México D.F. Viernes 3 de octubre de 2003
Boyd Tonkin
Una prosa como hacha de hielo
Los libros que nos hacen felices pudimos haberlos escrito nosotros mismos, dijo Franz Kafka, uno de los principales ancestros literarios de John Maxwell Coetzee. Además, el profeta de Praga añadió en una famosa carta que un libro debía ser el hacha que rompe los mares congelados entre nosotros.
Es una inquietante imagen de ficción: un asalto glacial seguido por el choque y la liberación. Pero le ajusta absolutamente al trabajo de J.M. Coetzee, quien ganó ayer el Premio Nobel de Literatura.
Como jurado en el Premio Booker de 1999, recuerdo mi momento de ''hacha de hielo" con Desgracia. Severa, implacable, exquisitamente escrita, la novela de Coetzee habla de un académico liberal humillado, hundido por la nueva Sudáfrica en una abyección de perros. De forma instantánea, se volvió un parámetro. Aquí estaba una novela que probaba no sólo los límites del amor, el sexo y la política, sino los límites de la humanidad misma. (Coetzee, por cierto, toma los derechos de los animales con suma seriedad.) Su victoria hizo de Coetzee el primer escritor en participar dos veces en el Premio Booker.
Los jurados lo eligieron sabiendo que el premio representaría una silla vacía en la cena. Ningún autor vivo cuida su privacidad tan celosamente. Ahora, el más elusivo de los escritores enfrentará todo el resplandor del premio más celebrado del planeta.
Frío, fastidioso en sus ironías: la idea de John Coetzee suena intimidatoria. No sólo se conserva como uno de los escritores más incorruptibles de nuestros tiempos, sino como uno de los más claros y valientes. Se pueden discutir las implicaciones de su trabajo -sus comentarios escépticos sobre el cambio político, por ejemplo- pero las malas noticias siempre vienen rodeadas con una prosa formidablemente lúcida y bien armada.
Siempre intensamente consciente de los conflictos sociales, el maestro sudafricano mezcla esta perspectiva con un cuestionamiento a la novela misma: cómo ubica sus historias, qué esconde y qué deja de mostrar. Coetzee, criado cerca del desierto de Karoo en los primeros años del apartheid, explora la realidad histórica pero, al hacerlo, con frecuencia desdeña el mero realismo. En una serie de novelas momumentales, desde Esperando a los bárbaros hasta Vida y época de Michael K a La era del hierro y Desgracia misma, mezcla una visión singular del colapso de la era colonial con un continuo desempeño magistral en las formas y objetivos de la ficción misma.
© The Independent Traducción: Fernando Camacho Servín
|