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México D.F. Jueves 18 de septiembre de 2003
"Soy el águila descalza; no pertenezco
a grupos ni mafias", afirma el cineasta
Vamos a tratar de terminar con la visión del
Zapata de cartón: Arau
Como agua para chocolate, la película
que rompió con la cortina del nopal, dice "No filma quien
tiene más talento, sino quien más grilla", señala
el director, actor y productor
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
Apatlaco, Morelos. "Zapata es una expresión
personal, una película seria, un proyecto profesional. Pretende
ser un filme importante que lleve al mundo la imagen de México y
la figura de este caudillo, a quien considero un héroe universal,
en una época en que vamos hacia lo espiritual", afirma tajante el
director, actor, guionista y productor Alfonso Arau, cuando se le hace
notar que la percepción es que el suyo será un trabajo amilanado,
sólo para vender, más estético que histórico,
con una visión tipo Mexican curios. Esto, en un intermedio
del rodaje efectuado en las ruinas de la ex hacienda de Coahuixlta, incendiada
por Emiliano Zapata, donde las almas que la habitaron son representadas
por moradores de la región, quienes caracterizados emergen de entre
cientos de trabajadores y un inmenso equipo de producción que viene
y va, a semana y media de concluir el rodaje.
Los
rostros de los extras parecen haber vivido ahí por siempre, mientras
los retrata uno de los grandes maestros de la fotografía e iluminación,
destacado por su imagen épica e hiperrealista, sus sinuosos movimientos
de cámara y su personal manejo de la luz natural, Vittorio Storaro,
quien ha trabajado, entre otros, con Bernardo Bertolucci, Francis Ford
Coppola, Carlos Saura, en cintas como El último tango en París,
Apocalipsis ahora, El último emperador, Tango,
Novecento. Storaro dirige el movimiento de la cámara, grita
"¡despacho!" o "ahora no tanto"; encuadra, afina, mientras
Arau desde el monitor aprueba; luego éste indica: "No se rían,
están matando a sus familiares, están muy tristes". Arau
vuelve a la entrevista, que se da entre unas tumbas simuladas, donde los
"aliados de Zapata" caerán. El rodaje, en el que el protagónico
está a cargo de Alejandro Fernández, durará tres meses,
sólo dentro del ex casco, y en cercanos parajes abiertos.
Historia de ficción
"El siglo XX se caracterizó por dos versiones del
materialismo: el capitalismo y el comunismo; una vez vencido el comunismo,
al siglo XXI le corresponde la lucha dialéctica entre materialismo
y espiritualismo; en ese sentido, es una película progresista, que
mira al espiritualismo, con un líder como Zapata, un joven valeroso,
tenaz, que no se vende; un héroe que los jóvenes del mundo
necesitan", abunda el realizador de Calzonzin inspector.
"Veremos aspectos más íntimos y personales
del caudillo, su lucha espiritual según me la contó su gente,
los de su pueblo, los chamanes, los viejos, que hablan en náhuatl.
Me contaron su historia y yo la vengo a contar. Ellos dicen que Zapata
era un hombre predestinado, un guerrero sagrado, que nació con una
marca: un pequeño lunar en forma de manita sobre el pecho, la marca
de sus ancestros. Al crecer, y frente a las injusticias, los viejos del
pueblo le pidieron que los encabezara, pero él se negó: '¿por
qué yo?, soy joven, quiero vivir la vida, a mí me gustan
los caballos y las mujeres', pero un chamán le dice que está
predestinado y que no podrá escapar, y empieza a prepararse para
ser un líder. Voy a destacar el peso, la responsabilidad que sintió,
pues la decisión implicaba también la muerte de los que quería,
la de él mismo. La prueba de que cumplió su destino es que
murió para vivir eternamente: la historia perpetua del héroe
mítico. Eso contaré, respetando los datos históricos.
Para ello me documenté muchísimo; me está ayudando
Arturo Beristáin, que no sólo actuará sino que, como
trabajó en una novela sobre la Revolución, y como es un actor
muy estudioso, un intelectual serio, está muy empapado y le pedí
que vigilara fechas y sucesos. Claro que a veces me los brinco, porque
la narración lo pide, y porque ésta es una historia de ficción."
