México D.F. Viernes 17 de octubre de 2003
José Cueli
Carlos Fuentes: pregón taurino
Grande fue mi sorpresa al leer la estupenda publicación que realizaron de manera conjunta la Universidad Nacional Autónoma de México y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla con motivo del XXI Pregón Taurino de esa ciudad a cargo del escritor Carlos Fuentes, prologado de manera espléndida y certera por el rector Juan Ramón de la Fuente. Ambos, buenos conocedores taurinos, nos llevan a una lectura docta y amena que no podemos detener hasta llegar al final y allí lamentamos que termine, pues uno queda preso del buen decir y de la pasión que vierten un par de ''buenos cabales".
Las atinadas citas del prólogo: Ortega y Gasset, Unamuno, García Lorca y Pepe-Hillo enlazadas a las bien delineadas frases de Juan Ramón de la Fuente abren el texto como un deslumbrante paseíllo ejecutado por primeros espadas que me hace evocar las inolvidables tardes pasadas en los diferentes cosos de México y España durante mis más de 50 años de aficionado al arte de la tauromaquia, así como La tauromaquia o arte de torear, de Pepe-Hillo, en la bella edición acompañada por 26 aguatintas del inigualable Pablo Picasso, gran taurófilo, andaluz de nacimiento y pintor fuera de serie que marca un hito en la pintura universal.
El pregón bellamente escrito por la magistral pluma de Carlos Fuentes fue reconocido -como escribe el rector De la Fuente- por Pedro Romero de Solís, ''quien ha fundado un doctorado en tauromaquia en la Universidad de Sevilla y es director de la admirable Revista de Estudios Taurinos'', y calificó al de Fuentes como ''uno de los mejores pregones que había escuchado y que, por derecho propio, se inscribía en la más alta literatura sobre el tema''. En dicho pregón Fuentes muestra cómo y por qué los mexicanos fuimos y seguimos siendo tan receptivos a la fiesta brava. Esto desembocó en un enriquecimiento de la fiesta y en una compenetración de espíritus entre México y España por medio de tan singular arte.
En palabras del propio Fuentes: ''Viendo torear a Manolete en México, aquel lejano domingo de hace ya más de medio siglo, me di cuenta de la más profunda relación del alma hispánica y el alma mexicana. Mexicanos y españoles tenemos el privilegio, pero también la carga de entender que la muerte es la vida. O sea: todo es vida incluyendo a la muerte, que es parte esencial de la vida".
A lo largo del texto, Fuentes hace una deliciosa semblanza de la historia del toreo y destaca a toreros mexicanos como Rodolfo Gaona, Silverio Pérez, Armillita y Carlos Arruza, así como a figuras clásicas del toreo español como Pepe-Hillo, Manolete, Belmonte y Joselito. Para Fuentes la fiesta brava es rito y ofrenda, como términos inseparables. ''La fiesta brava es un acto hermanado de saber y de fe. La sociedad separa el conocimiento y la creencia. El rito taurino los reúne: en la fiesta se sabe porque se cree y se cree porque se sabe".
El diálogo entre hombre y naturaleza no cesa de darse y en la fiesta taurina se reafirma este vínculo ambivalente que oscila entre el temor y la admiración y que, al convertirse en ritual, otorga a cada uno lo que es propio. Toro y torero se enfrentan a una especie de conjuro de la muerte, de celebración de la vida, diálogo interminable que se remonta a la antigüedad remota.
La fiesta brava es un espejo de doble faz situado entre sol y sombra que revela al hombre tanto su fortaleza como su fragilidad en el devenir de la vida-muerte, el hombre que a pesar de las amenazas del cosmos y de su consabida indefensión no claudica en su deseo de fundirse con la naturaleza primigenia, de regresar al origen ígneo de la tierra que es dadora de vida y de muerte. De ahí que la fiesta brava sea luz y sombra, religiosidad y erotismo, ritual que se escenifica desde la antigüedad como un eterno retorno que nos revela el misterio de la vida y de la muerte.
|