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México D.F. Martes 2 de septiembre de 2003
José Blanco
Juan Pirulero
Con ese lamentable juego inauguremos la segunda mitad del sexenio, entre "datos duros" sobre progresos puestos en duda por una sociedad crecientemente descreída del poder público y juramentos de los partidos de que ahora sí va a haber acuerdos políticos para bien de la nación, "aunque mantengamos profundas diferencias", como nos prometió ya el senador Jackson, al tiempo que esos institutos políticos baten y se debaten en su horripilante propio jugo.
Todos sabemos que los acuerdos entre los partidos a partir de hoy serán aún más inalcanzables. Sin un programa claro y consensuado a fondo, en su propio interior, de los tres "grandes", no puede haber acuerdos entre los partidos; menos aún si no sólo no hay ese programa sino, además, los tres están, más que nunca, trenzados en una degollina interna que está en vitrina y que, para la ciudadanía, hace tiempo es un hartazgo insufrible. Además, la degollina crecerá meteóricamente debido al "2006" intra y entre esos partidos. Por tanto, no se ve cómo llegarán los acuerdos "para el bien de la nación".
Ojalá ahí terminaran las cosas, aún falta lo peor: el debate -que no es tal porque no se da en ninguna parte- sobre el "modelo" económico. Es, nada menos, el asunto sobre el que los partidos dicen tener las más "profundas diferencias". Mientras por años y años hemos oído declaraciones de guerra a muerte contra el "modelo", el mismo no se da por enterado y sigue su marcha como si tal cosa. Los más afilados dardos verbales le hacen literalmente lo que el viento a Juárez. Por supuesto, hablamos del "modelo" neoliberal, sobre el que quién no tiene una resonante diatriba que asestarle, sin que el modelo sufra mayores rasguños, aunque haya quienes ya lo ven mortalmente vapuleado por la acción de los antitodo y pronada. Así también, bien acompañados de Juan Pirulero, llegarán los turistas revolucionarios a Cancún. Como lo han dicho los monos blancos italianos, vamos a Cancún a armar un desmadre.
Ahí, a la vera del Caribe mexicano, posiblemente haya uno que otro aporreado y, probablemente, escasos acuerdos, debido a situaciones del todo ajenas al desmadre.
El tal "modelo" ha comenzado a hacer agua debido a su propia lógica de operación, empeorada por la política dizque "keynesiana" del señor Bush. Pero no se va a despeñar por las acciones políticas internacionales de los disconformes activos, un subconjunto que apenas posee una brevísima intersección con el subconjunto de los realmente afectados.
El "modelo" que ha operado durante el último cuarto de siglo es producto del cambio en las condiciones estructurales de operación de la economía mundial, no de un maléfico y maquiavélico propósito de los organismos internacionales y de las grandes empresas trasnacionales, aunque muchas hayan sido las principales beneficiarias del "modelo" (muchas otras han reventado en el camino).
El "modelo" empezó a surgir a fines de los años 60, cuando la operación del sistema de medios de pago internacional, surgido en julio de 1944 en Breton Woods, produjo crecientes déficit en la balanza de pagos de Estados Unidos, fuga de capitales desde este país, presiones inflacionarias a nivel mundial, frente a todo lo cual los gobiernos europeos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) comenzaron a instrumentar una política económica cada vez más cautelosa ante el temor de que se desatara una espiral hiperinflacionaria, que estaba en el recuerdo vivo de lo que había experimentado Alemania en este rubro durante la posguerra.
Después vino, frente a la escasez de las reservas monetarias de Fort Knox, la desconexión gringa unilateral del dólar respecto al oro, en 1971, lo cual tuvo un severo impacto en la aceleración de la inflación mundial. Todavía vendría el choque externo petrolero para la OCDE, cuando el precio del crudo fue multiplicado por 12 por la OPEP, a partir de 1973, con lo cual la inflación mundial recibió un nuevo, severo impulso. Y todo ello ocurrió al tiempo que la productividad de las economías desarrolladas se vino abajo debido al agotamiento del perfil tecnológico surgido desde la Revolución Industrial.
El mundo inauguró un no sistema monetario internacional (como lo ha llamado Angus Maddison), con los cual las posibilidades de enfrentar una crisis de pagos, para cualquier país de la OCDE, eran extremadamente altas (como lo eran también para las economías subdesarrolladas, incluidos los países petroleros). Fue en tales condiciones como se rompió el consenso keynesiano y los gobiernos de esos países, gradualmente, fueron variando los objetivos de la política económica, desde el empleo y el crecimiento, hacia la estabilidad: literalmente no tenían de otra.
Aún surgieron, en el frente académico, Milton Friedman y secuaces, para dar el apoyo teórico a la "buena nueva". Si -entre otras cosas- el mundo no crea un nuevo sistema financiero internacional, con la mayor neutralidad monetaria, el "modelo" continuará aunque haya iniciado un descenso que nadie sabe en qué ni cuándo parará.
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