México D.F. Martes 29 de julio de 2003
REPORTAJE / POSIBILIDADES
DEL BARRO
Proyecto artístico-escultórico-ecológico
de Luis Miralles
Una casa-ciudad dormita bajo el bosque del Ajusco
A una profundidad de 20 metros, curvas y sonidos avivan
el don de la ubicuidad en un espacio creado para probar que la energía
del barro puede ser una solución más ''inteligente'' que
la recién inaugurada torre de Paseo de la Reforma
CARLOS PAUL
Debajo del bosque del Ajusco, a 20 metros de profundidad,
dormita una fascinante e inexplorada ciudad.
Edificada durante 16 años, sus silenciosos senderos
y muros conforman un laberíntico y sui generis espacio arquitectónico.
Sencillez, precisión y armonía se unifican
en esta construcción ecológica cimentada en las entrañas
de la tierra, cuyo anhelo es demostrar a los habitantes de la superficie
que se puede construir un lugar que no dañe la Naturaleza.
Uno de sus propósitos es redescubrir todo lo que
aún puede ofrecer el barro, material flexible y mitológico
que durante miles de años ha sido utilizado por el hombre.
Espacio alucinante
Luis
Miralles Ostos, su artífice, es el guía por esta ciudad,
a quien La Jornada pudo conocer gracias a los buenos oficios del
pintor y caricaturista Manuel Ahumada.
El viaje se inicia luego de dejar la carretera libre a
Cuernavaca; al adentrarse unos minutos caminando por el bosque. Allí,
en algún lugar, se ven unas torres en construcción que simulan
estar derruidas y mal construidas, pero en realidad es sólo un efecto
óptico que hace recordar a H.P. Lovecraft.
Junto a ellas se abre una suave pendiente en espiral con
muros de ladrillo -deformados y coloreados- que texturizan el camino de
entrada a este alucinante espacio.
Luego de traspasar la única puerta de herrería,
la atmósfera cambia, todo -absolutamente- esta construido con ese
milenario material que es el barro y se tiene la sensación de haber
entrado en un luminoso misterio, en la arquitectura dinámica e infinita
de M.C. Escher y de ser un personaje soñado por la pintora Remedios
Varo.
La suave pendiente continúa en línea recta,
los muros son lisos, dan ganas de acariciarlos, el pasillo es largo y el
aire es fresco.
Sin sentirlo se baja a una profundidad de 20 metros; hasta
lo que es el centro (''un jardín"), punto en el que confluyen las
cóncavas y convexas entradas y salidas de los demás pasillos.
Aquí abajo, los sonidos, las palabras y sus ecos
cobran especial encanto. Los rincones que se observan aparentan estar llenos
de secretos.
Durante el recorrido subir y bajar, una curva u otra,
izquierda o derecha, paulatinamente dejaran de ser puntos de referencia,
pues de acuerdo con Miralles, el encanto y misterio de un laberinto comienza
con la desorientación. Sensación que aquí se modula
con un sentimiento de seguridad y ligereza.
Lo primero con que se encuentra uno es con el jardín,
sí, una pequeña y axial área verde, todavía
con pocas plantas, pero que además de ser un bello ornamento produce
oxígeno, ya que absorbe el agua ¡de una cocina! ubicada a
la izquierda, escalones arriba.
Alargada, con cinco o seis espacios para la leña
del horno, la cocina cuenta con todo lo que se requiere para preparar cualquier
guiso. Integra un fregadero con agua corriente, una campana natural de
aire y repisas especiales para la despensa, donde quesos o jamones, frutas
o verduras bien pueden conservarse sin necesidad de refrigeración.
A la mitad de la cocina otro pasillo que baja (o sube
si se quiere), en cuyos muros laterales hay 200 espacios para albergar
¡400 litros de vino!: una cava natural que para consumirla precisaría
de abundantes brindis. ''¡Salud! Y que no muera el arte, que de eso
vivimos."
Evocación de sueños y recuerdos
Luego del jardín y la cocina se decide conocer
uno de los dos recintos con singular perfección acústica.
