.. | México D.F. Viernes 3 de octubre de 2003
VANDALISMO: ¿A QUIEN CONVIENE?
La
magna marcha realizada ayer en esta capital para conmemorar la masacre
del 2 de octubre de 1968 y exigir justicia para las víctimas y castigo
para los responsables de esa barbarie de Estado perdió parte de
su presencia y de su impacto por los persistentes actos de provocación
y vandalismo que, a todas luces, resultaban ajenos y hasta contrapuestos
al espíritu de la manifestación.
Puede argüirse, acaso con razón, que los protagonistas
directos de los actos vandálicos referidos se limitaban a manifestar
un descontento social para el que existen sobrados motivos en el panorama
presente del país. Pero el accionar de los grupos de jóvenes
que secuestraron autobuses, robaron sus pertenencias a informadores y a
auténticos participantes en la conmemoración, agredieron
a policías y causaron destrozos en la torre del Caballito -donde
tienen sus oficinas los senadores de la República- pareció,
en todo momento, un operativo organizado y orquestado.
Una pregunta ineludible es quién o quiénes
podrían haber estado interesados en desvirtuar la marcha conmemorativa
del 2 de octubre, y con qué propósito. Una posibilidad es
que se haya buscado, con la infiltración de elementos violentos
en los contingentes de la manifestación, desacreditar, no la demostración
de ayer, sino el espíritu del movimiento estudiantil de hace 35
años. Los beneficiarios de una empresa semejante serían los
responsables aún vivos de la represión criminal desatada
por el gobierno contra los manifestantes de 1968. En todo caso, la destrucción
y la violencia de ayer no contribuye en nada a la reivindicación
de justicia y esclarecimiento de los crímenes de Estado cometidos
por la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, de la que Luis Echeverría
Alvarez era secretario de Gobernación.
Cabe demandar que las autoridades correspondientes investiguen
y esclarezcan, pues, la naturaleza de los actos irresponsables cometidos
ayer. Si resultara cierta la sospecha de que se trató de una maquinación,
los hilos de ésta podrían conducir a entornos sorprendentes.
Pero, independientemente de si se trató de un vandalismo
espontáneo, producto de la exasperación y el resentimiento
sociales, como si fue resultado de un operativo con propósitos
de provocación, la violencia ocurrida ayer en el contexto de la
marcha de conmemoración de la masacre no sólo agravia tanto
la memoria de las víctimas y el recuerdo del movimiento estudiantil,
sino evidencia la indolencia gubernamental, disfrazada de transparencia,
ante su obligación de procurar justicia y castigar a quienes, desde
el poder público, asesinaron, secuestraron, torturaron y vejaron
a ciudadanos inocentes.
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