México D.F. Sábado 6 de septiembre de 2003
La conmemoración de los 30 años
del golpe militar reaviva el debate en Chile
Se ahonda la brecha entre simpatizantes de Salvador
Allende y Augusto Pinochet
Por presiones de democristianos y derechistas, Ricardo
Lagos no hablará en el acto del 11
XIMENA ORTUZAR ENVIADA
Santiago, 5 de septiembre. "No se trata de reivindicar
a Allende. No es mi papel", declaró el presidente Ricardo Lagos
el 29 de agosto, en entrevista con el semanario 7 más 7.
El 4 de septiembre, ante la prensa extranjera, Lagos opinó
que Allende se equivocó al plantear una reforma profunda del país.
Y neutralizó: "Encarnó el sueño de una generación",
y le reconoció la calidad del izquierdista más ilustre de
la historia chilena.
Entre dos fuegos, Lagos trata de contemporizar con quienes
lo critican, desde la derecha y la izquierda, acerca de su posición
respecto del presidente Salvador Allende, derrocado y muerto el 11 de septiembre
de 1973.
Para los primeros, el presidente intenta hacer la apología
del depuesto mandatario. Para la izquierda, Lagos ha sido tibio en su defensa
de la imagen del primer y único presidente socialista que ha tenido
Chile.
Y es que este país gira en estos días en
torno a esa historia iniciada hace 30 años y que tiene como personajes
principales a Salvador Allende y Augusto Pinochet: el golpe de Estado que
derrocó un gobierno constitucional y dio comienzo a una dictadura
larga y cruenta. Prensa, televisión y radio privilegian ese tema.
El debate político también.
La profunda división de un país no reconciliado
en el que cohabitan dos facciones políticas antagónicas se
hace más evidente en este septiembre, de fuertes connotaciones para
los chilenos.
En este mes se celebra la independencia, fue elegido Allende
y también fue derrocado y murió; en septiembre se conmemoran
las "glorias del ejército", que irrumpió violentamente en
la política, asaltó el poder y lo mantuvo por 16 años
y medio, a sangre y fuego.
El único hecho que en estos días ha logrado
competir en atención de la clase política, el empresariado,
los periodistas y los analistas es la firma por el presidente George W.
Bush del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y Chile.
Para los defensores del modelo implantado por la dictadura
y administrado luego por la democracia concertacionista, el TLC pone a
Chile "en camino hacia el primer mundo."
Para los detractores del modelo es la consolidación
del neoliberalismo y la globalización, que califican de excluyente
de las grandes mayorías, de los desposeídos y los postergados
de siempre.
Del TLC se seguirá hablando con intermitencias
hasta que entre en vigor, para lo cual faltan aún algunas instancias
y varios meses.
De la historia de los pasados 30 años se hablará
sin tregua y sin pausa en todos los días que restan de septiembre,
y sin duda el 5 de octubre, 15 aniversario del plebiscito en que la mayoría
de los chilenos le ganó a Pi-nochet la batalla con un lápiz.
Al rescate de la historia
Cada
día ocurren hechos alusivos a los 30 años: marchas, foros,
actos políticos y culturales, publicaciones periodísticas,
presentación de libros, estreno de documentales, rescate de documentos
y de imágenes.
El 4 de septiembre, 33 aniversario de la elección
de Allende, hubo una manifestación en la reabierta puerta lateral
de La Moneda, por donde el presidente socialista acostumbrada ingresar
y por la cual sacaron su cadáver el 11 de septiembre de 1973. La
dictadura la había hecho tapiar.
Los defensores de Pinochet anuncian que visitarán
el 11 al ex dictador para agradecerle otra vez la liberación de
la patria. La evaluación de estos 30 años y de sus protagonistas
es distinta y contradictoria según la realice una u otra facción.
El debate, interminable: "Allende hizo un pésimo
gobierno", dicen los defensores -in-cluso hoy- del golpe militar.
Jorge Arrate, socialista, ex colaborador de Allende, es
enfático: "Sí, se cometieron errores en el gobierno de la
Unidad Popular, pero no tenemos que responder de horrores como los de la
dictadura."
La estadística lo confirma: en los mil días
del gobierno popular no hubo prisioneros políticos, ni torturados
ni ejecutados, ningún ciudadano fue forzado al exilio por sus ideas.
Del saldo trágico del régimen pinochetista hay tantas como
irrefutables pruebas.
En el otro extremo, los nostálgicos del au-toritarismo
defienden a Pinochet: "El nos liberó de una dictadura comunista".
De los horrores, afirman: "Hubo excesos personales, no institucionales."
Se ha acusado al presidente socialista de vulnerar y poner
en peligro la democracia, pero la verdad es que murió defendiéndola.
Paradójicamente, Allende, héroe civil, murió en una
acción militar.
En cambio, Pinochet trató tardíamente de
civilizarse: cambió el uniforme, las gafas oscuras y el rostro impenetrable
por el traje de fina tela y una expresión bondadosa, que concordaba
con sus canas patriarcales.
Con ese nuevo look fue a ocupar su escaño
en el Senado", señala Darío Oses, periodista y escritor.
Y agrega " El Chile de hoy no es en absoluto el de Allende. En cambio,
en muchos aspectos decisivos sigue siendo el de Pinochet, desde luego suavizado
por la democracia, pero legitimado por ella".
En un país de paradojas -esquizofrénico,
afirman otros-, gobierno y oposición intentan imponer la reconciliación
o, al menos, el borrón y cuenta nueva. Para respaldar ese anhelo
se hacen innumerables concesiones, casi todas del gobierno a la oposición.
Por similares motivos el programa oficial de los 30 años
del golpe, anunciado en agosto, ha sufrido cambios. Inicialmente incluía
un acto público y amplio a realizarse el 11 de septiembre en La
Moneda, que Lagos calificó de "republicano".
En él se esperaba la participación no sólo
de representantes de la coalición gobernante, sino también
de las fuerzas y de los partidos de derecha, opositores, y de la Iglesia
católica. Los uniformados y los pinochetistas declinaron tal invitación.
No fue todo. El presidente del Senado, Andrés Zaldívar,
del Partido Demócrata Cristiano (PDC), integrante de la coalición
gobiernista, se apresuró a advertir que no asistiría porque
fue adversario de Allende.
A renglón seguido, Adolfo Zaldívar, líder
del PDC, opinó que homenajear a Allende era un despropósito
y que su partido "estudiaría" su asistencia a tal acto.
El gobierno se apresuró a explicar pública
y privadamente que habría dos actos: uno el 10 de septiembre, de
homenaje a Allende, y el otro, al día siguiente, para conmemorar
la pérdida de la democracia. El PDC accedió entonces a que
algunos de sus representantes asistieran al acto del 11.
El cardenal Francisco Javier Errázuriz estaba invitado
a pronunciar una alocución en el acto del 11; la condicionó
y finalmente fue cancelada. No se sabe si asistirá.
Lagos, por su parte, iba a hablar en el homenaje a Allende.
Rectificó y no lo hará.
|