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México D.F. Viernes 17 de octubre de 2003
Homenaje de La Jornada en la Feria del
Libro del Zócalo al intelectual recién fallecido
Palestina perdió una voz privilegiada con la
muerte de Edward Said: Ramón Vera
Ayudó a cambiar la visión que inventó
Occidente de los árabes, destaca Martínez Assad
CESAR GÜEMES
El
ausente con más presencia en la Feria del Libro del Zócalo
es, sin duda, Edward Said, quien incluso muy poco antes de su fallecimiento
insistía en venir a México, al encuentro libresco, con la
finalidad de estar cerca de una ciudadanía muy afín a su
pensamiento.
Para rememorar al recientemente fallecido intelectual
de origen palestino se dieron cita la noche de este jueves los compañeros
de La Jornada Luis Hernández Navarro y Andrés Ruiz,
así como Ilán Semo, Ramón Vera y Carlos Martínez
Assad.
Luis Hernández Navarro, coordinador de opinión
de este diario, hizo un amplio análisis de la trayectoria de Said
en la cual no faltó el dato de la amistad: "El pasado 12 de octubre,
en Illinois, Estados Unidos, Daniel Barenboim, hermano del alma de Edward
Said, judío y director de la Orquesta Sinfónica de Chicago,
condujo un concierto para celebrar la vida y la obra de su amigo. Los músicos
que se reunieron en el memorial interpretaron obras de Schubert, Schumann
y Haydn. Ambos se conocieron 10 años atrás en el lobby
de un hotel en Londres por iniciativa de Said. Desde entonces, fueron
inseparables y desafiaron, con las armas de la producción musical,
a la derecha israelí y a la burocracia palestina. En esas fechas,
el palestino estaba ya gravemente enfermo: 'padezco una enfermedad crónica
-dijo Said a un productor de radio-, una enfermedad que tiene malos ratos,
pero trato de no pensar mucho en el futuro, pues considero que hay mucho
que decir y escribir, y sólo quiero seguir haciéndolo'. El
encuentro del director de orquesta y del intelectual fue una muestra de
esta carrera hacia adelante que ha sido descrita por uno de sus alumnos
como su viaje a Itaca".
Por su parte, Ramón Vera, traductor de Said a lo
largo de varios años, valoró la pérdida del intelectual
en los siguientes términos: ''Es como si con una muerte todo un
pueblo quedara huérfano. Es no una orfandad de padre sino una orfandad
de voz, sin menosprecio de tantos intelectuales palestinos que intentan
abrir surcos a la historia de lucha de su pueblo. Edward Said tuvo la suerte
de tener los hilos para globalizar en un instante la palabra borroneada
de una nación y una gente todavía no vista, todavía
no entendida en otras partes. Es como si hubiera muerto el último
cantador de una cultura oral, como si se cerraran de golpe las veredas
por donde al mundo fluía el sentido más profundo del pueblo
palestino. Su pérdida no es sólo política en el sentido
más concreto del término: se pierde una visión del
sentido propio que los pueblos amasan como el barro, cultivan con las hortalizas
pese a la poca agua y entretejen entre el amor y la muerte".
Mientras tanto, el historiador y novelista Carlos Martínez
Assad se expresó de la siguiente forma en torno a la ubicación
de Said en el mundo político: ''Said se hermanaba con muchos otros
con una identidad sólo salvaguardada por los valores que se mantienen
de generación en generación, que llevan consigo las familias
por carecer de un lugar territorial de referencia. Ese es el destino compartido
que ha marcado a armenios, kurdos y, por supuesto, a los palestinos, vinculados
a una nación que vive de la esperanza desesperanzada de quienes
aún la habitan y de quienes sueñan con el imposible regreso.
La peculiar posición de Said, la suma de identidades que representa,
le llevaron a escribir su obra más sobresaliente, Orientalismo:
un libro de ruptura porque ayudó a cambiar la visión unilateral
que inventó Occidente sobre los árabes. Para ello buscó
con imaginación las expresiones culturales más divulgadas
de la literatura, el cine y la música, para entender las distorsiones
de quienes creyeron entender una de las más complejas civilizaciones
a través de la superficialidad con la que vieron sus contenidos".
Edward Said nació en 1935 y falleció apenas
hace unas semanas. Hasta muy poco antes de su deceso se mantuvo como asiduo
y lúcido colaborador de La Jornada.
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