Olga Harmony/ I

24 Muestra Nacional de Teatro

Esta Muestra, con sede en Morelia, tuvo algunas variantes respecto a las anteriores. A lo elegido por la Dirección artística -conformada por Luz Emilia Aguilar Zinser, Alberto Lomnitz y Rodolfo Briceño- se añadió una paralela Muestra Institucional (en adelante, MI) en la que las instituciones del país, que cuentan con compañías, enviaron las escenificaciones que consideraron relevantes. Hubo, como siempre, presentaciones de libros y revistas y, como otra diferencia, se recuperaron las mesas de análisis y se conformaron mesas redondas con los temas de interés para el gremio. Asimismo se vieron espectáculos en la off-Muestra, se convocó a teatristas para dar espectáculos tipo cabaret en un lugar al que se bautizó como ''desveladero" y se dieron diversas actividades en el 4Ɔ Encuentro Nacional de mujeres de teatro. De estas tres últimas presentaciones no escribiré por no haberlas visto dado lo apretado de la agenda. Tampoco me referiré a las escenificaciones que llegaron de la capital, porque ya escribí acerca de ellas, por lo que me limitaré a enumerarlas: Esperando a Godot, Más encima el cielo (que vi en el DF a pesar de ser un montaje sonorense), Amacalone, Autoconfesión, La Eva futura, Malas palabras, Los justos, Ñaque, de piojos y actores (MI, UNAM, reposición de hace varios años) y Desazón (MI, INBA).

La Muestra se abrió con un homenaje a Sergio Magaña, con la pequeña exposición elaborada por el CITRU y el montaje de Santísima con actores locales y en donde el director Germán Castillo -quien la estrenó hace muchos años- le devuelve el brillo y la actualidad a esta adaptación de la novela de Federico Gamboa, utilizando la música que para el estreno escribiera el propio Magaña y logrando que los actores bailen, canten y actúen con gracia y desparpajo. También Camino rojo a Sabaiba, una de las obras fundamentales de Oscar Liera, dirigida por Rodolfo Arriaga del sina-loense TATUAS fundado por Liera y del que el propio Arriaga fue actor y discípulo, resultó una muy buena escenificación. Divino pastor Góngora de Jaime Chabaud tuvo una dirección por parte de Javier Serrano, de Jalisco, mucho más acertada que la capitalina, ya que presenta la mazmorra y respeta la esencia del exitoso unipersonal, pero el actor Héctor Caro tuvo problemas de dicción y de enunciación de la voz por lo que se le escuchó poco y mal. Una muy grata sorpresa fue conocer la obra que Roberto Solo, de San Luis Potosí, escribió, dirigió y actuó, Los poderosos mitos que trata de la doble moral de un autoritario y casi fundamentalista padre de familia y en la que cabe destacar al actor Alejandro Sánchez, sin desdoro para el buen desempeño de los otros integrantes del elenco. En cambio, La balada del refrigerador, escrita y dirigida por el tamaulipeco Arturo Honorio, con un grupo de muy jóvenes actores y que intenta presentar un futuro apocalíptico a base de expresión corporal -con movimientos repetitivos y no del todo logrados- muestra todos los defectos de quienes no tienen los instrumentos necesarios para hacer teatro y aun así pretenden constituir un laboratorio: sería de desear que los integrantes de este grupo y sobre todo su director, adquirieran mayores conocimientos acerca del quehacer teatral.

La Compañía de Teatro del estado de Puebla (MI) al frente de la cual está José Solé presentó Las troyanas de Eurípides, en las que se pudo advertir el trazo escénico y el manejo de volúmenes en los coros -y la escenografía e iluminación- de Solé a pesar de las debilidades actorales de la compañía, cuyo avance esperamos en manos de su director y maestro. La Compañía titular de teatro de la Universidad Veracruzana, que se muestra orgullosa de cumplir 50 años de existencia (con una exposición y un cd elaborado por Candilejas, la institución creada y sostenida por Francisco Beverido), mostró una vez más las deficiencias de esta compañía, cuyos integrantes cobran puntuales salarios y cuya directora dice desconocer las políticas de la universidad y de la propia agrupación; esta vez, con un montaje de Abraham Oceransky basado remotamente en El que dijo sí, el que dijo no de Brecht, rebasaron todos los límites porque a su ineficacia teatral sumaron el tratamiento en farsa -que arrancó no pocas risas del público- de las muchachitas asesinadas en Ciudad Juárez, lo que hizo que muchos nos saliéramos indignados, por el montaje y por la estulticia de algunos espectadores, a media representación.