México D.F. Viernes 17 de octubre de 2003
Estreno nacional de la ópera La conquista
de México en el centenario teatro Juárez
Cosmogonía de Michoacán y vanguardia
alemana en el FIC
La obra de Rihm, compleja en sus aspectos escénico
y musical, pondera Mario Lavista
Se manifestó de nueva cuenta el contraste social
entre los distintos públicos del Cervantino
ANGEL VARGAS Y CARLOS PAUL ENVIADOS
Guanajuato,
Gto., 16 de octubre. La versión 31 del Festival Internacional
Cervantino (FIC) se inició la noche de este miércoles entre
el bullicio popular de la Alhóndiga de Granaditas y la vanguardia
operística en el teatro Juárez, sedes ambas por antonomasia
contrastantes de la fiesta anual cervantina.
Unas 10 mil personas abarrotaron el graderío de
la Alhóndiga, donde cada 12 meses se congregan familias enteras
desde hora temprana para apartar su butaca de piedra y gratuita. El teatro
Juárez, también lleno a reventar, ofreció de nuevo
el contraste social característico.
Una manera notable de comenzar los festejos por los primeros
cien años de este recinto fue el estreno nacional de la ópera
La conquista de México, del compositor alemán Wolfgang
Rihm (Karlsruhe, 1952).
El público de la Alhóndiga, por su parte,
también festejó a lo grande con una Fiesta Michoacana
que fue un estallido de colorido, riqueza humana y tradiciones populares
de tremendo arraigo y fuerza. Ambos actos inaugurales ocurrieron casi de
manera simultánea.
En el vetusto teatro Juárez transcurrieron dos
horas ininterrumpidas de ópera. Lo sonoro, lo visual, la parte escénica,
la instrumental, la vocal. Una percepción entre el público
acusaba cierta pesantez en el tono teatral.
Acústica sorprendente
El compositor Mario Lavista, entre el público,
nos convidó su análisis: se trata de una ópera compleja
tanto desde el punto de vista musical como del escénico.
Entre
los elementos que destacó, está el hecho de haber sacado
a algunos de los atrilistas del foso de la orquesta para ubicarlos en diferentes
puntos del teatro, con lo cual se logró ''una acústica sorprendente,
unos efectos envolventes extraordinarios".
Resaltó, además, los hermosos pasajes oníricos
y mágicos que logra plantear el autor alemán en varios momentos
de su partitura -sobre todo con el uso del vibráfono y los agudos-,
a la cual, por cierto, y ''quizá por malformación profesional''
le encontró ''ciertas reminiscencias con Sensemayá",
de Silvestre Revueltas.
Lavista calificó de espléndidas la voz y
la interpretación de los protagonistas (Annette Elster, como Moctezuma,
y Andreas Reibenspies, como Cortés), así como el trabajo
de la directora musical alemana Alicja Mounk al frente de la Camerata de
las Américas, agrupación mexicana.
''En general la obra me pareció maravillosa, aunque
un poco larga", apuntó el autor de la ópera Aura.
"Escénicamente me encantó el uso de la pirámide como
un solo elemento que va girando y que evoca distintos espacios e inclusive,
en un momento determinado, aspectos eróticos como la representación
de un sexo femenino que se abre. Los colores de la pirámide me parecieron
totalmente los usados por Luis Barragán."
Visión sustentada en la tragedia
La visión que Rihm propone del encuentro entre
españoles y mexicas está sustentada en la tragedia más
que en un lineamiento histórico. Los planteamientos y las situaciones
se suscitan más en terrenos de lo sicológico y lo onírico
que de lo concreto, poniéndose de relieve el aspecto íntimo
de cada personaje.
En varios de los pasajes, de hecho, los personajes principales
no son sino únicamente el pretexto para poner de manifiesto la serie
de contradicciones internas que subyacen en todo ser respecto de sí
mismo, su relación con los demás y, en específico,
con los seres del sexo contrario.
Moctezuma
es representado con una figura femenina, mientras que Cortés con
la masculina. Se atraen, se repulsan, luchan, tratan de imponerse uno al
otro, hasta que al final es el conquistador quien resulta vencedor, aunque
no sin mostrarse también destrozado.
Los textos La conquista de México y Serafín,
de Antonin Artaud, así como uno de los poemas del ciclo Raíz
del hombre, del Nobel mexicano Octavio Paz, son la fuente fundamental
de esta creación del autor alemán.
El montaje que se presenta en el Festival Internacional
Cervantino, y que será llevado al teatro del Palacio de Bellas Artes
en una única función, que ocurrirá este sábado
a las 19 horas, sorprende desde el principio, cuando el espectador se percata
de que en diversos espacios del teatro se encuentran distribuidos varios
atrilistas de la orquesta.
La escenografía es austera y consta de una estructura
piramidal que se segmenta en dos y se fusiona varias veces a lo largo de
las escenas. También se incluye un telón semitransparente
que da una atmósfera entre fantasmagórica y onírica
a las acciones, además de servir en algunos momentos como pantalla
en la que se proyectan videos con difusas escenas bélicas.
Tanto vestuario, como maquillaje y ambientación
remiten a tiempos y lugares imprecisos, sin acabar de definirse como futuristas,
góticos o gore, aunque se conservan particularidades que
permiten distinguir a los personajes y el lugar en el que se encuentran.
Es evidente la gran demanda y pericia técnica que
esta obra representa desde el punto de vista musical, dado que los intérpretes
se encuentran dispersos por varios puntos del recinto, alejados de la vista
y la batuta de la directora.
La partitura basa gran parte de su desarrollo en las cuerdas
y percusiones, en delirante escarceo. El uso de un coro virtual con voces
grabadas y reproducidas mediante altavoces alcanza atmósferas sonoras
estrujantemente oníricas.
Más que hablar de la conquista de México,
la de Rihm es una obra que se refiere al conocimiento real de la naturaleza
humana.
Colorido y tradiciones de Michoacán
La otra parte de la inauguración de la fiesta cervantina
ocurrió en la Alhóndiga de Granaditas, abarrotada por más
de 10 mil personas, que presenciaron el espectáculo Fiesta Michoacana,
una muestra del colorido, riqueza y tradiciones populares de ese estado
que es invitado de honor.
El
público agradeció con aplausos la decisión de la presidenta
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez,
de prescindir de largos protocolos y discursos oficiales, en contraste
con lo ocurrido hace un par de años, cuando la funcionaria se llevó
tremenda rechifla por intentar lo contrario.
Para algunos de los espectadores hubiera sido deseable
una mínima explicación o contexto histórico de los
diversos segmentos en los que se dividió el espectáculo michoacano,
con el propósito de enriquecer la visión parcial de las diversas
expresiones musicales y dancísticas de las diferentes regiones de
esa entidad que se desplegaron sobre el escenario.
Aunque tal hecho no les impidió disfrutar de la
cosmogonía, belleza y ritmos de Los Chirimiteros de Cucuchucho,
de Tzintzuntzan; lo sones y bailes de la región de Huetamo, interpretados
por Los Carácuaro, las pirecuas (canciones purépechas) de
los Hermanos Dimas; de la famosa Danza de los viejitos, de Jarácuaro;
de la del Pescado, de la isla de Janitzio y de los imponentes caballos
bailadores, de Apatzingán, baile que fue de los más aplaudidos,
así como la presentación de más de 50 máscaras
y cerca de 20 trajes regionales.
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