México D.F. Martes 12 de agosto de 2003
Luis Astorga documentó la intervención
de Washington en asuntos internos del país
Desde 1911 México ha supeditado su política
antidrogas a Estados Unidos
Autoridades de la Casa Blanca poseen pruebas
que ligan a funcionarios connacionales con el narco
JESUS ARANDA
La supeditación de la política antidrogas
del gobierno mexicano a los intereses y la estrategia de Estados Unidos,
desde 1911, permitió la intervención abierta de Washington
en los asuntos internos de México, sentó las condiciones
para que las corporaciones policiacas, como la extinta Dirección
Federal de Seguridad (DFS), se involucraran con el narcotráfico
con el pretexto de su lucha contra la oposición de izquierda y la
guerrilla. También se solapó la participación ilegal
de agentes encubiertos estadunidenses en operativos antidrogas y
dio lugar a la creciente participación del Ejército Mexicano
en la lucha contra el narcotráfico, con resultados contraproducentes.
El investigador en temas de narcotráfico Luis Astorga
afirmó lo anterior y enfatizó que cuanto más calificados
son los militares que combaten el tráfico de estupefacientes, cuando
se pasan del lado de los narcotraficantes -(como Los Zetas, ex miembros
de cuerpo de elite Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales, Gafes,
que sirven actualmente al cártel del Golfo)- hacen más
eficiente la acción de los grupos dedicados al tráfico de
droga.
Autor
del libro Drogas sin fronteras, Astorga documenta en este trabajo
la vigilancia "permanente" que ha ejercido Estados Unidos sobre México
desde 1911 para intentar frenar el paso de estupefacientes a ese país.
Inicialmente se trató de opio procedente de Oriente y posteriormente
se dejó lugar al paso de mariguana, cocaína y otras drogas
hacia el vecino país.
El investigador del Instituto de Investigaciones Sociales
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), documenta
que en los archivos de Estados Unidos se da cuenta de la presencia de agentes
antidrogas estadunidenses en México, quienes investigaban y colaboraron
en detenciones de narcotraficantes en territorio nacional, inclusive portando
armas, lo cual es evidentemente ilegal.
Estas acciones inconstitucionales, así como la
actuación de agentes de Estados Unidos que encubiertos compraban
droga para demostrar la culpabilidad de los traficantes, se prolongó
hasta los años 60, cuando los gobiernos de ambas naciones comenzaron
a formalizar la cooperación antidrogas.
También menciona que el general Pablo Macías
Valenzuela, quien también fue electo gobernador de Sinaloa a partir
de 1945, se constituyó en el primer caso de un miembro de la elite
político-militar "objeto de acusaciones directas y abiertas en la
prensa nacional relacionadas con el tráfico de drogas".
En su libro menciona que en los archivos del Departamento
del Tesoro y del Departamento de Estado del vecino país, precisamente,
el estado de Sinaloa es el que tiene más referencias sobre presuntos
vínculos de presidentes municipales y gobernadores con el narcotráfico.
Destaca también la complicidad en que incurrieron
los gobiernos de México y Estados Unidos, cuando, durante el régimen
de Miguel Alemán, se suscitó el primer escándalo que
vinculaba a figuras políticas de primer nivel con el narco.
El ex director de la DFS, coronel Carlos I. Serrano, fue
involucrado con el narco; sin embargo, en aquel entonces al vecino
país le interesaba más acabar con la oposición de
izquierda en México, por lo que hizo caso omiso del escándalo.
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