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México D.F. Sábado 13 de septiembre de 2003
¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Armillismo culposo
SIEMPRE ME HA conmovido la ciudad de Saltillo,
capital del estado de Coahuila, cuna de no pocos próceres de nuestra
historia, del Corrido de Rosita Alvírez, del sarape llevado
inicialmente a aquellos lares por los tlaxcaltecas, de sus maravillosos
dulces de leche y del legendario pan de pulque, entre otras muchas cosas,
sin olvidar algunas de las banquetas más peligrosas por donde he
caminado.
CON
UNA PAULATINA pero inevitable houstonización de su trazo y fisonomía
-como el grueso de las capitales mexicanas, hay que añadir-, la
ciudad natal de Manuel Acuña, Artemio de Valle Arizpe, Carlos Pereira,
Julio Torri, Otilio González y Fidencio Flores, entre otros escritores
y poetas, es también la de un precoz y sapientísimo torero
mexicano y universal: Fermín Espinosa Saucedo, apodado Armillita
Chico, ya que su padre y su hermano Juan, tuvieron el mismo apodo.
OTROS SOBRENOMBRES DE tan excepcional y completísimo
diestro -indiscutible triunfador en todos los países taurinos del
orbe en las décadas de los 30 y 40- fueron los de Maestro de
maestros, Fermín el sabio y El maestro de Saltillo, no
obstante que a los tres años de edad dejó esa población
para ser llevado por sus padres a la ciudad de San Luis Potosí,
y siete años más tarde establecerse definitivamente en la
ciudad de México.
TRANSCURRIDOS 25 AÑOS del fallecimiento
de Fermín Espinosa -6 de septiembre de 1978-, y pospuesto el reconocimiento
hasta en seis ocasiones, por fin autoridades estatales y municipales, así
como aficionados saltillenses, tuvieron a bien rendirle un merecido cuanto
tardío homenaje, al ser develada el domingo pasado, en la sencilla
placita de San Francisco, donde antes estuvo la estatua de Juárez,
una escultura en bronce del maestro, ejecutando precisamente el lance de
su creación, la saltillera, especie de gaonera por alto o de manoletina
con el capote pero, en cualquier caso, una suerte de trámite que
poco refleja la grandeza tauromáquica y humana de Armilla.
SIENDO ESTA LA más original de las esculturas,
ya que el capote en vez de torear un toro embarca una historia taurina
insuperable, la pieza sin embargo es la cuarta que se erige en memoria
del insigne maestro, ya que las precedentes se levantan en las plazas de
México (1973), San Luis Potosí (1974) y Aguascalientes (1979),
ciudad donde Fermín literalmente se refugió una vez retirado
de los ruedos.
DE AHI EL armillismo culposo por parte de los taurinos
de Saltillo: tener que aceptar que el maestro ya no quiso saber más
de su ciudad natal, que lo es también de su primera esposa, Ana
Acuña, pariente del bardo Manuel y tan problemática como
éste durante su desafortunada unión. Por lo demás,
la afición saltillense también se houstoniza, al desentenderse
no sólo de honrar un inmenso legado profesional, sino de la edad
y el trapío de los toros y celebrar contados pero alegres festejos
al año, como el que se efectuó la misma tarde del homenaje
y en el que Miguel, hijo menor de Armillita, Zotoluco y Mario
Zulaica recibieron del emocionado juez José Antonio García
la friolera de 10 orejas y dos rabos. ¡Ay, maestro Fermín,
cuántos excesos se siguen cometiendo en tu nombre!
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