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México D.F. Viernes 31 de octubre de 2003

Eduardo R. Huchim

Los piropos de Alejandra

En la sesión que celebró el pasado 24 de octubre la Comisión de Asuntos Políticos Electorales de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), el diputado perredista René Bejarano, por conducto de su colega Gerardo Villanueva Albarrán, intentó crear una suerte de Inquisición 2003 para enjuiciar a la Comisión de Fiscalización (bueno, sobre todo a su presidente) del Consejo General del Instituto Electoral del Distrito Federal, que probó el rebase del tope de gastos de campaña por el Partido de la Revolución Democrática en Miguel Hidalgo.

Imagínese el joven diputado que, antes de la multa de mil millones de pesos que le habría de ser impuesta, el Partido Revolucionario Institucional hubiera promovido constituir, en la Cámara de Diputados o en el Senado, una comisión para investigar a la Comisión de Fiscalización que presidía en el Instituto Federal Electoral el consejero Alonso Lujambio Irazábal. ƑVerdad que habría sido una desmesura? Sólo mentes que yo suponía ancladas en la época de la Inquisición podrían inducir la promoción de algo como eso.

Resultaría, si se concretara esa propuesta, que la comisión o subcomisión legislativa promovida por un partido estaría investigando a otra comisión de carácter electoral que, con estricto apego a la ley y con absoluta imparcialidad, probó que el partido promotor de la investigación cometió una grave irregularidad. ƑHan pensado Bejarano, Villanueva y quienes comparten su sed de venganza el tamaño del debilitamiento que sufrirían las comisiones de fiscalización de todos los órganos electorales si se materializara esa venganza, sea con mi remoción, sea con recortes presupuestales excesivos, sea con campañas de desprestigio?

En la interesante sesión de la Comisión de Asuntos Políticos Electorales de la ALDF, celebrada el 24 de octubre, el diputado Villanueva, después de elogiar la figura de Bejarano, dijo esto: "El señor Huchim quiere seguir minando, quiere seguir saboteando, quiere seguir destruyendo la credibilidad hacia esta Asamblea Legislativa..."

Bueno, evidentemente carezco de poder para hacer tanto daño, pero aunque lo tuviera, no lo haría. Por si hiciera falta, expreso mi respeto y consideración a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Creo que sus aportaciones han sido y son muy valiosas para nuestra democracia en construcción. Pero también resulta claro que Bejarano no es la ALDF, sino sólo parte de ella.

En la propia Asamblea Legislativa, René Bejarano, por conducto de la diputada Alejandra Barrales Magdaleno, propuso el 28 de octubre un punto de acuerdo para hacerme un "exhorto" para que "en lo sucesivo conduzca su actuar apegado a los principios de imparcialidad y objetividad, y se relacione con respeto y rectitud con los distintos órganos de gobierno en el Distrito Federal". En las "consideraciones" del punto de acuerdo, la promovente formal me acusó de manifestar opiniones, de involucrarme en polémicas y confrontaciones, de escribir artículos periodísticos y de hacer declaraciones públicas. Estas acusaciones admiten dos lecturas:

a) Una lectura es gravísima, porque se me acusa de asuntos que tienen relación con las libertades de pensamiento y de expresión, que de ninguna manera pueden serle negadas a nadie, aun cuando sea consejero electoral. Por eso, cuando Bejarano trata de instaurar una "comisión investigadora", lo que hace es pretender crear un tribunal de conciencia. Por ello no son metáforas, sino equiparaciones fundadas, mis caracterizaciones de Torquemada a Bejarano y de Inquisición a la mencionada comisión.

b) Hay otra lectura menos grave. Cuando Alejandra Barrales me acusa de ser autor de polémicas, artículos y declaraciones, que -digo yo- tienen como origen la defensa de la ley y de mis convicciones, en realidad pareciera que me está formulando piropos.

Por supuesto, la legisladora no tuvo intención de piropearme, sino todo lo contrario, porque señala que mis polémicas crean incertidumbre y debilitan a las instituciones, que falto al respeto a mi investidura y a las instituciones y que genero un clima poco propicio para el buen desarrollo de mis tareas. Bueno, esa es una opinión que sinceramente respeto, pero respetable y todo, no es más que eso: una opinión.

Para explicarme, uso dos ejemplos: es como si yo opinara, con Marco Rascón, que a Bejarano "la política lo ha hecho un hombre próspero y sus gustos se han forjado en el camino común de los nuevos ricos que aprecian las estatuillas, el cristal cortado, las cortinas de terciopelo verde y los remates en dorado de los muebles estilo Luis XV" (La Jornada, 6 de febrero de 2001), o como si yo pensara que Barrales ocasionó un caos en la Secretaría de Desarrollo Social de Michoacán. Serían mis opiniones, pero si no digo qué ley violaron ni aporto pruebas de tales violaciones, mis dichos serían mi opinión y nada más. Eso es exactamente el documento que ese diputado, por conducto de esa diputada, presentó al pleno de la ALDF. Su contenido es un conjunto de opiniones y percepciones, pero nada más. Nada que pudiera justificar una acción en mi contra.

Por todo ello, aunque no lo son, prefiero quedarme con la lectura de los piropos.

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