-¿Será entonces un Zapata idealizado?
-La historia oficial da visiones maniqueas, parciales.
Yo quiero mostrar un hombre integral: el revolucionario, el militar, pero
también el líder espiritual, que olvida la historia. Desde
niños conocemos un Zapata de cartón; aquí vamos a
tratar de romper con eso, y enfocar otros aspectos, como la influencia
que tuvo de los anarquistas mexicanos Soto y Gama, Magaña y Montaño...
Pero yo no soy un historiador, soy un contador de historias.
-¿Cree
que su visión repercuta en la imagen que las nuevas generaciones
tengan de Zapata?
-Claro, ese es el poder del cine.
El asistente de dirección lo llama. Promete regresar.
Es aquél y no Arau quien da las órdenes de rutina: "Silencio
aquella sierra, que se calle ese motor... ¿listo el disparo?", aunque
cuando todo está en silencio no falte el avión traicionero.
Las nubes están que ni mandadas a hacer por Gabriel Figueroa. En
una toma que se repite cinco veces, Patricia Velásquez, la actriz
venezolana que dará vida a la esposa de Zapata, se concentra tanto
que, luego de representar que observa un fusilamiento, tras el "¡corte!"
no puede contener el llanto; Arau le ofrece su silla, la abraza, sonríe
respaldando su trabajo.
Respecto del lenguaje narrativo que empleará, refiere
el director de El águila descalza: "Entrará en la
tradición del realismo mágico, que es más una etiqueta
de los editores para nombrar el boom de la literatura latinoamericana,
que se inicia con Juan Rulfo. Es éste quien comienza a evocar las
distintas realidades de las que hablan nuestros chamanes: hay una realidad
que tocamos y vemos, pero no es la única, pues aquí a un
lado hay otras paralelas, igual de reales, que no vemos. Estamos en la
tercera dimensión, pero de la cuarta para arriba no hay espacio
ni tiempo. En Zapata tenemos personajes de la cuarta dimensión,
que están muertos, pero desde ahí narran su historia. Por
eso la hacemos en esta hacienda en ruinas, sin resanar: como si de ellas
surgieran los personajes; una especie de fantasmas, pero no a la Disney,
aquí son totalmente reales. Yo no le llamaría realismo mágico,
sino realismo múltiple o superrealismo".
Entre otros detalles adelanta que habrá un prólogo/epílogo,
en el que Arau, en el papel de él mismo, presencia una representación
teatral en náhuatl que cuenta la historia de Quetzalcóatl,
"pues para esta gente Zapata es la encarnación de esa deidad prehispánica".
-El que figuras tan notables como Vittorio Storaro (con
tres Oscares) o Eugenio Zanetti (un Oscar en dirección de arte y
escenografía por Restoration) trabajen en Zapata,
contrasta con sus actores centrales, de poca experiencia. ¿No hay
un desequilibrio?
-Es que no tomas en cuenta la experiencia del director.
Siempre he combinado actores muy estudiados con principiantes, o con gente
que nunca ha actuado; a veces un extra resulta un actor formidable, espontáneo.
El deber del director es ecualizar el nivel actoral. Me siento muy
afortunado de trabajar con Storaro y Zanetti, pero también pienso
que ellos quieren trabajar conmigo porque estamos en condiciones iguales:
no me minimizo. Si reúnes los mejores elementos posibles, es más
probable que el resultado sea una gran película. Para mí
Storaro es el mejor fotógrafo del mundo.
Sobre la situación del cine mexicano recuerda cómo
pasó de ser una industria boyante en los años 40 a ser monopolizada
por el gobierno en los 50, hasta casi desaparecer: "No tenemos una industria
con el financiamiento que requiere. Por eso los cineastas mexicanos no
hacemos películas, sino milagros, pues lo único que hay es
un pequeño fondo del Fidecine, que es de tres pesos, administrado
por un consejo que se lo reparte a sus cuates, en el que no filma quien
tiene más talento, sino quien más grilla... Fue Como
agua para chocolate la película que rompió la cortina
del nopal, y gracias a ella el cine mexicano penetró en el mercado
internacional..."
-¿Sólo por su película?
-Sí, es obvio, no hay otra antes ni después.
