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México D.F. Jueves 4 de diciembre de 2003

Orlando Delgado Selley

Los cambios para el segundo tiempo

Pese a los esfuerzos oficiales por convencernos, el balance del primer tiempo del gobierno del cambio es malo para el grueso de la población. Sin duda, la estabilidad de precios y de bajas tasas de interés es importante, pero lo realmente central es que haya empleos bien remunerados, lo cual exige crecimiento. Poco importan los números de Sojo y de Abascal, ya que miles de vacantes pagadas con salarios cercanos al mínimo, que requieren niveles de escolaridad media, no son aceptados por los buscadores de empleo. La precaria recuperación del salario real -apenas 1.1 por ciento anual- no ha impactado la capacidad de compra de los trabajadores. De modo que con estancamiento, menos empleos en el sector formal de los que existían a su llegada y remuneraciones que no alcanzan para lo indispensable, este gobierno ha fallado en lo fundamental.

Eso lo sabemos. También sabemos que un gobierno priísta no hubiera hecho mejor las cosas. El proyecto económico es exactamente el mismo. Su propuesta hubiera sido llevar a cabo las mismas reformas estructurales que hemos estado discutiendo en estos tres años. Igual seguirían esperando a que la locomotora estadunidense arrancara para crecer. Del mismo modo se asombrarían al ver que con un crecimiento récord, como el observado en el tercer trimestre de este año, el repunte yanqui no provocaba el impacto esperado. Probablemente el discurso oficial sería menos primitivo, pero en resultados estaríamos en el mismo sitio: sin reforma fiscal, sin reforma eléctrica y sin reforma laboral.

Queda por delante el segundo tiempo. Sin modificaciones al planteo fundamental del gobierno, que responde a las demandas de los grandes empresarios bancarios y comerciales, las corredurías financieras y los organismos financieros internacionales, la economía no mejorará. El grueso de la población seguirá viendo cómo se deteriora su nivel de vida y el país maravilloso llegará a 2006 con posibilidades muy reducidas de recuperación del potencial de crecimiento, ya que buena parte del tejido económico estará destruido. Eso lo entienden bien los empresarios agrupados en Canacintra, deslindados claramente de las posturas patronales en favor de las reformas neoliberales. Lo entienden también algunos grandes empresarios con sólida visión de país.

Los cambios fundamentales requeridos para evitar el colapso económico tendrían que basarse en una táctica y una estrategia claras. En lo inmediato están planteados tres asuntos centrales: el presupuesto, que incluye el tema de la propuesta fiscal y que ha evidenciado las penurias de las corrientes priístas dominantes; la cuestión eléctrica, que ha provocado agrupamientos insensatos; la elección del gobernador del Banco de México, que ha vuelto a colocar en el centro al viejo y correoso Fobaproa. Lo primero será resuelto por una mayoría parlamentaria, con una parte o el total de la bancada ex oficial, incorporando una solución que afectará a la mayoría de la población.

Un planteamiento alternativo requiere austeridad republicana, pero es insuficiente. El equilibrio fiscal sólo ha resultado indispensable para los países en desarrollo. Estados Unidos tiene un déficit enorme que no se reducirá en los próximos años. Francia y Alemania han violentado el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento que fundó la Unión Europea, para evitar que fuera castigado su déficit fiscal, que es superior a 3 por ciento. Nosotros, en cambio, lo seguimos aceptando, pese a que se requiere urgentemente inversión pública que permita reactivar el mercado interno. Privatizar la industria eléctrica al modo que exige Occidente no resolverá nada, aunque los analistas financieros digan lo contrario; la privatización clandestina que se ha estado instrumentando así lo prueba.

El asunto del banco central podría enviar una señal adecuada a los actores económicos. Un nuevo gobernador, identificado con la heterodoxia, promotor del crecimiento y de la creación de empleos bien remunerados, podría marcar el cambio de rumbo indispensable para el futuro del país. Reconocería, además, la fuerza de los contrincantes próximos en la batalla electoral mayor. Relegir a Guillermo Ortiz complacería al presidente del Consejo Coordinador Empresarial y al de los banqueros, pero no a quienes carecen de empleo, pese a que la inflación siga bajo control. Los bancos centrales en los países imperiales no sólo se ocupan de la inflación. Las sirenas seguirán hablando del libre mercado. Seguirlas escuchando sería suicida.

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