México D.F. Viernes 28 de noviembre de 2003
La promoción en ese campo será
para servir a la diplomacia, no servirse de ésta: Ordóñez
Elabora la SRE nueva imagen de la cultura nacional
para el mundo
Intelectuales y artistas tendrán cabida en esa
reorientación, acepta el funcionario
El Instituto México será parte de la Unidad
de Asuntos Culturales, no su competidor, dice
ROSA ELVIRA VARGAS
En Tlatelolco, donde está la sede de la cancillería,
el gobierno elabora la nueva proyección de la cultura nacional que
llevará al mundo.
Ahora, bajo la dirección del ministro Andrés
Ordóñez, la Unidad de Asuntos Culturales de la Secretaría
de Relaciones Exteriores (SRE) trabaja para, mediante la difusión
y en forma especial la promoción, mostrar la diversidad cultural
de México.
Hasta hace un par de semanas jefe de cancillería
y responsable de la sección política de la embajada de México
en Cuba, Ordóñez es miembro de carrera del Servicio Exterior
Mexicano. Tiene estudios de lengua y literatura por la Universidad Nacional
Autónoma de México y un doctorado en filosofía por
la Universidad de Londres. Es autor de varios libros de ensayo y de poesía.
Pero sin duda aquél cuyo contenido debió persuadir donde
debía para asignarle el nuevo encargo es Devoradores de ciudades.
Cuatro escritores en la diplomacia mexicana (Cal y Arena, 2002).
Continuidad ''en otro nivel''
Justamente
desde ese análisis, Ordóñez plantea que a lo largo
de la historia mexicana, la comunidad intelectual ha sido parte fundamental
no sólo del sistema político, sino del propio servicio exterior.
''Por lo menos desde Justo Sierra, intelectuales y políticos han
compartido aulas y maestros, filias y fobias, vicios y virtudes''. Ambos,
señala el diplomático, son aquí caras de la misma
moneda, apoyo y contrapeso.
Le interesa entonces precisar que en el nuevo proyecto
cultural de la cancillería mexicana, el creador, el intelectual,
el artista seguirán encontrando cabida y de hecho tiene en mente
formar un comité consultivo que los reúna para, con sus aportaciones,
definir y orientar las acciones culturales.
Pero al llegar ahí, hace un obligado apunte: ''La
creación cultural es la materia de la promoción, no la promoción
el vehículo de la creación''. Y va más allá:
quien se sume al trabajo de la Unidad de Asuntos Culturales, dentro y fuera
del país, lo hará para servir a la diplomacia mexicana, ''no
para servirse de ella. Fuera de eso, todo se vale''.
Muy en apego de esa jerga que se conoce como ''lenguaje
diplomático'', indica que no viene a antagonizar con nadie ni su
gestión será una de ruptura sino de ''continuidad en otro
nivel''. Desde ahora pone de relieve, por ejemplo, su entendimiento y vínculos
''nítidos'' con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
el Instituto Nacional de Bellas Artes, universidades, fundaciones, gobiernos
locales y las instancias de financiamiento privadas.
Búsqueda de empatía con EU
En
el plano específico de la promoción cultural, Andrés
Ordóñez traslada los campos de acción. Señala
que así como la actividad del servicio exterior en los ámbitos
político y económico sufre adecuaciones a circunstancias
específicas y variadas, lo mismo tendrá que darse en el plano
de la promoción cultural dentro de la cancillería, para plantearla
''diversa, flexible y de largo aliento''.
A partir de ahí, señala la pertinencia de
asignar a cada región y en lo posible a cada país, una estrategia
específica, pues si se quiere afirmar la capacidad de interlocución
de México en el mundo contemporáneo, la promoción
cultural debe apoyarse en las zonas donde tradicional e históricamente
la influencia política, económica y cultural del país
''se ha dejado sentir''.
La prioridad de alto rango en este esquema estará
en América Latina y el Caribe, y dentro de esta área subdivide
a los países centroamericanos y del Caribe hispanohablante, aquellos
que conforman el Mercosur, los de la región andina y quienes conforman
los territorios en los que se habla inglés y francés.
En el mismo rango de importancia ubica el trabajo de extensión
cultural en Estados Unidos, particularmente en la búsqueda de dignificar
la imagen de los nacionales indocumentados que allá radican, ''en
un afán de contribuir a brindarles un entorno menos hostil'', fortalecer
los nexos de identidad con los habitantes de origen mexicano, y fomentar
la empatía con México de la población estadunidense
mediante el conocimiento de su diversidad cultural.
Por la superación de estereotipos
Tres contenidos conceptuales definen el quehacer que impulsará
el ministro Ordóñez: la cultura como el espacio en el que
se enmarcan las manifestaciones no sólo del ámbito de las
bellas artes, sino además las que tienen que ver con la idiosincrasia
popular, la ciencia y la tecnología; la difusión cultural
como la simple y llana labor de dar a conocer determinados productos culturales,
y la promoción, como la intención deliberada de lograr la
vinculación e, idealmente, ''el arraigo de determinados productos
culturales en el medio local''.
El funcionario establece que un país sin claridad
ontológica difícilmente podrá transitar con éxito
los caminos de la globalidad; que en la diversidad está ''nuestro
seguro de vida'' en el mundo actual, y que en defender esa diversidad ''está
nuestra voluntad de seguir siendo mexicanos en los cuatro confines del
territorio''.
Considera además que los estereotipos culturales
de ''lo mexicano'' hay que superarlos, pero construyendo sobre ellos, no
destruyéndolos. Y es así, argumenta, porque esa diversidad
''es nuestra fortuna y una extraordinaria ventaja comparativa en un mundo
poliédrico y cada vez más integrado''.
Desde esa idea, Ordóñez puntualiza que la
cultura posee una dimensión política para que al ser utilizada
de manera eficiente, opere como instrumento de política exterior
y contribuir así a los fines económicos, comerciales y políticos
de la agenda mexicana.
Concretar el Instituto México
Ineludible es hablar con el diplomático sobre el
llamado Instituto México que de manera azarosa opera en varios países
y que para él representa ''una magnífica idea''. Ahí,
sin embargo, queda por hacer una labor ardua, seria, al interior del país
en términos institucionales, normativos y de ''cabildeo'' con los
sectores involucrados para poder concretarla.
''Mi ambición sería contribuir en el brevísimo
tiempo que queda para realizar toda la labor que corresponde a sentar elementos
firmes que permitan concretar el ideal del Instituto México en su
versión más depurada y más útil al interés
de la nación.''
Manifiesta que una de las labores para concretar la idea
del Instituto México es terminar con la concepción antagónica
entre aquél y la Unidad de Asuntos Culturales.
''El instituto será parte de la unidad, será
instrumento de ésta y no su competidor''. Admite, sin embargo, que
mientras no se unan los detalles institucionales y normativos, el Instituto
México ''seguirá siendo un proyecto'' al que debe vérsele
en una fase de depuración, de aterrizaje, en tanto que existe y
sus fines son complementarios a los de la unidad, pero que aún tienen
que fijarse en la realidad administrativa.
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