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México D.F. Jueves 13 de noviembre de 2003
BINACIONAL: ENCUENTRO HUECO
La
vigésima reunión de la Comisión Binacional México-Estados
Unidos, celebrada ayer en Washington, a la que asistieron los responsables
de la política exterior e interior de ambos países, así
como otros altos funcionarios de uno y otro lado del río Bravo,
estuvo marcada por el signo de la insustancialidad. En esta ocasión
no hubo groserías ni desaires a los mexicanos; por el contrario,
el secretario de Estado, Colin Powell, formuló unas declaraciones
balsámicas en las que desmintió lo declarado claridosamente
hace unos días por el representante de nuestro país ante
la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, en el sentido de que Washington nunca ha
dejado de tratar a México como su patio trasero, y el presidente
George W. Bush tuvo la deferencia de recibir al canciller mexicano, Luis
Ernesto Derbez, en compañía de Powell. Pero no hubo, tampoco,
ningún resultado específico, más allá de los
discursos de buena voluntad y las mentiras piadosas sobre una supuesta
recomposición de las relaciones bilaterales tras el desencuentro
bilateral de principios de este año por la negativa mexicana a respaldar
la criminal agresión militar estadunidense contra Irak.
Las autoridades de ambos países presentaron una
pretenciosa agenda según la cual 14 grupos de trabajo revisarían
los asuntos bilaterales en las materias de política exterior, migración,
procuración de justicia, cooperación antinarcóticos,
seguridad y asuntos fronterizos, comercio, energía, ciencia y tecnología,
educación y cultura, medio ambiente, asuntos laborales, salud, vivienda,
desarrollo urbano y transporte. Pero la única acción concreta
anunciada tras la reunión fue la instalación de una línea
telefónica directa entre la Secretaría de Gobernación
de México y la Secretaría de Seguridad Interna de Estados
Unidos, a fin de que ambos gobiernos puedan comunicarse en casos urgentes,
según se explicó, particularmente en asuntos policiales,
de seguridad y de combate a las drogas.
El tema migratorio, que es el que más interesa
a México, quedó reducido a un puñado de buenos deseos
y a la vaga oferta estadunidense, emitida por Colin Powell, de que "en
el futuro cercano mostraremos resultados", es decir, nada.
Se logró al menos, podría argumentarse,
restituir un tono mesurado en los encuentros diplomáticos bilaterales.
Y es cierto: la cortesía ha regresado, pero se trata de una cortesía
sin sustancia, de una emulación hueca de cordialidad que para nuestro
país es incluso un juego peligroso, en la medida en que sólo
contribuye a generar el espejismo de una buena relación con la potencia
del norte, la cual, en ese entorno de apariencia idílica, seguirá
cosechando logros para sus estrictos intereses -en materia de agua, de
seguridad, de combate al narcotráfico, de cooperación antiterrorista-
mientras sigue hostigando, persiguiendo, humillando, explotando y asesinando
impunemente a los mexicanos que cruzan la frontera en busca de trabajo.
En tal circunstancia, más valdría que, y
en tanto se decide si los estadunidenses aguantan a George W. Bush otros
cuatro años o lo sacan merecidamente de la Casa Blanca, el gobierno
mexicano se ahorrara los gastos y los viáticos de una nueva reunión
binacional y empleara, para sostener las pláticas y los contactos
que deban realizarse, la sofisticada línea telefónica cuya
instalación se anunció ayer en Washington.
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