ocho países se elevaron a más de 500 metros de altura sobre la presa El Palote
ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO
Leon, Gto., 13 de diciembre. Volar en globo aerostático relaja, anima a la reflexión sobre la fragilidad de la vida ante una ráfaga de viento, a sentir el clima que pega en el rostro a más de 500 metros de altura, en el amanecer, "y nadie debería perderse esta experiencia, que es mejor si se da en la niñez, aunque es mejor tarde que nunca", expresaron los pilotos de los 38 artefactos, de ocho países, que comenzaron este sábado sus proezas encima de las aguas del parque Metropolitano, y más allá, mucho más allá.
Un día antes, la inauguración del segundo Festival del Globo Cielo de Colores estuvo a cargo del gobernador de este estado, Juan Carlos Romero Hicks, quien en medio de miles de mosquitos expresó que la vida, y no sólo volar, es algo mágico. "Nos remite a los viajes en globo que imaginó Julio Verne."
Son las 18:30 horas del viernes y cientos de personas observan cómo se van inflando los globos, estirados a lo largo del pasto del parque. Se forman pequeñas bolsas a causa de la acumulación del helio. Se escuchan los jalones del gas. Los niños corren asustados. Se van formando medias lunas, cual rebanadas de sandías o melones, o naranjas o duraznos.
El paisaje entra en la penumbra de la noche y los flamazos marcan la silueta de los objetos que se convierten en mitades de planetas, en paisajes estelares, del cosmos. Una emoción invade la mente del público. Algunos recuerdan su niñez, cuando sus papás les compraban un globo impulsado por helio.
Pero esto es otra cosa. La mañana del sábado se van levantando hasta 25 metros de altura. Hacen sentir chiquitos a todos los presentes. "Es majestuoso", dicen varios. Son más de 20 los globos que inflaron su panza. Destacan los traídos por sus dueños de Arizona, Texas, Colorado y otras ciudades de Estados Unidos, donde abundan los seguidores de este hobby, al que se regatea la categoría de deporte.
Aquí son sólo 38 los que volarán, pero en Alburquerque, en Estados Unidos, en octubre se efectúa el mayor acontecimiento: se elevan a la vez unos 750 globos, la mayoría de 50 metros de altura o más. No obstante, aquí, en León, los ojos de los lugareños y los invitados especiales ven con fascinación que desea compartirse esos objetos.
Principio físico simple
En México ha habido intentos de impulsar estas exhibiciones, pero el gusto ha durado poco porque es muy caro tener un globo. Dicen los participantes que un globo como los presentados en León cuesta unos 35 mil dólares y requiere de 500 horas para su elaboración. "Este se llama Mi mamá", comentó un güero, gordo y de mejillas sonrosadas.
El sueño de volar en globo comenzó hace 220 años, informó el director general del festival, José Luis Quezada. Los responsables de este adelanto fueron los hermanos franceses Joseph y Ettienne Montgolfier, quienes en 1783 realizaron el primer vuelo en un globo aerostático fabricado con papel engrasado (alcanzó una altura de mil 800 metros). Las creaciones se basan desde entonces en un principio físico simple: el aire caliente que es menos denso que el aire frío.
Los globos han sufrido pocas variantes. Sólo se necesita una canasta resistente y ligera (generalmente se fabrican de ratán con armazón de aluminio). El envolvente es un material especial que no se quema y resiste temperaturas de 120 grados centígrados. Desde sus inicios han servido para paseos turísticos, publicidad, investigaciones meteorológicas y para que novelistas como Verne imaginen aventuras de dar la vuelta al mundo en 80 días.
No son naves dirigibles; el piloto controla la altura en coordinación con las corrientes de aire, que provocan el desplazamiento.
Beso al agua
Suben 38 globos la mañana del sábado en el parque Metropolitano, reserva ecológica de 337 hectáreas al norte de la ciudad. Se vuela sobre el agua de la presa El Palote, donde regularmente se practican deportes acuáticos.
En cada uno han subido algunos invitados. Caben en la canasta tres o cuatro y, los menos, cinco o seis. Los privilegiados y, la mayoría, primerizos, tienen que cooperar con la tripulación. Deben desplegar el globo y darle jalones para que el gas entre sin problema. No se vale hacerse pato. La emoción aumenta entre los cientos de observadores.
Va el primero de los globos, el cual da el tradicional "beso" al agua; es decir, rozar y levantar de nuevo el vuelo. En la canasta todos son niños. Otro sube, y otro, y allá va otro, hasta ser más de 20. El cielo se llena de colores. En tierra, los asistentes agitan las manos en un saludo de amistad. Se rebasan los límites del lago y se aprecian las casas de las nuevas colonias, con sus estructuras en ciernes. El progreso familiar a ritmo de cadenas de varillas y tabicones. Los perros ladran, corren como locos. Un par de gatos brinca entre los techos..
Los globos han desmañanado a los viejos, que ven los artefactos con sus ojos rodeados de arrugas. Los borregos, caballos, cabras, corren en sus corrales. Las calles sin pavimento. Por allá una casa con piscina y jardín. Tendederos. Son las ocho de la mañana y apenas se distinguen los adornos navideños. Un basurero se divisa pequeño. Christopher, el piloto del globo de Bélgica, pregunta si los invitados están emocionados.
Todos responden que sí. Los nervios quedan atrás tan pronto se eleva el globo. Comienza una paz interior, una sensación de estar flotando, como si se tuvieran alas. A las risas de nervios sigue el silencio.
No hay ruido. Hay quien se siente como Cornelio Reyna en Me caí de la nube (en que andaba), como a 20 mil metros de altura...
Vuelan gaviotas debajo del globo. Christopher dirige su nave hacia el zoológico. Abajo se asustan las cebras, los toros, pero los elefantes ni se inmutan. Quezada, el director del festival, dice recordar a Verne y señala que volar en globo es mágico. "Esto fue posible gracias a un equipo permanente de 30 personas y 400 voluntarios.
"Este evento es único en el país. No se puede ver en ningún otro lado. Un globo es mágico y nos hace sentirnos pequeños ante su inmensidad", agregó.
Un piloto experimentado la riega y paga con que su globo quede varado en un cerro, lejos. Otros vuelos son cortos, de unos 20 minutos. Pero Christopher regalará a los invitados una hora y media. Corren los niños en tierra tras la ruta del globo. Volar... volar, en globos que pesan unos 300 kilogramos con los tanques de gas vacíos.
Quien quiera volar en estos globos debe pagar regularmente 150 dólares por persona. El año que entra será posible viajar de este modo cerca de Teotihuacán. Volar en globo es dejarse llevar por el viento.
Este segundo festival fue posible gracias a la organización de Fomento Turismo Municipal, Coordinadora de Turismo del Estado de Guanajuato, León-Oficina de Convenciones y Visitantes y Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles de León, apoyados por diversos sectores de la iniciativa privada. Concluye mañana domingo.
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