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México D.F. Viernes 31 de octubre de 2003
José Cueli
Los espectros de Arturo Azuela
Arturo Azuela (México, 1938) maestro y académico de brillante trayectoria, integrante de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1986 y espíritu inquieto que ha incursionado con hondura en la ciencia y las humanidades, es además destacado escritor de ensayo y novela. Entre sus ensayos destacan los dedicados a Ibargüengoitia, Rulfo y Revueltas; de sus novelas, El tamaño del infierno, Un tal José Salomé, Manifestación de silencios, La casa de las mil vírgenes y El don de la palabra. Asimismo, defensor a ultranza del amenazado kiosco morisco y del barrio entero de Santa María la Ribera, se dio a la tarea de escribir algunas historias en torno de esta legendaria colonia.
En palabras del escritor: ''... después de una etapa difícil, entre médicos y hospitales, empecé a ordenar y corregir"; es entonces cuando toman cuerpo las narraciones Los ríos de la memoria (Ediciones Castillo) y la novela Alameda de Santa María (Plaza y Valdés). En ellos mi viejo amigo (šcuántos recuerdos de las colonias Santa María y San Rafael!) da rienda suelta a sus entrañables recuerdos y evocaciones de los felices años de infancia y juventud, de los cuales surgen dos emotivos textos: uno de relatos de la vida y vicisitudes de su querida colonia y el otro, apoyo en esos recuerdos, se perfila por la ficción narrativa.
En una entrevista publicada en estas páginas (La Jornada, 26/10/03), Arturo comenta: ''Acostumbrado a diversas aventuras en mis novelas anteriores, ahora busqué un nuevo desafío: abandoné todo estridentismo y cualquier llamada de atención del sexo barato, los desbarajustes de las drogas, el lenguaje fácil y la copia de la realidad. Ha sido una tarea difícil, algo completamente nuevo en mi obra narrativa. Fundamentalmente fue un ejercicio literario donde la sencillez, la naturalidad y la espontaneidad estuvieron presentes. En muchos sentidos, este libro me ha representado un trabajo de contención muy satisfactorio. A nadie quiero impresionar con estos cuentos. Todos mantienen una estructura clásica y un final que, espero, equivalga al nocaut cortazariano".
Azuela siente que es el barrio el que lo persigue y ''ayuda en la elaboración de los textos narrativos (...) Es algo insólito, porque todo eso aparece en forma de espectros en la novela". Estas palabras me llevan a evocar lo dicho por Jacques Derrida: ''El espectro es siempre un 'visitante intempestivo', un revenant, un (re)aparecido".
Asimismo, Cristina de Peretti, en su trabajo en torno al libro citado de Derrida (Espectros de Marx), cita a Javier Marías: ''Es muy posible que los fantasmas, si es que aún existen tengan por criterio contravenir los deseos de los inquilinos, apareciendo si su presencia no es deseada y escondiéndose si se los espera y reclama. Aunque a veces se llega a algunos pactos..."
En torno a la vida con el espectro, Derrida aporta valiosísimas conclusiones. Ese aprender a vivir con los espectros quiere decirnos que ''aprender a vivir es algo más que vivir lisa y llanamente". Es aprender a vivir ''una heterodidáctica entre vida y muerte".
Derrida nos alerta sobre el hecho de que ya no podemos pensar la vida y la muerte por separado sino que habría que pensarla como un devenir vida-muerte. ''El espectro nos ca nous regarde: nos mira, nos concierne... sólo cuando se acepta eso, se puede 'por fin' aprender a vivir".
Esto parece haberlo intuido muy bien Azuela, cuando en su obra invita a convivir con nuestros recuerdos, con nuestra historia, con nuestros... espectros.
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