Si alguien se acerca a milímetros de distancia
de cierto muro y se pronuncia en voz -pero muy baja-, por ejemplo: ''Te
deseo'', se escuchará con perfecta claridad en la pared de enfrente:
la admirable combinación de curvas y sonidos avivan el don de la
ubicuidad.
Tiempo después sabremos que todos los techos y
las ''habitaciones" son abovedadas y lisas, cuyas superficies van de tres
a siete metros cuadrados y que aun cuando no se ven instalaciones toda
la iluminación es eléctrica. En tanto, seguimos la travesía.
Caminar aquí dentro evoca sueños y recuerdos.
El olor y lisura del barro exalta los sentidos y la imaginación,
como si quisieran remodelar el origen mítico del animal-humano.
Ser que encontrará también, aquí,
un espacio para enaltecer su espiritualidad: una capilla estructurada por
un breve pasillo y tres recintos ovalados, que
en conjunto suponen una cruz. Rezos o simple meditación
albergarán estos muros.
Al proseguir el recorrido la edificación (en cuyos
pasillos hay diversos nichos y algunas bancas para descansar), evocando
la pintura de Remedios Varo, un maravilloso detalle natural llama la atención.
Finas y delgadas raíces de árboles cuelgan
de algunas partes del cielo raso, techo que al mismo tiempo es suelo: tierra
del bosque. Allí, el arriba es el abajo y el abajo es el arriba
para compartir un solo espacio.
A diferencia de la doble perspectiva arquitectónica
de otros senderos, cuyos refinados arcos y fachadas juegan acariciando
la mirada.
La peculiaridad de esos caminos es que su arquitectura
se percibe de una manera al subirlos y de otra al descender, hecho que
los convierte en bellas y perturbadoras ilusiones ópticas.
Luego de un tiempo y a esta profundidad se podría
pensar en la falta de oxígeno. Sin embargo, el secreto de la ventilación
es haber construido dos pozos. Uno para la entrada de aire y otro para
la salida.
Ambos forman un especie de sifón que impide que
se vicie el aire y se mantenga una temperatura y una humedad adecuadas
y permanentes (14 grados Celsius) que sólo cambia lo mínimo
cuando es invierno o verano, y a lo que contribuye también -recordemos-
que todo esté edificado con barro, material utilizado por los pueblos
más antiguos de Mesopotamia en sus construcciones, creaciones que
siguen tan vigentes como hace seis mil años y que sirvieron de inspiración
-entre muchas otras referencias culturales y científicas- a Miralles
Ostos.
Adiós residuos
Y para tirar el miedo de una improbable asfixia
en esta casa-ciudad subterránea también hay baños,
los cuales sencillamente tienen lo indispensable: retrete y lavabo. Si
alguien es un poco pudoroso, tendrá que esperar, no mucho, a que
pongan cortina a la regadera. Todo -igual que la cocina- tiene agua corriente.
El sistema de drenaje, aquí abajo, no es por bombeo,
sino por escurrimiento, el cual desplaza tanto las aguas negras como jabonosas
de la cocina hacia un pozo -debajo del jardín- donde son tratadas
y convertidas en abono y humedad, que luego serán absorbidos por
diversas plantas, las cuales generan oxígeno. ¡Voilá!
Adiós residuos.
Por si fuera poco, Miralles Ostos muestra lo que es quizá
el espacio más fascinante, de todo lo ya de suyo extraordinario:
¡Un foro para casi 100 personas! Aparte los camerinos.
La mirada se extiende y el espíritu se regocija.
El sitio es sublime y espléndido. El telón de fondo del escenario
es una combinación de tierra, piedra y lava petrificada con raíces
vivas.
Para los espectadores construyó una serie de gradas,
entre las que se pueden integrar -según la ocasión- pequeñas
mesas con cuatro sillas. No se necesita equipo de sonido: la acústica
es natural. Dependiendo del espectáculo que se presente la iluminación
puede adecuarse. Es un foro cuya majestuosidad radica en la sencillez y
que además podría servir como galería, salón
de baile o sala de conciertos.
''Tener tantas personas aquí abajo y dentro del
foro no es problema -explica sonriente y satisfecho su creador-, pues entre
más individuos generen calor, más se acelera la ventilación.
