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México D.F. Viernes 17 de octubre de 2003
Autoridades de ese país manifiestan enorme
desdén por la cultura, deplora
La poesía devino ejercicio de fortaleza frente
a la violencia en Colombia: Roca
Cansados del mesianismo de los políticos, mis
connacionales recurren a las diversas manifestaciones de la cultura, dice
el escritor El arte es una escala del meridiano de la paz
CESAR GÜEMES
Como ocurre en su trabajo literario, Juan Manuel Roca
va directo al cuello: ''Por parte de las autoridades colombianas hay un
gran desdén hacia la cultura. Si se dieran cuenta que el meridiano
de la paz debe pasar por el de la cultura, hablaríamos de una circunstancia
muy distinta en Colombia".
Roca,
quien es uno de los autores con más reconocimientos públicos
en su país, autor de poesía, narrativa y con una amplia trayectoria
periodística, visita México para participar en la Feria del
Libro en el Zócalo.
Además de la escritura de creación, Juan
Manuel Roca se ha desempeñado en labores editoriales y periodísticas,
como lo hizo por ejemplo tres lustros para el Magazín Dominical
del diario El Espectador, hoy desaparecido. El ejercicio del periodismo
cultural, explica, lo enriqueció: ''Fue una labor muy gratificante
porque se podía ejercer una crítica abierta desde el ámbito
de la cultura. Y me permitió tener un tiempo de reposo para lo que
escribía y represar una cantidad de historias que, después
me di cuenta, funcionaban para el ámbito de la narrativa. De esta
represa vienen volúmenes de cuento como Las plagas secretas.
Entonces, al trabajo periodístico le debo, por un lado, haber conocido
el termómetro de lo que tiene pertinencia en el ámbito de
la creación nacional y continental, y por otro, cotejar con ello
lo que realizaba en el terreno personal".
Fecundidad del diálogo
Roca ha obtenido diversos reconocimientos, como los premios
nacional de poesía Eduardo Cote Lemus y el que confiere la Universidad
de Antioquia; también el Premio Nacional de Periodismo Simón
Bolívar. El beneficio de estos estímulos es palpable, expresa,
sólo si ayudan a crear interés entre los lectores: ''Sin
embargo creo que uno debe escribir igual si piensa guardar sus textos en
un baúl o si espera darlos a conocer pronto; el rigor ha de ser
el mismo. Después de todo un poeta no es sino un traductor de sí
mismo y en la medida en que consigue ese objetivo quizá logre traducir
a los demás. De manera que ese lector fantasma que nadie conoce,
de pronto comienza a tener rostro y a configurar un núcleo significativo,
sea numeroso o no. Ahí se establece el diálogo. Cuando se
escribe para sí mismo, se trabaja para el monólogo; cuando
se hace para los demás, se labora para el diálogo, el que
finalmente fecunda la cultura".
-En los países latinoamericanos conocemos la violencia
cotidiana. ¿Cómo diría que en Colombia la cultura
pervive no obstante las difíciles condiciones sociales que prevalecen?
-En Colombia la poesía, junto con las demás
artes artes, se ha vuelto un ejercicio de fortaleza frente a la violencia.
Sin tener un carácter programático ni ideologizante, lo que
ocurre con la cultura colombiana en este momento es que la ciudadanía
acude a sus diversas manifestaciones luego de saberse cansada por el mesianismo
de los políticos. De pronto, el lector encuentra lo que Saint-John
Perse llamaba ''el pensamiento desinteresado de la poesía". Entonces,
a la célebre y a veces fatigosa pregunta de Hölderlin de para
qué la poesía en tiempos de penuria, cabe oponer la idea
de Flaubert que señala: el arte, como el dios de los judíos,
se alimenta de holocaustos. Es una frase terrible, pero certera. Esto lo
vemos de forma muy palpable en Colombia: precisamente en una encrucijada
pública y social como la que se vive, más la sumatoria de
violencia estatal, paraestatal, guerrillera y de delincuencia común,
los colombianos se vuelven al reducto en el que no se les ofrecen mejores
mundos, sino la posibilidad de encontrar la esencia de las cosas. Esa esencia
la ofrece la poesía, por ejemplo.
''Por parte de las autoridades colombianas hay un gran
desdén hacia la cultura. Si se dieran cuenta que el meridiano de
la paz debe pasar por el de la cultura, hablaríamos de una circunstancia
muy distinta en Colombia. Cuando un país entra en crisis lo primero
que se cuestiona es la palabra: ¿para qué la palabra 'pan',
si no remplaza al pan mismo o para qué el término 'libertad'
si sólo se escucha de labios de los carceleros? Pues, paradójicamente,
este cuestionamiento es benéfico para la literatura porque obliga
al poeta a buscar la palabra justa, el fondo y no la apariencia. Y por
eso en este momento el esteticismo ha dejado de interesar a los poetas
en Colombia. En cuanto a los lectores, basta evocar los estadios de futbol
repletos de espectadores que acuden al Festival de Medellín, una
de las ciudades más golpeadas por la violencia, a escuchar poesía.
Eso hace que quien escribe se sienta parte del elenco de los Rolling Stones
o del Real Madrid, y da cuenta de la avidez y necesidad con que la ciudadanía
se acerca a la cultura."
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