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México D.F. Viernes 17 de octubre de 2003

Arturo Balderas

En democracia sí cuentan las diferencias

Lo que sucedió en California el pasado 7 de octubre deja al descubierto algunas diferencias importantes en la concepción de la democracia entre México y Estados Unidos que vale la pena destacar.

Una tiene que ver con el financiamiento de las campañas de los candidatos, tema que, sin estar resuelto del todo en nuestro país, tiene una base legal cuyo principio de equidad supera con mucho al que se advirtió en California.

Para dar idea de su relevancia, hay que decir que en las nueve semanas que duró la campaña, el candidato ganador gastó aproximadamente 23 millones de dólares, de los cuales más de 10 salieron de su bolsillo. Fue uno de los principales factores, si no el principal, de su triunfo en las urnas: si el referéndum es un exceso de la democracia, el financiamiento es su talón de Aquiles.

La magnitud y lo desigual del gasto en las campañas confirman la necesidad de que el proceso electoral sea financiado públicamente y se fijen límites a ese gasto. En Estados Unidos es cada vez más generalizada la percepción de que a los puestos de elección sólo acceden los más ricos o, dicho de otra forma, los que puedan comprarlos. Así lo han reconocido los senadores McCain y Feingold, republicano el primero y demócrata el segundo, quienes han elaborado una propuesta de ley para limitar las aportaciones a los gastos de campaña.

En este sentido, la regulación del financiamiento a las organizaciones y las campañas políticas en el sistema electoral mexicano es más estricta y, lo que es más importante, establece que debe ser básicamente público.

Hay que resaltar el tino de quienes concibieron esa norma y aplaudir la batalla que el Instituto Federal Electoral (IFE), con su presidente a la cabeza, han dado para defenderla. Su empeño en evitar que esa premisa sea anulada, lo mismo por los que conciben la política como mercado que quienes han pretendido usarla como botín, es motivo de amplio reconocimiento.

Otra diferencia, no menos importante, tiene que ver con la ausencia de proporcionalidad en el sistema electoral estadunidense. En México ha sido adoptado desde hace varias décadas y fue la simiente para la transición al sistema múltiple de partidos.

Uno de los más destacados personajes de la contienda política en California, Peter Camejo, candidato del Partido Verde, fue quien con mayor claridad destacó la necesidad de incorporar la proporcionalidad en la normatividad electoral de Estados Unidos. Advirtió que mientras no se integren al Congreso las organizaciones minoritarias, tomando en consideración la proporción de sus votos, será difícil hablar de una verdadera democracia. Desconozco la fuente de su inspiración, pero seguramente Jesús Reyes Heroles debe haber esbozado una sonrisa, no sin cierto sarcasmo.

Sólo cabe agregar que después del remezón del 7 de octubre, California, acostumbrada a los terremotos, seguramente sobrevivirá a éste que por fortuna fue incruento y se dispondrá a presenciar cómo el Partido Demócrata, abrumado por su indefinición ideológica, tratará de descifrar el porqué la política corporativa de los sindicatos, tradicionalmente favorable a ellos, fue rebasada por la rebelión de sus miembros.

El gobernador Schwarzenegger, ejerciendo sus nuevas habilidades de ilusionista, reducirá los impuestos, abatirá el déficit y descubrirá las maldades que esconde la misma democracia directa que le permitió llegar a la gubernatura. El presidente Bush y buena parte de los republicanos sudarán frío cada vez que Schwarzenegger exprese su apoyo a los derechos de la comunidad gay, a los de las mujeres para decidir sobre su reproducción, a la protección del medio ambiente y a la restricción en la venta y uso de armas de fuego. Propuestas que, por cierto, han sido tradicionalmente de los demócratas.

El electorado latino seguirá creciendo en importancia, pero se asimilará cada vez más a la política dominante, haciendo a un lado sus intereses como grupo étnico. Los trabajadores indocumentados seguirán luchando por sus derechos, ahora más que nunca en peligro, con el retorno del clan Wilson a Sacramento.

En conclusión, diría algún cronista habitual de la prensa estadunidense, business usual.

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