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México D.F. Martes 4 de noviembre de 2003
Eddie Santiago y la Rumbosa Orquesta amenizaron
la fiesta de aniversario
Multitud heterogénea bailó hasta la saciedad
para celebrar los 51 años del Balalaika
JAIME WHALEY
Llegaron de rumbos diversos, unos, por el hábito,
casi religiosos de hacerlo cada semana. Otros como invitados y algunos
convocados por el cartel que advertía sobre la presencia del invitado
estelar para el festejo de los 15 años invertidos.
Fue una multitud heterogénea. Lo mismo hubo quien
llegó en traje de faena, playera deslavada y pantalón de
igual calibre, que quienes vistieron con la burguesa costumbre del traje
y la corbata. Los atuendos de ellos, sin embargo, contrastaron con la vestimenta
de ellas, sus acompañantes, las dueñas de la noche, que lucieron
lo mejor del guardarropa y fueron por momentos irreconocibles, pues en
casa quedaron los trapos de batalla, los de diario.
Se
bailó hasta la saciedad, pues a eso se asiste al Balalaika, a darle
juego a piernas, caderas, hombros y brazos, e indudablemente que la presentación
de Eddie Santiago fue ocasión más que propicia para ello,
aunque no menor pretexto fue la actuación del grupo doméstico,
la Rumbosa Orquesta, que dejó el ambiente a tono ya en las primeras
horas del viernes.
Doña Elvira, la de los tacos de la esquina, se
aprovisionó de unos buenos kilos de bisteces, pues la demanda fue
excesiva e igualmente se abasteció la cantina, aunque de aquí
lo único sólido fueron los hielos, ya que lo demás
fueron espíritus líquidos que, como las horas, corrieron
libremente hasta que el Eje Central quedó bañado por el sol
matinal del día siguiente.
Guadalupe Lara, dama acompañada de su marido, aceptó
que no conocían el Bala y que los motivó a asistir
la presencia del cantante boricua. Por el contrario, Fernando Domínguez
y su esposa Gina son pareja de asiduos semanales, y, como sucede cada vez
que van, asombraron a los parroquianos con la sincronía de sus elaboradas
rutinas. Modestamente explicaron que las perfeccionan viendo videos. De
sobre está citar que brotaron recuerdos, pues Héctor, técnico
en electricidad, rememoró que el sitio, hace más de medio
siglo, fue originalmente una cervecería; él vivía
enfrente, en el callejón de Porfirio Parra y hoy, cosas del destino,
es el encargado de la iluminación.
Por ahí de la medianoche, Marcos Ramos animó
al respetable al presentar a una docena de excepcionalmente bien construidas
invitadas, que hizo surgir el comentario mordaz en una mesa de pista que,
si aquello era ya panadería, ¡por los bizcochos! Impertérritas
presentaron una especie de concurso de camisetas que rubricaron con un
breve teibol -amores de calores, diríase- a una serie de
afortunados.
Pero la diversión continuó con algo más
terrenal, más al alcance de la mano, mejor dicho de las manos, la
presencia grata de Vanessa la Condesa; Leslie, la Señorita Requesón;
Fabiola, la Talladora de Pisos -por el baile, desde luego, no se
vaya a pensar que por otra cosa-; Elizabeth, la Chiquita, Rubí,
una joya; Andrea, la Chica Country; Cristina, la Sonriente;
Bety, la del buen vestir, y Maru, la Reina de San Camilito, que
fueron apenas unas cuantas del cargado ramillete de damas que adornaron
el salón y que incansablemente giraron al compás de las melodías.
Y a esperar el 52 aniversario.
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