.. | México D.F. Viernes 26 de septiembre de 2003
BOLIVIA: COSTOS DEL MAL GOBIERNO
El
empeño del gobierno boliviano, que preside el empresario Gonzalo
Sánchez de Lozada, de exportar el gas natural del subsuelo boliviano
-el cual, para mayor agravio, saldría por un gasoducto conectado
al puerto chileno de Patillos, que fue cercenado a Bolivia en la guerra
de 1879- ha servido de catalizador para la conformación de un frente
obrero y campesino dispuesto a derribar a las autoridades actuales. Los
preponderantemente indígenas y campesinos Movimiento al Socialismo
(MAS) y Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), que originalmente capitalizaron
los descontentos por el saqueo de los recursos naturales, lograron esta
semana el respaldo de la Confederación Obrera Boliviana (COB), la
cual llamó a una huelga general indefinida a partir del lunes próximo
para exigir la renuncia de Sánchez de Lozada. De esta forma, los
trabajadores urbanos piensan apoyar los bloqueos a carreteras que desde
hace dos semanas realizan los pueblos del altiplano andino y que han derivado
en enfrentamientos con las fuerzas policiales y militares, con resultado
de siete muertos.
Debe entenderse que el entreguismo de Sánchez de
Lozada en materia de recursos del subsuelo no es sino la gota que ha derramado
el vaso de un vasto y profundo descontento social originado en la miseria,
la marginación y un estancamiento de dos décadas en los índices
de ingreso, empleo y productividad. Según la Unidad de Análisis
y Políticas Económicas del mismo gobierno, seis de cada 10
bolivianos subsisten en la pobreza y en la extrema pobreza, con un ingreso
diario de menos de dos dólares en promedio, en tanto que en el ámbito
rural nueve de cada 10 bolivianos son pobres o miserables.
Semejante catástrofe económica y social
ha sido incubada por una clase política que, en el marco de la "democracia
pactada" hace 20 años ha ido deslizándose a simas de ineficiencia,
corrupción, patrimonialismo en el ejercicio del poder e insensibilidad
ante las crecientes inequidades y rezagos. Esa clase política, de
la que el propio Sánchez de Lozada es casi paradigmático,
ha convertido las estrategias neoliberales dictadas por Estados Unidos
y el Fondo Monetario Internacional (FMI) -apertura comercial indiscriminada,
desregulación generalizada, contenciones salariales y liberación
de precios, disciplina fiscal a ultranza, privatizaciones sospechosas de
servicios públicos y de bienes y recursos nacionales- en una suerte
de piloto automático de la economía boliviana.
Un trágico ejemplo de la ineficacia y la insensibilidad
referidas lo dieron los gobernantes bolivianos en febrero pasado, cuando
acataron una directiva del FMI para gravar los salarios con el propósito
de reducir el déficit fiscal. La medida dio lugar a dos días
de protestas, disturbios, saqueos y choques armados entre soldados y policías
amotinados, con resultado de 32 muertos.
Los gobiernos de América Latina, y el de México
en particular, tendrían que verse en el espejo boliviano y dejar
de lado empecinamientos privatizadores y afectaciones de los recursos naturales
que lesionan la soberanía nacional y ponen en riesgo el futuro del
país.
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