Teresa del Conde

Nunik Sauret

Más conocida como grabadora que como pintora, Nunik Sauret está representada en varias de las colecciones gráficas más relevantes del mundo; ha recibido distinciones y premios, formado a colegas suyos y dirigido un prestigioso taller de grabado e impresión. Ahora presenta una muestra individual, Vislumbres, que incluye grabado, pintura y cerámica en la Galería Metropolitana. No es ni con mucho la primera vez que exhibe pinturas, pero sí la primera en que parece sentirse a sus anchas en este medio, sin que se le perciban en forma evidente transposiciones directas de su quehacer gráfico, lo cual no sería un defecto sino, antes bien, una característica como cualquier otra.

A mí me sigue convenciendo más como artista gráfica y en esta ocasión se exhiben también algunas de sus planchas, lo que permite aquilatar los estadios y variantes en las impresiones. Entre éstas quizá las que más llaman la atención del espectador corresponden a la serie Aspen B, realizadas en puntaseca, mezzotinta, buril y xilografía. Una más, muy oscura, titulada Arum permite aquilatar la densidad de los negros del aguafuerte, contrastados con zonas también oscuras. En este aguafuerte es precisamente la densidad alcanzada del negro -lo que podría denominarse su máxima negrura- lo que confiere a la pieza su brillantez. Nunik es una auténtica maestra en su manejo de esta técnica.

Su serie Signos me pareció menos afortunada que las que he mencionado, quizá porque hoy día existen demasiados productores de ''signos" (principalmente en pintura, pero también en otras disciplinas) y entonces la monotonía se instaura. Los signos son unidades lingüísticas y al tratar de codificarse en la plástica pueden resultar en exceso reiterativos. Estos de Nunik tienen un dejo oriental inconfundible, situación que comparten otros artistas.

Las piezas volumétricas corresponden al género talavera; no todas las que realizó para esta exposición se exhiben, pero se antoja que las seleccionadas son las mejores. Son tambores (en realidad tarros prismáticos) octagonales, cuya decoración combina motivos florales esquematizados con finísimos diseños tipo tela de araña. Ostentan también figuras de animales y perfiles humanos. El más afortunado de todos es, a mi juicio, Tibor con alas, no sólo por su forma audaz, sino también por la elegante economía de elementos que discurren en su superficie, acordes con el cuerpo ''brahamánico" del recipiente. En el mismo caso se encuentra un platón cuadrado en tonos azulados.

Las pinturas exhibidas, en su mayoría, rehúyen la representación de figuras discernibles. Se antoja que tienen como tema principal la luz y su incidencia.

Hace unos seis años vi una exposición de pinturas de Nunik Sauret en la galería Misrachi. Ofrecía figuras discernibles -humanas y animales- en fondos semiabstractos y se antojaban forzadas. Las actuales rehúyen la figuración en mayor medida y el color se vuelve protagonista. Algunas ostentan aplicaciones de hoja de oro, como el cuadro Del paso de la luz, temple resinoso combinado con óleo sobre lino. La trama del lino coadyuva a que esta pieza posea un efecto ligero y delicado, acorde con su formato muy apaisado. Evoca en el espectador el paso del tiempo.

Se exhiben unas acuarelas verticales que forman serie y fueron realizadas por la artista a modo de mantras. Estos trabajos y otros más, como Pesar de nudos, fueron creados este mismo año y sus efectos diáfanos, luminosos, contrastan con los que corresponden al año pasado, que son oscuros y turbulentos, por ejemplo Vislumbre, composición que tiene como eje los tonos azules oscuros que sirven de contrapunto al cobalto o al ultramar y a ciertos destellos muy claros, a modo de reflejos.

La Universidad Autónoma Metropolitana publica catálogos bien concebidos y diseñados que acompañan a las exposiciones presentadas en sus dependencias desde la inauguración. Ya se sabe que los pintores siempre han sido afines a los poetas. En esta ocasión, Francisco Hernández escribió para ella unas estrofas que acertadamente mencionan a la India. Las antiguas filosofías indostánicas parecen haber apasionado a Nunik, así, como tal vez, el sánscrito, la lengua antigua y sagrada.