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México D.F. Jueves 18 de septiembre de 2003

Sergio Zermeño

ƑOtro circo en Donceles?

Recuperar la imagen de la Asamblea Legis-lativa, generar consensos y elevar la calidad de los debates son los retos que enfrentarán los nuevos diputados locales, afirmó el actor estelar, René Bejarano, durante la toma de protesta de la tercera Legislatura (2003-2006), en la que su partido, el PRD, ocupará 37 de los 66 escaños.

Y la verdad es que después del espectáculo que nos ha brindado San Lázaro con su circo de tres pistas, a lo menos que los capitalinos podemos aspirar es a que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) funcione con su mayoría absoluta y salgan rápido las leyes que requerimos desesperadamente, en lugar de convertirse en Poder Judicial, contraloría y procuraduría, como está sucediendo con la Cámara de Diputados. Da gusto que desde el primer momento el coordinador perredista haya aclarado que los temas prioritarios en la agenda son, al lado de la pensión universal, las reformas al Código Electoral del Distrito Federal para que el próximo año se lleven a cabo las elecciones vecinales.

Este es un tema que requiere, en efecto, de gran debate, dentro y afuera de la ALDF, porque en este punto el gobierno de la ciudad y el propio perredismo han cometido errores mayúsculos. El más importante, porque significó un desacato a la ley, fue la suspensión de las elecciones vecinales que debieron tener lugar el 7 de julio de 2002, pero que los asambleístas decidieron que no se efectuarían "hasta que esté aprobada la nueva Ley de Participación Ciudadana". Argumentaron también que esas elecciones eran muy caras, lo cual resulta cínico después de conocer lo que han costado las contiendas en el interior de los partidos y después de enterarnos que sólo en gastos legislativos de 2000 a la fecha los diputados han dispuesto de 11 mil millones de pesos.

Desde su primer gobierno en el Distrito Federal los perredistas han argumentado que los asuntos de la participación ciudadana, ámbito legislativo que depende sólo de la Asamblea local, deben quedar supeditados a la reforma política de la capital, lo que depende del Congreso de la Unión, sobre lo cual los acuerdos parecen cada vez más difíciles. Esta torpeza generó que el gran impulso ciudadano de 1997 se desperdiciara y que de todas maneras la ALDF terminara aprobando, dos años después, una pésima Ley de Participación.

Pero no sólo de esa manera la sociedad ha quedado encadenada a la política, también lo ha sido por la herencia cultural de nuestros gobernantes: al inicio de su mandato López Obrador ofreció 500 mil pesos a cada uno de los mil 360 comités vecinales para la lucha contra la delincuencia. De esta manera, dijo, los comités se convertirían en el cuarto piso de gobierno. Pero ahí se equivocó, porque los comités estaban aún endeblemente construidos (llevaban un año en funciones), eran indisciplinados y lo siguen siendo, y en la mayoría de los casos no saben cómo comportarse para llegar a acuerdos y tomar decisiones. Esto resultó un estorbo para un equipo de gobierno acostumbrado, en su vertiente priísta, a la sumisión, y también para la otra vertiente, la de izquierda, cuyo voluntarismo y ansias de amoldar la sociedad al programa no soportan la indisciplina.

Rápidamente se dio la orden de sustituir a los comités por asambleas, donde pudieran entrar y salir legítimamente los enviados del gobierno local y central, y se redactó el proyecto para una nueva ley en la que los asuntos vecinales quedarían a cargo de un comité de vigilancia durante los periodos no activos de esas asambleas. Algunos jefes delegacionales más radicales incluso propusieron reactivar la figura de jefe de manzana, lo que recordaba los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba.

Parece, entonces, muy buena la idea de Bejarano y del PRD de regresar al tema abandonado de la participación ciudadana, pero tomando en cuenta que la sociedad no es una plastilina que pueda moldearse desde el Estado, que los comités vecinales no son células del partido ni cuarto piso del gobierno, y que no se crean en 15 minutos, sino que son una sedimentación que requiere autonomía, buen diseño normativo y tiempos mucho más largos que los de las administraciones gubernamentales.

Qué bueno que tenemos mayoría de una fuerza en la ALDF: ahora hay que abrir el debate y analizar el abanico de modelos de democracia social que existen para que logremos diseñar una ley que no supedite lo social a lo político.

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