Por un lado eso y por otro, en los años 90 el cine mexicano se independiza,
inversionistas importantes como Carlos Slim o Alejandro Soberón
ponen dinero para productoras como Altavista, Argos, y nacen películas
como Amores perros, Y tu mamá también, que
entran por la brecha que abrió Como agua..., que aunque tienen
éxito, son un cine pequeño, no siento que representen a México
ni están a la altura de lo que merece el cine mexicano; esto pasa
porque las condiciones son precarias...
-¿Para que haya buenas historias se necesitan recursos?
-No.
Ahí están Sexo, pudor y lágrimas, que por primera
vez retrata a la clase media, pues el cine mexicano ha sido tradicionalmente
populista, y Perfume de violetas, una cinta llena de talento. Pero
todo eso se queda ahí, no crece. Así, las empresas apoyadas
por Slim y Soberón están quebradas. El cine mexicano va a
seguir dando tumbos mientras no tengamos quienes sepan administrarlo; tal
vez para ello pasen dos generaciones. Existe capital mexicano para comprar
la Paramount, por ejemplo, para un área latina; en esa empresa existen
ya los cuadros que saben administrar, pero los inversionistas no tienen
visión.
La producción de Zapata es independiente
y corre a cargo de Arau y Javier Rodríguez (primo de Angel Isidoro
Rodríguez); la producción ejecutiva es de Ricardo del Río
y Miguel Arce; son también coproductores Pliny Porter y Mary Hertman,
de Visionaire Picture International de Canadá; y José María
Cunillés e Isabel Mulá de Comala Films, de España.
A la fecha, los siete y medio millones de dólares invertidos están
ya prevendidos en salas cinematográficas de Europa, Asia y Latinoamérica.
La música será de Ruy Folguera y ya se negocia la intervención
de Carlos Santana, que entraría en un disco promocional con varios
grupos de rock mexicano.
Resquemor
Respecto del resquemor que el ámbito cinematográfico
tiene hacia su cinta, se lamenta: "El cine mexicano se da en grupos y yo
siempre he sido muy solitario, no pertenezco a grupos ni mafias. Entonces
yo soy el águila descalza: las águilas vuelan solas,
y los lobos andan en manada. Me encantaría que mis colegas estuvieran
de acuerdo con lo que hago y me apoyaran, pero no siempre se puede. El
nuestro es un medio muy frustrado, no hay oportunidades, muchos cineastas
talentosos no filman, lo que nos habla de una especie de amargura como
gremio, y cuando alguien hace algo que implica tanto esfuerzo, como éste,
debía haber apoyo, pero no, todos critican, la prensa es muy amarillista.
Yo veo dos Méxicos: el de la gente que agradece mis películas,
y el de los colegas; finalmente estamos compitiendo. Pero sólo queda
el trabajo: es la única prioridad. Cuando uno se muera ahí
estará la obra para ser juzgado".
Hablan de su director
De entre los personajes ahí reunidos, Colombia
Moya, coreógrafa de algunas secuencias, refiere que Arau tiene mucho
sentido del movimiento escénico, debido a su experiencia como bailarín.
El destacado actor Jesús Ochoa, que hará de Victoriano Huerta,
dice no tener problema con que actores de menor experiencia como Alejandro
Fernández, Lucero o Jaime Camil tengan papeles más destacados:
"Uno sólo tiene que dar su mejor trabajo, el casting es responsabilidad
del director, y él tiene claro lo que busca. Sé que los está
cuidando mucho, que es lo que hace un buen director, y hay personas serias
acompañando a Arau, como Storaro y Zanetti, lo que es un plus...
¡al menos nos vamos a ver bonitos!" Jaime Camil bromea: "¿La
Jornada? ¡No me preguntes nada de política...! Yo hago
de Eufemio, hermano de Zapata; aunque Emiliano era menor, en las fotos
se ve mayor, pues los problemas agrarios caían sobre él.
Hacemos un Zapata con todo respeto a los indígenas mexicanos, con
el que se van a identificar los jóvenes, ya ves que hasta traen
sus T-shirts de moda con 'Zapata vive', que igual no saben qué
significa, pero quizá la traen por un sentimiento de arraigo. Arau
nos tiene gran paciencia, aprendemos mucho de él".
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