México D.F. Sábado 9 de agosto de 2003
Los caídos son 4 mil 500 en cuatro años, dice Moscú
Han muerto unos 12 mil soldados rusos en Chechenia: ONG de madres
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 8 de agosto. En los casi cuatro años que lleva la guerra de Chechenia, sin contar las bajas registradas durante la pasada década de enfrentamientos armados en esa república separatista del Cáucaso del Norte, han muerto más de 12 mil soldados rusos, de acuerdo con las cifras dadas a conocer hoy por el Comité de Madres de Soldados, prestigiada organización no gubernamental.
Las autoridades rusas, en consonancia con la versión triunfalista que pretenden hacer creer, reconocen de manera oficial poco más de 4 mil 500 soldados muertos, un nú-mero de bajas tres veces menor que el revelado por el comité.
Valentina Melnikova, representante de esta organización fundada por un grupo de mujeres que comparten el dolor de haber perdido a sus hijos, por lo que se han volcado a crear conciencia en favor de detener la guerra de Chechenia, explica que su metodología de conteo -a partir de información recibida de familias de todos los rincones de Rusia- es "lamentablemente más cercana a la realidad".
Porque, a diferencia de estadísticas oficiales que comprenden sólo la cantidad de soldados caídos en combate, el comité incluye a los que murieron camino a los hospitales o durante el periodo de internación en centros médicos y también a los fallecidos, a consecuencia de las heridas, en el plazo de un año desde que fueron dados de alta.
En otras palabras, los datos en poder de la respetada organización no gubernamental permiten concluir que, en promedio, cada día han muerto nueve soldados rusos, desde que Vladimir Putin, entonces primer ministro de Boris Yeltsin, lanzó en octubre de 1999 la "campaña antiterrorista" que le sirvió de trampolín para llegar al Kremlin.
El gobierno ruso, reacio a proporcionar información sobre las bajas del ejército federal en la guerra contra los separatistas de Chechenia, de plano prefiere evitar el tema de los muertos entre la población civil de la república independentista, número que fuentes no oficiales ubican en un rango de 60 mil a 100 mil.
El anuncio del Comité de Madres de Soldados es un serio revés para el Kremlin, en la batalla de la información en torno a esta sangrienta guerra.
También lo es que, mientras Moscú sigue reclamando a Washington que le entregue a los ocho musulmanes de origen ruso detenidos en Afganistán y recluidos en la base estadunidense de Guantánamo, Cuba, acusados de pertenecer a la red terrorista internacional de Al Qaeda, dos de estos prisioneros pidieron hoy no ser extraditados a su país, dando a entender que las condiciones de reclusión son mejores allá que en cualquier cárcel rusa.
Amina Jasanova, la madre de uno de los llamados talibanes rusos, Airat Vajitov, en realidad un fundamentalista checheno, entregó al periódico Gazeta la fotocopia de una carta reciente de su hijo.
En la misiva Vajitov asegura que (en el infierno de Guantánamo, denunciado por organizaciones de derechos humanos que consideran inaceptables las condiciones de confinamiento de los 680 prisioneros que mantiene Estados Unidos en la Isla) "aquí nadie nos golpea ni humilla".
Jasanova solicitó al gobierno de Estados Unidos no extraditar a su hijo y, en acción paralela, Nina Adzhieva, la madre de otro prisionero, Rasul Kudayev, hizo lo propio, con el argumento de que en Rusia "no tendrá un juicio justo y puede ser torturado o asesinado".
Este tipo de noticias, vistas como parte de la contienda propagandística entre rusos y chechenos, tiene un mayor impacto en la opinión pública local que los reportes anodinos del Kremlin acerca de una pretendida "normalización" en Chechenia, cuyo episodio en turno es la convocatoria a elecciones para imponer -con la ayuda de 80 mil soldados federales- al político checheno más sumiso a Moscú.
En términos de imagen, tampoco favorece al gobierno ruso la decisión de reorganizar -descabezar, en sentido literal- el influyente Centro de Estudios de la Opinión Pública de Rusia, según acaba de denunciar su director, Yuri Levada, cuya destitución se hará oficial dentro de poco.
Al parecer, el Kremlin quiere que las encuestas sobre Chechenia arrojen resultados distintos a los publicados por Levada, que nunca ha puesto su profesionalidad al servicio de los intereses políticos.
El nuevo director, es de suponer, jamás va a permitir que se difunda que 60 por ciento de los rusos cree que la única solución a la guerra de Chechenia es negociar con los separatistas, como se atrevió a hacer Levada hace unos días.
Y, para colmo, está funcionando de nuevo Kavkaz-Centr, servicio informativo de los separatistas chechenos en Internet, sin que Rusia pueda hacer nada por impedirlo.
Se sabe que el servidor opera desde Vilnius, capital de Lituania, pero las autoridades de ese país del mar Báltico, que ya habían prohibido Kavkaz-Centr, como centro difusor de ideas extremistas, esta vez no saben qué hacer.
Los equipos chechenos están instalados en el departamento que ocupa Petras Grazulis, diputado lituano que goza de fuero, y ahora el asunto será turnado a una corte, mientras los dirigentes separatistas ofrecen su versión de la guerra de Chechenia en ruso, inglés y turco.
En medio de tanto descalabro informativo, podría ser un consuelo para el Kremlin que hoy el secretario de Estado estadunidense, Colin Powell, haya declarado que Shamil Basayev, jefe militar con vínculos foráneos más estrechos y principal promotor en Chechenia de las ideas wahabitas, "ha cometido, o representa un alto riesgo de poder cometer, actos terroristas, que son una amenaza para ciudadanos estadunidenses, así como para la seguridad nacional, la política exterior o la economía de Estados Unidos".
Rusia y Estados Unidos acordaron presentar una solicitud conjunta para incluir a Basayev en la lista negra del terrorismo internacional, dentro del comité de sanciones del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.
Poco menos de seis meses antes, el pasado 19 de febrero, Estados Unidos ya había inscrito a Basayev en su propia lista negra de terroristas.
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