México D.F. Sábado 13 de septiembre de 2003
11-S: SEGUNDO ANIVERSARIO
Los atentados, fuente de capital político
que usa el presidente para hacer reformas
Se dedica Bush a privatizar parte del gobierno y anular
programas sociales
La agenda económica del mandatario, estancada
en los primeros meses de administración
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York. El presidente George W.
Bush ha utilizado el amplio apoyo popular generado por los atentados del
11 de septiembre de 2001 para implantar una agenda económica radical
que no busca menos que acabar de desmantelar el estado de bienestar social
y privatizar hasta 50 por ciento del gobierno federal.
Mientras gran parte de la atención de los medios
se ha centrado en los esfuerzos de la Casa Blanca para reformular la política
exterior y de seguridad nacional, algunos economistas advierten que tal
vez la parte más radical de la agenda gubernamental es la que gira
en torno de la economía nacional y el papel del Estado.
Bush ha conseguido reducir las regulaciones federales
y el gasto sobre programas sociales y crear las condiciones para lo que
se llama choque de trenes fiscal, con lo que lograría privatizar
o eliminar partes del gobierno estadunidense y sus funciones sociales.
Este enfoque neoliberal no es nuevo. Fue la agenda promovida
por los conservadores en los años 80, durante la presidencia de
Ronald Reagan. Ese intento fracasó en gran medida por una amplia
oposición pública. Cuando Bush llegó a la presidencia,
en enero de 2001, tenía el compromiso de resucitar esta agenda que
incluye reducir el tamaño y las funciones de los gobiernos federal
y estatales, eliminar regulaciones (tanto laborales como ambientales) sobre
las empresas y privatizar hasta 50 por ciento de la fuerza laboral del
gobierno del país.
Sin embargo esta ambiciosa agenda quedó estancada
en los primeros meses de este gobierno, nuevamente por una amplia oposición
popular, así como por una carencia de apoyo político para
Bush tras las controversiales elecciones de 2000 que lo llevaron al poder.
Pero esta dinámica cambió drásticamente
tras el 11 de septiembre. Desde entonces el gobierno de Bush ha utilizado
su nuevo capital político generado por los atentados para promover
una serie de medidas económicas -en particular un enorme traslado
explícito de riqueza a los ricos mediante las reducciones impositivas-
que varios analistas reconocidos advierten que podrían llevar a
cambios en el gobierno federal más fundamentales que los intentados
a lo largo de los pasados 100 años.
Prevén crisis fiscal provocada
Un
aspecto central de esta agenda radical es la intención de eliminar
vastas partes del gasto y programas sociales gubernamentales tanto a escala
estatal como federal y lograrlo de manera casi encubierta, creando una
crisis fiscal a propósito.
"Proponer reducir el gasto federal, particularmente en
programas sociales, es una iniciativa electoral delicada, pero una crisis
fiscal ofrece la tentadora posibilidad de forzar estos recortes por la
puerta trasera", explicó el diario Financial Times recientemente.
Esta combinación de amplios recortes en impuestos
a los ricos -que se calcula costarán al gobierno federal hasta 1.1
billones de dólares durante los próximos 10 años-
y los crecientes costos de la ocupación militar de Irak y otros
aspectos de la llamada "guerra contra el terrorismo" podrían llevar
a este gobierno a un tipo de bancarrota.
El influyente y conservador rotativo británico
explicó que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos calculó
que el déficit federal -o sea la deuda- podría inflarse hasta
llegar a 40 billones de dólares en los próximos años.
En algún punto en esta trayectoria, dice el Financial Times,
los bancos se negarán a prestar más dinero al gobierno federal
a una tasa de interés razonable y, con ello, éste tendrá
que reducir más su gasto.
En medio de la "guerra contra el terrorismo" es poco probable
que habrá recortes en el presupuesto del Pentágono. En su
lugar, las reducciones en el gasto federal serán en los rubros de
programas de apoyo a los jubilados, educación, salud y otros aspectos
sociales.
Mientras algunos se asombran y alarman por las consecuencias
económicas de las políticas de Bush, otros señalan
que son parte del juego para poner en práctica la agenda radical
de la Casa Blanca, o sea, se generan las condiciones de una crisis fiscal
para que el presidente anuncie que existe este problema y obligue al Congreso
a "portarse fiscalmente responsable" y recortar los programas.
