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México D.F. Sábado 9 de agosto de 2003
Carlos Montemayor
Fiesta de Liberación
Vertientes de la solidaridad italiana con la lucha zapatista
En las dos últimas semanas de junio y las
dos primeras de julio, el Partito della Rifundazione Comunista organizó
en varias ciudades de Italia un festival dedicado a América Latina.
El nombre del periódico del partido es Liberazione (Liberación),
y por ello se conoce a estos festivales como la fiesta de Liberazione.
Con ese motivo viajé primero a la ciudad de Milán, que este
año celebró la novena fiesta en la gran área Mazda
Palace, en la zona de Lampugnano.
Me llevó a las instalaciones del festival Guido
Milani, de la oficina de Rifundazione en la ciudad de Milán, quien
hace poco trabajaba en la dirección general de las juventudes en
esa misma ciudad, donde están inscritos más de 10 mil jóvenes.
Cuando llegamos a las instalaciones de Mazda Palace me sorprendió
la numerosa concurrencia en los paseos y en los locales de venta de libros,
diarios, materiales de "contrainformación", artesanías latinoamericanas
y comida. Me recordó los días de fiesta de la Semana de la
Novela Negra, que anualmente organiza Paco Ignacio Taibo II en Gijón,
Asturias, y que me parece debía traer alguna vez a México.
A un lado de las oficinas del festival dos jóvenes
vendían bolsas de "café zapatista" y libros del subcomandante
Marcos. Enfrente había un amplio jardín con 25 o 30 mesas
que compartían los clientes del Bar Cubano y de la Cantina Don Durito.
Esta última era una hostería para comida caliente y fría
donde atendían en varios turnos 15 compañeros del círculo
de Cornaredo y donde Guido me conseguía cada noche como aperitivo
un buen vaso de Glenlivet 12 años. En el Bar Cubano preparaban fundamentalmente
mojitos los cubanos Luis Loredo y Rubén Macías, hospedados
en un departamento cercano y perteneciente al hotel donde yo me alojaba,
y también los italianos Vincenzo Amura y Johny Gaetano Penna.
En
ese bar me encontré la segunda tarde con Ana Ferranti, una mujer
inscrita en el partido desde 1956. En otros festivales había hospedado
a los colegas cubanos en su propio departamento y era solidaria, particularmente
en esos momentos, con Cuba. "No bastan carteles para defender a Cuba" insistía.
"Necesitamos debates y manifestaciones, sobre todo ahora. No debe faltar
la ayuda europea". La vi en dos ocasiones más; la última
me entregó un papel donde ella había transcrito unas frases
de Bernard Shaw sobre Estados Unidos: "Che cose l'America, è un
paese che è passato dalla barbarie alla decadenza senza passare
attraverso la civiltá" (Qué cosa los Estados Unidos, un país
que de la barbarie llegó a la decadencia sin pasar por la civilización").
De los siete restaurantes y hosterías que había
en el festival, visité particularmente la Tanca Ruja o "Mesa Roja",
con especialidades de Cerdeña, y el restaurante Puerto de Mar, que
ofrecía la enorme variedad de pescados y mariscos que Italia es
capaz de llevar a la mesa. La primera vez que visité Puerto de Mar
era tarde. Cuando salíamos, hacia las diez de la noche, habían
atendido en ese restaurante a más de 630 comensales. La comida era
refinada y abundante. El trato de los camareros al levantar las órdenes
de comida, al servir y recoger los platos, era jovial y amistoso, pero
eficiente. Meseros y cocineros eran militantes que voluntariamente colaboraban
de esa forma con el festival para la recaudación de fondos del partido.
La primera noche que visité Puerto de Mar estuve con Guido y con
Gabriela González Fuentes, de la televisora comunitaria venezolana
Catia Tv (que hace dos semanas fue intervenida por las autoridades municipales
contrarias a Hugo Chávez) y de la productora Independiente Panafilms
("pana" en Venezuela significa "cuate", "compañero"). Comenté
que con este restaurante los comunistas italianos demostraban que sabían
hacer muy bien cosas reales. "Si hacen esto", agregó ella, "¿por
qué no podrían hacer un mundo mejor?"
