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México D.F. Sábado 6 de septiembre de 2003
ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Taconazos
EL TERCER INFORME de Gobierno demostró que entre los muchos propósitos de cambio pendientes por parte del jefe del Ejecutivo está el de aprender, si no cómo convertirse en un gran orador, por lo menos a hablar de manera profesional en público.
CON LA PESIMA costumbre de los políticos modernos de diferir a la radio, a la televisión y al marketing la responsabilidad de exponer pensamientos y sentimientos propios, no sólo un manejo de imagen convencional, el arte de convencer con la palabra -no con verborrea hueca- se ha convertido en pieza de museo y la capacidad de comunicación eficaz de los gobernantes con la ciudadanía, en sucesión de ineptitudes.
FUE SALVADOR ALLENDE quien en su visita a México como presidente de Chile mostró a jóvenes y adultos la grandeza humana y la importancia política de saber conectar, en público, la lengua con el corazón y el cerebro. Nada de tonos declamatorios, tercermundismo asonsonetado o monotonías tecnocráticas, sino el verbo accesible, humano, elocuente, didáctico e intenso de una convicción profunda que acariciaba y emocionaba a sus oyentes.
HOY, HOY, HOY, luego de muchos años de padecer oradores mediocres metidos a gurús sexenales, el Presidente en turno tiene la obligación profesional y humana de buscar, a la brevedad, un maestro en foniatría y oratoria moderna, no en marketing, desde luego, que le haga mejorar su timbre de voz, sonoro pero monótono, y a afinar sus recursos oratorios, carentes de modulación, ritmo, entusiasmo, convencimiento, dicción clara y ademanes, salvo cuando alguna ocasión se llevó el dedo índice a la boca para mojarlo con saliva y cambiar de página.
MURIO EL EULALIO más popular de México, El Piporro, quien, en menor grado de calidad y cantidad que Cantinflas y Tin-Tán, también incursionó en alguna película de tema taurino, Torero por un día, melodrama dirigido por Gilberto Martínez Solares en 1963, con argumento del propio Eulalio.
FUE UNA LASTIMA que con un tema tan bueno como el de un modesto torero bufo que hace creer a su pequeña hija que es figura del toreo y al ser descubierto se ve obligado a triunfar como lo que es, un cómico de los ruedos, Martínez Solares no haya conseguido sino un relato menor donde El Piporro apuntó un potencial histriónico apenas aprovechado.
CON LA HONROSA excepción de Espaldas mojadas, de Alejandro Galindo, El Piporro prefirió encasillarse en el estereotipo del norteño sin más problemas existenciales que entonar polkas y soltar ocurrencias con el típico acento. Y otra pena que la rica tradición del toreo bufo en México haya caído casi en desuso y hoy los públicos la confundan con el toreo serio, sus exponentes y promotores.
HARTOS TACONAZOS, POR cierto, ha de estar oyendo el más conspicuo de estos promotores taurinos cuando por vía legal ya se solicitó al Gobierno del DF la revocación de la licencia de funcionamiento a la Plaza México, así como desautorizar a la empresa la venta del derecho de apartado para la próxima temporada "grande", mientras no se castigue su responsabilidad en los elencos incumplidos y en los contratos falsificados. šEsas son faenas, huerco!
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