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México D.F. Jueves 18 de septiembre de 2003
Olga Harmony
Teatro del Cuerpo
Sin duda la importancia del Encuentro Internacional de Teatro del Cuerpo -que ya finalizó su sexta edición- propiciada por el grupo Línea de Sombra con apoyos de instituciones mexicanas y de embajadas de diferentes países, estriba en los talleres que especialistas nacionales y extranjeros imparten en Querétaro. Es indudable que el manejo corporal resulta básico para cualquier actor, aunque no siempre recurra a él en su sentido más extremo, pero es uno de los instrumentos de muchas escenificaciones actuales. Sin embargo, las cuatro representaciones de otros tantos grupos extranjeros invitados al encuentro, que se llevaron a cabo la semana anterior, me dejaron más preguntas que respuestas acerca de lo que es el llamado Teatro del Cuerpo.
Jorge Vargas, el director de Línea de Sombra -y promotor del proyecto junto con Alicia Laguna- habla en el programa de mano de ''una ventana a la teatralidad contemporánea", pese a que para su más reciente montaje eligió un texto tan convencional como Demonios, de Lars Norén, aunque en su segunda parte y en mucho gracias a la formidable escenografía de Edita Rzewska, tuvo un matiz muy inquietante. Pienso que Vargas, quien ya tiene un repertorio con su grupo -en el que incluye Galería de moribundos, de estricta expresión corporal- explora varias formas de la teatralidad.
Aunque para mí, como para muchos, el teatro más completo necesita la palabra, algunas expresiones de mima me resultan muy gratas. Entiendo que el género ha sufrido mutaciones desde las pantomimas que en mi lejana infancia se daban en el circo y algunas matinés de los cines de barrio, y aunque el legendario Marcel Marceau siga vigente con sus rutinas (dicho esto para no regresar a la decimonónica disputa que Marcel Carné ilustró en su película ya clásica Los hijos del Pa-raíso). Pero en esas rutinas, y en otras de los grandes mimos, hay una dramaturgia que entraña al cuerpo y las situaciones en que éste se involucra, lo que nunca logré percibir en los cuatro montajes aludidos.
Para muchos -sobre todo los que en todo el mundo han recibido adiestramiento con la quebequense Omnibus- resultará casi blasfemo lo que voy a decir. La actuación tanto de Dense Boulanger en Hilo de seda, como de Francine Alepin, en Efemérides, me resultó totalmente críptica y no logró producirme emoción alguna. Pensé en Rossana Filomarino y toda la gama de matices que transmite en su dolido Réquiem para un amigo, tanto con su cuerpo como con su expresión facial y, aunque sé que son odiosas las comparaciones, el teatro danza de las canadienses no logró conmover de la misma manera.
Mousson, de la compañía francesa Au cul du lup, es un ejercicio simpático en el que los tres participantes extraen gran cantidad de ruidos de objetos -unos muy obviamente preparados y otros con elementos como el agua, perfectamente dosificados- pero en el que no encontré visos de lo que podría ser Teatro del Cuerpo, ni mucho menos ese monzón al que se debe sobrevivir, según reza el programa. La dispersión entre un momento y otro, la falta de un hilo rector -si no se quiere hablar de una dramaturgia- que dé algún sentido a los graciosos momentos, es recurrente en estos espectáculos y el grupo francés no escapa a ello. Igual ocurre con La visita, de los grupos Carpa Theater de Viena y Gomer de México, en el que sí existe un muy buen manejo del cuerpo, pero cuyos episodios son muy independientes y basados en autores disímbolos, y ni siquiera la pretendida ambientación a partir del cuadro de Remedios Varo unifica. Lo que percibí como un plato fuerte de la parte escénica del encuentro -a juzgar por la expectativa del público mayoritariamente juvenil- con la escenificación de Bertrand'toys por el grupo ruso BlackSKYwhite me remontó a ese teatro que se hacía en los años 70 del siglo pasado, con su música ensordecedora, sus cambios de vestuario espectaculares, la iluminación estridente y efectista, también ayuno de dramaturgia aunque con una espléndida muestra de destreza corporal por parte de Marcella Soltan.
Sigo pensando que las capacidades corporales, muy cercanas a la acrobacia, de este tipo de teatro que forma una consolidada corriente universal, son un apoyo para que los actores tengan un registro muy amplio que les permita participar en escenificaciones diversas. Pero que un simple punto de apoyo no sustituye a la complejidad del fenómeno teatral.
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