Parte de esta estrategia ya está funcionando. Los
gobiernos estatales enfrentan ahora su peor crisis fiscal en 40 años,
y 31 estados se han visto obligados a recortar sus gastos. Con ello, programas
de apoyo para las artes en las escuelas, de asistencia alimentaria para
los niños pobres, de apoyo educativo y de salud se han recortado
y/o eliminado.
Al escala federal, explica el economista Paul Krugman,
la administración Bush ha reducido los impuestos a su nivel más
bajo en 50 años, con la mayoría de los beneficios destinados
al sector más rico del país. Con estos recortes, el gobierno
literalmente no cuenta con fondos para financiar programas de apoyo para
los jubilados y programas de salud, entre otras funciones sociales.
"El gobierno puede obtener crédito para cubrir
la diferencia mientras los inversionistas continúan negando la realidad,
sin poder creer que el único superpoder mundial se está convirtiendo
en una república bananera", escribió Krugman en su columna
del New York Times.
"Pero en algún momento los mercados de rentas se
detendrán: no prestarán dinero a un gobierno, aunque sea
el de Estados Unidos, cuya deuda está creciendo más rápidamente
que sus ingresos."
Krugman advierte: "en ese momento, o se incrementan los
impuestos de nuevo
o los programas que se han convertido en fundamentales
en la forma de vida estadunidense tendrán que ser destripados".
El profesor de la Universidad de Princeton argumenta que
mientras gran parte del debate público ha girado sobre quién
se beneficia más con los recortes de los impuestos, el problema
más grave es que el resultado de estas reducciones será que
los mercados crediticios finalmente obligarán a que el gobierno
lleve a cabo una disminución drástica de su gasto, y por
tanto de sus funciones sociales.
"Lo están haciendo a propósito", subraya
el analista Noam Chomsky. "Desean lo que se llama choque de trenes fiscal,
o sea, una enorme e impagable deuda pública". En entrevista con
La Jornada, Chomsky agregó: "La razón por la cual
lo están haciendo es que es un método para matar a los programas
sociales".
Esta agenda a largo plazo se combina con iniciativas económicas
a corto plazo que han dejado amplias sonrisas en los líderes del
sector privado. Tal vez lo más dramático, que dejó
pasmado al sector sindical, fue la presentación del gobierno de
Bush de nuevas regulaciones federales requiriendo que por lo menos 50 por
ciento de los empleos federales le sean ofrecidos a contratistas privados
dentro de los próximos cinco años.
Estos esfuerzos de privatización han sido acompañados
por lo que líderes del mundo de negocios han caracterizado como
intento sin precedente de reducir o eliminar regulaciones públicas
a las empresas. La bancarrota de Enron, el apagón de la costa este
y otros escándalos empresariales aparentemente no han hecho nada
para disuadir al gobierno de eliminar aún más la supervisión
que ejerce sobre las actividades y el comportamiento de las empresas privadas.
Un representante de la Cámara de Comercio de Estados
Unidos declaró recientemente a la cadena periodística Knight-Ridder
que la comunidad empresarial ha gozado de más triunfos este verano
para cambiar las leyes ambientales que todo lo que logró durante
los ocho años el gobierno de Bill Clinton.
Cuando Bush llegó a su puesto, en enero de 2001,
la comunidad empresarial le presentó una lista de prioridades, explicó
Bill Kovacs, vicepresidente de la Cámara de Comercio, y ha obtenido
cada uno de los cambios que deseaba.
Los ambientalistas dicen que los cambios carecen de precedente.
"Están intentando desmantelar algunas de las leyes originales de
aire y agua pura promovidas por (el presidente Richard) Nixon", advirtió
Lester Brown, presidente del Earth Policy Institute. "Van por todo", agregó.
Para el sector laboral, esta agenda no sólo implica
un nulo apoyo a los intereses de los sindicatos, sino una ofensiva para
defender sus derechos laborales fundamentales. Además, desde que
Bush asumió la presidencia se han perdido casi 3 millones de empleos
en este país, la mayor parte en el sector manufacturero.
Mientras Bush y su equipo insisten en que sus políticas
económicas llevarán a la prosperidad, sus fracasos inmediatos
son justificados como consecuencia del 11 de septiembre. Así, esa
fecha otorga suficiente capital político como para que un presidente
promueva una agenda que objetivamente amenaza los intereses de una mayoría
de trabajadores, niños, ancianos y comunidades en este país,
y otorga beneficios inmediatos a los más ricos.
A la vez, esa fecha sirve de excusa en relación
con todo lo que no funciona para los demás. Así avanza un
intento radical de reformular la economía estadunidense y el papel
del Estado en ella.
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