México D.F. Jueves 4 de septiembre de 2003
CIUDAD JUAREZ: NEGLIGENCIA DE ESTADO
En
entrevista con este diario, el presidente de la Comisión Nacional
de Derechos Humanos (CNDH), José Luis Soberanes, reveló algunos
de los puntos centrales que se incluirán en la segunda recomendación
de ese organismo sobre los casos de feminicidio ocurridos en Ciudad Juárez.
El grave diagnóstico implícito en ese documento
pone de manifiesto la profunda desarticulación que padece el sistema
de procuración de justicia del país y la vergonzosa falta
de perspectiva y sensibilidad que ha caracterizado a las diversas autoridades
-de los tres niveles de gobierno- vinculadas al esclarecimiento de estos
trágicos hechos. De tal lastre de desaciertos y omisiones no se
libra la propia CNDH, como reconoció su titular al aceptar que esa
institución también falló en la atención del
caso.
Con todo, la responsabilidad mayor corresponde a las instancias
de procuración de justicia, las cuales han conducido la investigación
en completo desorden y han sido fatalmente incompetentes para erradicar
la impunidad que ha permitido que persista el feminicidio. En esta serie
de yerros y desatinos figuran, entre otros, la falta de coordinación
entre las autoridades para enfrentar y detener la cadena de asesinatos,
la negligencia de los agentes del Ministerio Público y lo inapropiado
de su metodología de trabajo; el desorden en que se encuentran los
expedientes, la presentación de inculpados sobre la única
base de su confesión (que en algunos casos podría haber sido
obtenida mediante tortura), la falta de seguimiento acorde a derecho de
las averiguaciones previas y las graves prácticas de intimidación
y hostigamiento contra familiares de las víctimas perpetradas por
servidores públicos.
En este bochornoso catálogo cabe incluir la carencia
de voluntad política de las autoridades para enfrentar vigorosa
y decididamente el caso, pues la insensibilidad de los diversos gobiernos
implicados ha sido la tónica durante una década. A la descoordinación
operativa y el caos en las investigaciones deben añadirse, como
signos de ese desdén oficial ante el dolor y el clamor ciudadanos,
los perturbadores intentos -tanto de la pasada administración estatal
panista de Francisco Barrio como de la presente del priísta Patricio
Martínez- por criminalizar a las víctimas, la continua evasión
de sus responsabilidades por el gobierno estatal -la respuesta del mandatario
chihuahuense al reciente informe de Amnistía Internacional lo ejemplifica-
y el inaceptable silencio del municipio de Ciudad Juárez ante las
peticiones de la CNDH.
El gobierno federal tampoco está libre de fallas,
pues no ha sido capaz de encarar con prontitud y suficiencia el reclamo
social que exige abordar decididamente un caso de proporciones mayúsculas.
El operativo bajo la supervisión de las autoridades federales
recientemente emprendido aún no ha dado resultados, la atracción
parcial del caso por la PGR parece un formulismo retórico o legaloide
sin efectos concretos y, hasta el momento, la promesa del presidente Fox
de designar un comisionado especial no es sino palabras. Ante las muertas
y las desaparecidas de Juárez, el Estado mexicano ha sido, hasta
la fecha, negligente y remiso.
Por ello, las autoridades tienen la obligación
jurídica y moral de honrar su responsabilidad y atender de forma
inmediata y completa la próxima recomendación de la CNDH,
los reclamos de las familias de las víctimas y la exigencia generalizada
de la sociedad para terminar con la impunidad, esclarecer la muerte y desaparición
de mujeres y castigar a los responsables. De igual manera, corresponde
a los diferentes gobiernos mostrar ante la nación sensibilidad y
compromiso verdaderos para impedir que los asesinatos sigan cometiéndose
y para reparar, en lo posible, el terrible daño causado por años
de displicencia y negligencia oficiales.
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