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México D.F. Sábado 9 de agosto de 2003
Aventuras para el Hombre Araña
Vicente Quirarte
Escritor, poeta, ensayista y dramaturgo, Vicente Quirarte
cultiva con rigor y pasión oficios y aficiones múltiples:
académico e investigador reconocido, doctor en literatura mexicana
e integrante de número de la Academia Mexicana de la Lengua. Del
monstruo considerado como una de las bellas artes es el título
de su nuevo libro, próximo a ser publicado por Paidós México,
cuyos fragmentos reproducimos a continuación con autorización
del sello como una primicia para el lector. Por lo pronto, Vicente Quirarte
dicta hoy la conferencia ¿Por qué todos somos el Hombre
Araña?, con la cual se clausura el ciclo Expediente Cómic,
que se organizó esta semana en el Centro Nacional de las Artes.
La cita es a las 17 horas en el Aula Magna José Vasconcelos
El
primer enemigo del Hombre Araña fue mi padre. Ambos fueron los mejores
amigos de mi infancia. No teníamos televisión pero sí
muchos libros. Después sabríamos que esos objetos impresos
y sin imágenes contenían potencialmente más aventuras
que las salidas del aparato congregador de nuestros envidiables, afortunados
vecinos, en cuya casa buscábamos refugio. Debido a que mi padre
anatematizaba tanto la televisión como los dibujos animados en revistas,
la prohibición nos condujo a la pasión. Su trabajo, como
historiador, consistía en descifrar y desmitificar la vida de los
héroes. Sus hijos nos afanábamos en explorar y mitificar
las vidas ejemplares de los superhéroes. Mi padre intentaba convencernos
-y a veces tenía éxito- de la resistencia de José
María Iglesias, la abnegación de Santos Degollado, las desventuras
de la familia Juárez. Pero a nosotros nos decían más
los naufragios y comentarios de un adolescente transformado por una araña
radiactiva o a las dudas existenciales del abogado ciego que decide convertirse
en paladín de otra clase de justicia.
Nacieron con mi infancia y no pasaba un mes sin que surgiera
un superhéroe con nuevos y sorprendentes poderes. El escenario era
una ciudad reconocible, Nueva York, lo cual contribuía a la verosimilitud
de las historias que modificaban la rutina de mi diario camino a la escuela.
En el primer número de Diabólico (Daredevil), el nuevo
paladín hace su debut con un recorrido por encima de las calles
neoyorkinas. Dos comunes mortales lo descubren y el primero dice: "¿Qué
es eso? Ah, otro superhéroe", a lo cual su acompañante responde:
''En esta ciudad no puedes dar la vuelta sin tropezarte con uno de ellos''.
Sobrevivíamos la semana sólo gracias a la ilusión
del siguiente capítulo. Al mismo tiempo, la emergencia de cada villano
era un examen al cual los lectores sometíamos a los creadores de
la historia. Cuando era un acierto, el resultado se aproximaba a la hipérbole
del gastrónomo Anthelme Brillat-Savarin cuando afirmaba que el descubrimiento
de un nuevo platillo era tan importante como el descubrimiento de un nuevo
planeta.
[...]¿Qué hace tan intenso e inolvidable
al Hombre Araña? ¿Qué lo distingue del resto de los
héroes supervivientes y necesarios en un mundo de canallas? Todos
hemos querido ser Supermán, pero todos hemos sido el Hombre Araña.
Aunque la muerte física del primero echó por tierra el mito
de la inmortalidad, el estudiante y periodista gráfico Peter Parker
tiene sobre Clark Kent una superioridad emotiva que lo convierte en el
último de los románticos y en el primero de los héroes
enmascarados. Una imagen frecuente en sus aventuras es la meditación
en la azotea -ese lugar tan alejado de los hombre como cercano al cielo-,
en la contemplación de la capital del mundo globalizado. Lleva,
como Supermán, los colores del imperio, pero no es un vasallo del
imperio.
Quien alguna época de su vida haya sido el Hombre
Araña conoce la grandeza de la tortura y las delicias de la victoria.
Batman tiene escudero, mayordomo y fortuna económica que lo curen
de los fracasos parciales; Supermán tiene su retiro en el Polo Norte,
donde recuerda su planeta natal y puede vivir en el mejor de los mundos
imposibles. El Araña está soberbiamente solo, como un adolescente.
Sobre sus ilustres antecesores, Peter Parker tiene dos ventajas: el sentido
del humor y la pobreza. Lo que podría hacer en su personalidad de
araña -robar una casa, entrar en un banco- contradice la ética
de su parte luminosa. Al igual que Babette, Parker puede afirmar, con mayor
justicia que nadie: no hay héroe pobre. Como respuesta a la pregunta
retórica que formulé antes, dejemos la palabra a Stan Lee,
el padre de los héroes -dioses y monstruos- que forjaron nuestra
primera y definitiva educación: ''Creo que Spidey ha dejado una
huella tan duradera porque quizá sea el superhéroe más
humano de todos. Nunca tiene suficiente dinero, siempre lo acucian los
problemas personales y no se puede decir precisamente que el mundo aplauda
sus acciones... En suma, se parece mucho a ustedes y a mí".
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