México D.F. Martes 26 de agosto de 2003
Documentan oscurantismo e intolerancia
Puebla, Pue. Cuando los catalogadores empezaron
a limpiar, clasificar y acomodar el acervo de la Biblioteca Palafoxiana,
notaron que había varios libros mutilados, con tachaduras o con
pegotes. Obviamente, los daños no eran resultado del descuido o
efecto del tiempo: alguien los había hecho con toda intención;
era una muestra concreta de los controles de lectura y escritura aplicados
por el Santo Oficio en la Nueva España. Testimonios del oscurantismo
y la intolerancia.
Con el gozo del descubridor pero conscientes de su ominoso
significado, los catalogadores fueron encontrando ejemplares donde tachones
de tinta corrían sobre frases, párrafos o páginas
enteras; o en los que ilustraciones y grabados aparecían burdamente
alterados; también encontraron los índices de libros prohibidos
que periódicamente emitían tanto la monarquía española
como el papado romano.
De tales hallazgos surgió la exposición
Libros prohibidos, censura y expurgo en la Biblioteca Palafoxiana,
"primer resultado en materia de divulgación" de lo que Alejandro
E. Montiel Bonilla, subsecretario de Cultura de Puebla, denomina Proyecto
Biblioteca Palafoxiana del Tercer Milenio.
De
acuerdo con los historiadores Benito Martínez y Gerardo Angel Chilaca,
todo libro publicado en la Nueva España tenía que ser sometido
a la censura del Consejo Real de Castilla, el cual dictaminaba qué
era lo que podía o no publicarse. Uno de los propósitos evidentes
era impedir la difusión de opiniones o imágenes contrarios
al poder religioso, político o social. Cuando el libro ya tenía
todas las enmendaduras del caso, el impresor elaboraba sus pruebas y las
presentaba nuevamente ante el consejo. Entonces recibían un sello
que indicaba que estaba autorizada la publicación del libro.
La censura se institucionaliza en el siglo XVI, como respuesta
del papado y otras autoridades eclesiásticas a dos acontecimientos
de incalculable trascendencia histórica y cultural: la invención
de la imprenta, en el siglo XV, y la "reforma protestante" que, impulsada
por Martín Lutero, dividió al cristianismo en el siglo XVI.
Con la aparición de la imprenta, los libros, incluidos
los que contenían ideas contrarias a la jerarquía católica,
alcanzaron mayor difusión. Era necesario tomar medidas radicales.
En 1564, durante el Concilio de Trento, surge el primer Indice de libros
prohibidos, en el cual se enlistaban los títulos y autores cuyas
ideas eran consideradas contrarias a la fe católica.
Posteriormente en España, bajo el reinado de Carlos
V, nace la censura civil, controlada por el Consejo Real. Por eso los libros
que se enviaban a América tenían que contar con la licencia
de un consejo auxiliar de la monarquía. Sin embargo, de acuerdo
con el catálogo de la exposición, "a pesar de las severas
penas para impedir la publicación de libros prohibidos, las irregularidades
en los sistemas de control y la imperfecta reglamentación ocasionaron
ediciones clandestinas, que permitieron la circulación de libros
prohibidos".
De cualquiera manera -a decir de Alejandro E. Montiel,
coordinador del Proyecto Biblioteca Palafoxiana del Tercer Milenio- los
criterios de censura eran mucho más claros y definidos: "sabías
con qué te enfrentabas y por qué", además de que la
revisión era realizada por especialistas en la materia de que trataba
cada libro. No obstante, los criterios variaban según la autoridad
civil o religiosa en turno.
Además del control ideológico, la censura
también tenía motivaciones económicas. Por un lado
-sostienen los catalogadores- era un instrumento del Estado español
para adquirir derechos sobre las ediciones, con sus correspondientes beneficios
monetarios. Por otro, era una estructura burocrática propicia para
la corrupción.
Entonces no había librerías como las conocemos
ahora. Los libreros en Nueva España hacían adquisiciones
en Europa por encargo específico de sus clientes y cuando los volúmenes
llegaban sobornaban a las autoridades encargadas de revisarlos. Eso explica
que en el acervo de la Palafoxiana -integrada por donaciones de particulares-
se encuentren títulos y autores proscritos.
Aunque en la biblioteca se encontraron más de 90
textos que encajan en la categoría de "libros prohibidos", únicamente
fueron seleccionados 34 para la muestra: autores o títulos cuya
censura era más representativa del ambiente cultural y político
de la época.
Entre otros, Elogio de la locura, de Erasmo de
Rotterdam, implacable ridiculizador de la autoridad eclesiástica
y a quien se consideraba un autor "condenado"; una edición de El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes,
al cual las autoridades portuguesas suprimieron, en 1624, pasajes del capítulo
XXVIII, en el que se describe la seducción de una doncella mediante
el engaño.
El título más censurado de los que se encuentran
en la Palafoxiana es Obras de Francisco de Quevedo Villegas, edición
de 1699. Uno de los mayores poetas del Siglo de Oro español, Quevedo
se destacó por la sátira con que enfrentó a la moral
de su tiempo. Entre los libros prohibidos se encuentran también
las obras del poeta renacentista Francisco Petrarca, admirador de Virgilio
y Cicerón y apologista del hedonismo.
Otras obras y autores censurados son Centuria astrológica,
de Michel de Nostradamus; Emilio o sobre la educación, de
Juan Jacobo Rousseau, y la célebre Enciclopedia de las bellas
artes, las ciencias y las materias, compilada por Diderot.
A grandes rasgos en eso consistía el acto de censura:
algunos libros pasaban intactos y otros no: era necesario expurgarlos,
es decir, suprimir, mediante tachaduras y mutilaciones, parte de su contenido
escrito o gráfico. Algo de esto es lo que se observa de Los libros
prohibidos...
Entonces como ahora, la Iglesia católica ha intentado
periódicamente acallar distintas expresiones, pero -celebra Benito
Martínez- ya no se puede volver a los tiempos en que corría
grandes riesgos quien se atrevía a leer libros prohibidos: "Perdía
sus bienes, era encarcelado; hoy somos una sociedad secularizada, ha habido
cambios profundos en el pensamiento y si, como ha ocurrido recientemente,
la Iglesia prohíbe un libro de Saramago, eso no impide que se lea,
al contrario".
Por eso -coinciden los catalogadores de la Palafoxiana-,
a pesar de sus continuos intentos y del eventual apoyo que pueda encontrar
en algunos estados y gobiernos, la Iglesia católica no podrá
instaurar de nuevo el imperio del oscurantismo y la intolerancia.
ARTURO GARCIA HERNANDEZ, ENVIADO
|