México D.F. Sábado 13 de septiembre de 2003
ABUSO Y CINISMO DE LOS BANQUEROS
La
presente polémica entre el Gobierno del Distrito Federal y las instituciones
financieras que operan en México -la mayor parte en manos extranjeras-,
en torno a quién le corresponde brindar seguridad a sucursales y
a cuentahabientes en la capital del país, va mucho más allá
del costo de tales servicios de protección. En ese diferendo se
expresan, por un lado, las graves distorsiones y abusos que caracterizan
a la banca y, por el otro, la convicción de que las autoridades
están obligadas a proteger a los ciudadanos en el espacio de la
vía pública, pero no dentro de recintos privados, como las
instalaciones bancarias.
El hecho de que los bancos -alimentados con recursos fiscales
provenientes del ilegal rescate del Fobaproa/IPAB- no estén dispuestos
a proteger a sus propios clientes constituye una actitud irresponsable
y cínica, pues a la par que deja entrever que a los banqueros no
les preocupa el patrimonio ni la integridad física de sus cuentahabientes,
también pone de manifiesto su improcedente pretensión de
que el gobierno capitalino asuma el costo de la protección de sus
sucursales, lo que equivale a poner a las instituciones de seguridad pública
de la ciudad al servicio gratuito de entidades privadas y a privilegiar
a los bancos por encima de otros establecimientos comerciales que sí
pagan el costo de su personal de custodia y protección.
El absurdo de tal reclamo se refleja en el dato de que,
siguiendo la lógica esgrimida por los banqueros, las autoridades
tendrían que vigilar sin costo el interior de todas y cada una de
las propiedades privadas de la ciudad, situación inviable técnica
y jurídicamente.
Si a estas reprochables circunstancias se añade
que los bancos no contribuyen significativamente al desarrollo económico
del país -los créditos que otorgan siguen estancados en niveles
ínfimos-, que cobran desmesurados intereses y comisiones por sus
servicios, y que desempeñan su labor de forma poco eficiente y con
escasa calidad, las exigencias de las instituciones financieras del país
se revelan abusivas y perniciosas.
¿Cuántos policías serían necesarios
para custodiar todas las sucursales bancarias de la ciudad de México?
¿Por qué la ciudadanía debe pagar por tal protección
y tolerar que los banqueros se deslinden arbitraria e injustamente de sus
obligaciones? ¿Para qué sirve la banca si no otorga créditos
suficientes para el crecimiento nacional, si se enriquece del presupuesto
público y ni siquiera muestra compromiso real con la seguridad de
sus clientes?
El fenómeno de la delincuencia que azota al país
tiene múltiples causas, pero en el caso del robo a bancos y el asalto
a cuentahabientes debe reconocerse que tiene en la displicencia de los
banqueros un fuerte incentivo. Por ello, es hora que la banca asuma su
responsabilidad y pague, como todo establecimiento comercial, por la protección
de sus instalaciones y, sobre todo, por la seguridad de la clientela que
acude a ella para realizar sus transacciones.
|