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México D.F. Domingo 14 de diciembre de 2003

Rinden testimonio de torturas y secuestros, durante un acto en instalaciones senatoriales

Castigo a represores y alto a homicidios en Ciudad Juárez, exigen ex guerrilleras

ANDREA BECERRIL

Durante el Encuentro Nacional de Mujeres Ex Guerrilleras que ayer se llevó a cabo en las instalaciones de la fracción senatorial perredista en la Torre del Caballito se escucharon los testimonios de todas aquellas que en décadas pasadas participaron en la lucha armada, voces que relataron días y años de tortura, de familiares secuestrados, asesinados, de una lucha que no ha terminado y que ahora se expresa en la exigencia al gobierno federal de presentar a sus compañeras desaparecidas, castigar a los responsables de los crímenes de la llamada guerra sucia de los años 70, y demandaron también poner alto al feminicidio en Ciudad Juárez.

El grupo de mujeres participantes en el Movimiento Armado Socialista, donde confluyen ex integrantes de varias organizaciones que optaron a fines de los 60 y principios de los 70 por la vía de las armas en pos de una sociedad más justa, intercambiaron experiencias, reflexionaron sobre sus vidas y el significado de sus luchas y rindieron homenaje a las compañeras caídas en combate o muertas a manos del aparato represor del Estado.

Minerva Armendáriz, actualmente maestra normalista y escritora, habló de la historia trágica de su vida, de la muerte de su hermano Carlos, acribillado cuando cubría la retirada de sus compañeros del Frente Popular Guerrillero Arturo Gámiz, durante el asalto al Cuartel Madera, en Chihuahua.

Ella era aún muy niña, tenía 11 años y nunca pudo olvidar al hermano que le contaba cuentos, que soñaba con una vida distinta para todos y que una vez subió al monte y ya no regresó. Habló luego de su secuestro a manos de cuerpos policiacos, cuando apenas tenía 16 años y participaba en el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR). De los golpes, vejaciones y torturas que recibió, junto con el hijo que llevaba dentro y que nació marcado por esa violencia y años después se suicidó.

Aunque las cicatrices de todo ello, de su participación en el movimiento de 1968, no se han borrado, y navegó mucho en las aguas de la depresión, del sonambulismo, Minerva escuchó el consejo que le diera el sicólogo del Tribunal para Menores donde estuvo recluida: "šRescata a esa mujer indignada que hay en ti! šNo te rindas!"

Relatos testimoniales

No se rindió y ha escrito varios libros, "para que no se olvide cómo han sido torturados y escarnecidos los luchadores sociales". Ayer precisamente presentó su obra más reciente, Morir de sed junto a la fuente, en la que rinde homenaje a su hermano, retrata lo que fue la guerrilla en Chihuahua y deja claro, como se señala en el prólogo, que "a tres décadas de distancia, aún no se ha rescatado la historia ni se han cerrado las heridas", pues "cientos de muertos y desaparecidos siguen siendo una vergüenza para la patria, un genocidio aún no castigado".

Hubo testimonios también de desaparecidas del Partido de los Pobres. Intervinieron Guillermina Cabañas, Teresa Franco, Alejandra Cárdenas, del Grupo de Diego Lucero. Hubo una semblanza de Hortensia García Zavala, desaparecida hace 25 años, a quien su hermana Reyna buscó todo ese tiempo. Fue hace poco, al abrirse los archivos oficiales de la guerra sucia de los 70, cuando encontró una foto de ella y su esposo, muertos, con huellas de torturas. "Se me acabó la esperanza de volver a verlos vivos, pero no la decisión de pelear por que se castigue a sus asesinos."

Se hizo también una semblanza de Austreberta Hilda Escobedo, detenida y desaparecida hace décadas. Se rindió homenaje a Olivia Ledezma, Margarita Andrade y Carmen Vargas, de la desaparecida Liga 23 de Septiembre, y a otras mujeres reprimidas -muchas veces junto con su compañero- durante el movimiento estudiantil de 1968, el halconazo del 10 de junio de 1971, en las normales rurales, en sus comunidades, en la lucha social de los años 60 y 70.

Mujeres que de muchas maneras rompieron con el papel que la sociedad les tenía asignado y dejaron padres, familia y en muchas ocasiones los hijos, la perspectiva de una vida cómoda o de un marido que las sostuviera, para integrarse a actividades donde sabían que podrían perder la vida.

Uno de los resolutivos de ese encuentro fue exigir un alto a los asesinatos de cientos de jovencitas en la fronteriza ciudad chihuahueña de Juárez. "Que las autoridades cumplan con su deber de prevenir esos delitos, para que ya no haya más muertas."

Exigieron también que se busque y se aprese a Miguel Nazar Haro y Luis de la Barreda Moreno, ahora prófugos, y se enjuicie a los responsables de la criminal práctica de detención-desaparición de más de 600 luchadores sociales, de los que no hay ni una tumba ni restos.

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