México D.F. Jueves 4 de diciembre de 2003
El domingo se renueva la Duma en medio de irregularidades
promovidas por el Kremlin
Putin, con todo por el poder absoluto
Sobreoferta partidista, desigualdad mediática,
compra de votos e intimidación, entre los artilugios
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 3 de diciembre. Los rusos tienen cita con
las urnas el próximo domingo, para renovar la composición
de la Duma o cámara baja del Parlamento federal, en unas elecciones
legislativas dominadas por el fenómeno mediático del presidente
Vladimir Putin.
La popularidad del mandatario, impulsada por los medios
hasta niveles de irreflexiva aprobación, asegura el triunfo de la
coalición oficialista Rusia Unida (RU), pero para el Kremlin es
mucho más lo que está en juego en esa votación.
La
elite gobernante de Rusia, sobre todo su componente mejor ubicado en la
lucha intestina que se da en el entorno presidencial, el llamado clan de
San Petersburgo, y el aparato de seguridad del Estado, acarician planes
muy ambiciosos para consolidarse en la cúspide de la pirámide
del poder.
Con visión de largo plazo, Putin y la gente que
lo rodea ya no se conforman con una Duma supeditada al Ejecutivo, siempre
dispuesta a aprobar de modo mecánico sus iniciativas de ley, que
permita gobernar sin contrapesos. Para ellos sería casi un fracaso
que se repitiera la correlación de fuerzas de la Duma saliente,
aunque muchos diputados votaban como les indicaba la Oficina de la Presidencia
y, en los momentos importantes, siempre se consiguió superar la
mayoría absoluta de 226 votos, en ocasiones hasta con nueve votos
por encima de los necesarios.
Ahora el Kremlin aspira a controlar un número de
diputados suficiente para modificar la Constitución, sin tener que
violentar los ordenamientos legales.
Porque manejar en la nueva Duma una mayoría calificada
es considerada la vía más factible -y menos problemática,
a la hora de aducir un pretexto formal- en caso de que se decida, poco
antes de concluir su segundo periodo, extender la presidencia de Putin
más allá de 2008, año en que tendría que dejar
el Kremlin de acuerdo con la actual Carta Magna.
Para ello hace falta que RU por sí misma, con los
pactos que establezca con otras bancadas o con la cooptación de
diputados "independientes" que ganen en los 225 distritos uninominales
de mayoría relativa, cuente con dos terceras partes de los votos
de la Duma.
Sin embargo, aun con el uso y abuso de Putin como icono
electoral y la apabullante manipulación de los medios electrónicos
en favor de RU, no es fácil armar una fracción parlamentaria
con al menos 300 de los 450 diputados de la Cámara.
Muchas ofertas, pocas opciones
El Kremlin promovió el registro de partidos que
no tienen otro propósito que confundir al electorado tradicional
del PC, como la coalición Patria, el Partido de los Jubilados, el
Partido de la Justicia Social o el Partido de la Paz y la Unidad.
Igual finalidad persigue la presencia en las boletas de
partidos como La Gran Rusia o los Patriotas Verdaderos de Rusia. Para captar
el voto de quienes creen que Rusia debe ser sólo para los rusos
-55 por ciento en una reciente encuesta, 10 por ciento más en tiempos
de Putin- está el discurso ultranacionalista de Vladimir Zhirinovsky.
Junto con el partido liberal Yabloko y la Unión
de Fuerzas de Derecha, con cierta presencia en la sociedad, reclaman el
voto grupos que desaparecerán después de la jornada comicial,
como el Partido de la Vida, sin faltar un Partido de los Automovilistas
y otro para creyentes ortodoxos, Por una Rusia Sagrada.
En total, compiten 23 agrupaciones políticas, pero
muy pocas lograrán superar el 5 por ciento de los votos que da derecho
a participar en el reparto de los 225 escaños por el principio de
representación proporcional.
Pueden, en cambio, aportar a la bancada de Rusia Unida
diputados que ganen en distritos de mayoría relativa, sobre todo
en los lugares gobernados por caciques.
Condiciones desiguales
El Kremlin emplea todos los recursos a su alcance para
que RU sea el partido más votado, al tiempo que tampoco repara en
métodos para quitar sufragios potenciales a la principal fuerza
de oposición, el Partido Comunista (PC), que a pesar de la campaña
en su contra parece tener seguro el segundo lugar.
En ese tipo de acciones se inscribe la persecución
penal del hombre más rico de Rusia, Mijail Jodorkovsky, cuyo encarcelamiento
es aplaudido por los estratos más empobrecidos de esta sociedad.
A la vez, elevado a categoría de verdad absoluta, se difunde el
rumor de que el magnate Boris Berezovsky, otra figura odiosa para la mayoría
de los rusos, está financiando al PC.
Expertos locales, tras monitorear la televisión
durante la semana pasada, encontraron que los noticiarios de la televisión
del Estado incluyeron casi 50 reportajes sobre la campaña de RU,
todos en tono positivo, frente a unos 40 dedicados al PC, pero exclusivamente
negativos o basados en francas mentiras. Formalmente, los líderes
de la carrera electoral aparecieron en pantalla casi el mismo tiempo, pero
el contenido de ambas coberturas favoreció a uno solo.
En su lista de partido, Rusia Unida postula a 38 ministros
federales y gobernadores, de los cuales ninguno, salvo el titular del Interior,
Boris Gryzlov, a quien se menciona como presidente de la próxima
Duma, va a dedicarse a la actividad legislativa. Están ahí
para utilizar toda la influencia que poseen en sus feudos particulares
para que la votación produzca los resultados que se quieren en Moscú
y luego -en lo que de por sí es un fraude respecto de la gente que
votará por ellos- dejar sus escaños a ilustres desconocidos
que se integrarán a la maquinaria del voto mecánico, indicado
desde el Kremlin.
Otros métodos empleados con profusión para
despejar el camino a RU son la intimidación de electores en zonas
rurales, la compra de votos con toda suerte de promesas, como pagar
los salarios caídos, y la cancelación injustificada del registro
a candidatos de oposición.
No es extraño que los sondeos de intención
del voto anticipen el triunfo de RU. Lo que no es tan claro es si esa victoria
permitirá tener, sin necesidad de ajustar los resultados de la votación,
la mayoría calificada que anhela el Kremlin.
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