México D.F. Martes 12 de agosto de 2003
Septeto del DF
Jazzid cautiva con su propuesta jazz funk en Xalapa
ANTONIO MALACARA ESPECIAL
Xalapa, Ver., 11 de agosto. En medio de un calor inusual, se enfrenta la propia ignorancia y se llega a esta ciudad para conocer a una banda del Distrito Federal, Jazzid, encargada de cubrir la segunda fecha del Festival Internacional de Jazz en Xalapa, en el Centro Cultural Los Lagos. El lugar registraba un lleno todavía más imponente que la noche anterior y pacientemente se aguardó otra media hora de retraso para que llegara la música.
Siete músicos subieron al escenario, cuatro metales, y automáticamente surgía la pregunta de cómo iban a abordar con esta dotación instrumental los híbridos de su propuesta, que, según el boletín de prensa, era el acid jazz. Y claro, si en el nombre mismo de la banda se evidenciaban sus inclinaciones sonoras.
Pero resulta que no. Nada, absolutamente nada que ver con el acid. De hecho, Jazzid se mostró como un septeto lleno de recursos e imaginación, pero instalado plenamente en los terrenos del jazz funk; con conocimiento de causa, con soltura, con ganas, con un poderío que cautivó desde los primeros instantes al auditorio. Alan Z dibuja a solas los primeros y pausados y elegantes acordes en el piano y en menos de un minuto toda la base rítmica y los metales (saxos alto y tenor, trombón y trompeta) se sumergen en la espesura del funk.
The chicker entre aplausos y júbilo
El segundo tema, The chicker, se liga a la introducción entre los aplausos y los gritos de júbilo del público, integrado mayoritariamente por los más de 140 estudiantes que asisten al seminario. El bajo toma acelerada y contundentemente la primera voz, y en su propio vértigo arrastra al resto de la banda; cada uno de los solos es ovacionado, la sala entera se balancea, los músicos se contagian con el temprano fervor del público, la noche es de todos.
El poder de la banda se manifiesta en cada uno de los temas, pero con la llegada de Rashaana song aparece un furioso ventarrón que envuelve a Xalapa en cada una de sus laderas; bajo y batería construyen una plataforma monumental y sobre ella se despliegan los vientos del flugelhorn y los saxos (sólo al trombón le falta un poco de definición en sus solos); los dedos de Z marcan intermitentemente sus patrones en medio de la tormenta y consiguen que el pequeño Roland, que le asignaron, crezca sobremanera. Un dueto creciente entre bajo y batería hace retumbar las ventanas.
Cuando los metales están bien ensamblados, el resultado es invariablemente portentoso y atractivo. Alberto Obregón en trompeta y flugelhorn; Alberto Delgado en saxos alto, soprano, tenor y flauta; Ernesto Ramos en otro tenor; Luis Anguiano en el trombón; Alan Z en el piano; Rodrigo Barbosa en la batería y Marco Rentería en el bajo. Las percusiones de Raúl Oviedo nunca llegaron.
Jazzid se despide con un tema propio, El último quiebre, algo muy cercano al latin-funk, en el que Barbosa es ovacionado después de un esperado solo de batería. La gente no los deja ir; el septeto regresa con pick up the pieces, y aunque les pedían más, ni el tiempo ni la nota daban para más.
|