Cerca de nuestra mesa pasó una mujer de baja estatura,
llevando varios platillos en una bandeja. Guido la detuvo y nos la presentó.
Era Luigina Milanese, empleada en las oficinas de Rifundazione en Milán,
que durante los festivales se convierte en la cocinera de Puerto de Mar.
Ella explicaba que los centenares de servicios diarios se debían
al entusiasmo del grupo que trabajaba a su lado. Volví a preguntarle
si ella cocinaba todo. "Certo" (Así es), me dijo. "Entonces, usted
es el cerebro" repetí. "Si, ma loro il core" (Sí, pero ellos
el corazón), respondió.
En otro restaurante así, no menos estupendo, en
el Festival Liberazione de Pisa, me visitó Roberto Bugliani, amigo
y traductor de mi novela Los informes secretos, que en italiano
se llama La danza del serpente (La danza de la serpiente), título
que yo había propuesto inicialmente a mis editores de Planeta México.
El vive en La Spezia y decidió encontrarse conmigo
en Pisa, que le resultaba más cercana que Milán, Florencia
o Livorno, lugares adonde yo también debía asistir. Gran
parte de nuestra conversación giró en torno al más
reciente comunicado en ese momento del subcomandante Marcos, El
mundo: siete pensamientos en mayo de 2003, aparecido en La Jornada
el lunes 30 de junio, un día antes de que yo viajara a Italia.
En tal ensayo Marcos señalaba que el EZLN
había retomado el diálogo con movimientos y organizaciones
sociales y políticas de diversas partes del mundo, como Italia,
Francia, Alemania, Suiza, el Estado español, Argentina y la Unión
Americana. Roberto Bugliani me comentó que la situación de
la solidaridad italiana con la lucha zapatista de los municipios autónomos
de Chiapas era muy compleja y fragmentada. "Hay comités de apoyo
en grandes ciudades como Roma y Milán, cierto", me dijo. "Pero también
hay en una pequeña ciudad como Lucca, en la Toscana, un grupo organizado
de compañeros que está desarrollando relaciones muy importantes
de intercambio solidario con varios municipios autónomos. Te soy
sincero, si este grupo no existiera, la solidaridad italiana con Chiapas
tendría una reducción significativa."
Me explicó que a veces las relaciones de intercambio
solidario entre los grupos italianos y Chiapas no son visibles en toda
su plenitud porque grupos como éste dan su ayuda sin pedir reconocimiento
y sin buscar protagonismos. Por ejemplo, el grupo de Lucca organizó
en Marina de Massa, en la región toscana, el 8 y 9 de septiembre
del año 2001, un seminario para construir desde "la base" nuevas
formas de solidaridad, en el que participaron intelectuales mexicanos cercanos
al EZLN y numerosas organizaciones de apoyo a la lucha zapatista. El objetivo
del seminario era buscar una unidad de acción entre los grupos italianos
y proponer nuevas formas de solidaridad. La coordinación era importante
para evitar que dos o más organizaciones trabajaran en un mismo
programa sin que una supiera lo que hacía la otra, porque esto ocasionaba
un dispendio de recursos.
El compartía la propuesta del EZLN de ir construyendo
una agenda común de discusión. Era necesario continuar el
diálogo y desarrollar el intercambio de ideas ahora que el EZLN
había roto su silencio. Esta construcción debía ocurrir
con todos los grupos empeñados en el intercambio solidario, pues
se necesita de un gran esfuerzo común que supere las actuales divisiones
entre las diversas organizaciones italianas. "La construcción de
la palabra espejo y cristal, como dice el EZLN, en Italia pasa también
a través de la construcción de una nueva coordinación",
me explicaba. "Ojalá que esta coordinación, si no fuera posible
hacerla en Italia, pudiera hacerse en México."
El 27 de julio me envió un breve mensaje por correo
electrónico, donde celebraba el esfuerzo de una nueva organización
del EZLN alrededor de los Caracoles. Prometí comunicar esto
en México a través de La Jornada, pero traté
de explicarle que el silencio y la palabra en el mundo indígena
no significan lo mismo que para la cultura occidental o europea. El silencio
es una forma intensa de comunicación. Los comunicados recientes
pueden ser también una forma de entender más profundamente
lo que ocurre en ese silencio.
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