Además, se cuenta con salida de emergencia. Todo, no sólo
esta área -añade- está protegida del sol, el viento
y la lluvia, inclusive de un sismo."
Salto al pasado
El recorrido no acaba. Y aunque el trazado es caprichoso,
todos los pasillos confluyen en lo que es el patio y el jardín,
como en las casas antiguas.
A un costado del escenario ocho pequeños camerinos,
uno para el director, siete para los actores y un nicho para el equipo
de iluminación. Pasos adelante desembocamos otra vez al centro y
otro sendero lleva a lo que podrían ser las habitaciones para dormir.
Allí la acústica desarrolla otro juego con la percepción
y se convierte en herramienta de la ciencia.
''Hace
tiempo estuvo de visita una doctora que trabaja con niños sordos
e hizo una serie de estudios -cuenta Miralles Ostos-, pues cuando alguien
se para en el centro de la habitación, el sonido llega hasta el
hipotálamo del cerebro, lo que puede servir para el estudio de adultos
o niños sordos a los que se quiere enseñar a pronunciar."
En esos cuartos más que camas, habrá abrigadores
tapetes y cobijas de lana.
Todo es un espacio cerrado y sin ventanas, sin embargo,
en ningún momento se tiene la sensación de estar dentro de
una cueva. Por lo que para darse un gusto -otro-, el también ingeniero
y escritor, aquí abajo construyó una.
''Una pequeña cueva dentro de una casa subterránea
y dentro (de la cueva) un pequeño quiosco con ventanas de piedra
que dan a un paisaje de piedras."
Por el momento hasta aquí llega este fascinante
y monumental proyecto escultórico-arquitectónico-ecologista,
que le ha llevado a Miralles Ostos ''cerca de 16 años" y quien ha
pedido guardar la secrecía de su ubicación, pues -dice- aún
no lo concluye. ''Faltan algunos detalles."
-Pero, ¿cuál es el propósito de este
magno proyecto?
-Demostrar que se puede construir un lugar sin deteriorar
la tierra, el suelo natural, y para que no se le robe a la naturaleza más
espacio del que ya se le robó.
Con esto, expresa Miralles Os-
tos, ''además de que se respeta a la naturaleza,
se deja el espacio para que selvas, bosques y montes se puedan reforestar.
''La idea, también, es dar un salto al pasado,
es decir, redescubrir todo lo que puede ofrecer el barro, pues aún
tiene muchas posibilidades. No hemos terminado de explorarlo, aun cuando
por miles de años ha sido utilizado por el hombre.
''Por otro lado, se trata de evidenciar que no necesariamente
la tecnología contemporánea o el más reciente invento
es la mejor solución.
''Tomemos como ejemplo la recién construida torre
en Paseo de la Reforma, llamada 'inteligente'. Habría que preguntarse
para empezar, cuál fue el costo de su construcción y cuál
será el de su mantenimiento. Cuántos años o miles
de años durará una y cuántos esta otra. Cuánta
energía demanda una y cuánta la otra. ¿A tanto gasto
de energía se le llama inteligente?"
Espacios polipotenciales
Con esta obra artístico-arquitectónica ''se
muestra cómo puede ser aprovechada la energía del barro,
creando espacios polipotenciales, es decir, que igual puede servir como
casa-habitación o zona recreativa o para una bodega de vinos o quesos
o carnes frías o una escuela o un foro de teatro o de pintura o
de música o quizá una iglesia o una cripta.
''Las utilidadades de este espacio son muchas y su inversión
no es tan alta, pues en primera instancia el barro se produce in situ
por lo que su costo es mínimo. Me llevó casi 16 años,
pero si hubiera tenido el dinero suficiente, se habría hecho en
dos", explica Miralles Ostos.
''Al proyecto -abunda- le faltan algunos detalles. Por
ejemplo, en la entrada, en la superficie, aún se construyen dos
torres; una será un observatorio y otra un campanario."
Al preguntar qué superficie tiene toda la construcción,
Luis Miralles Ostos sonríe, pero no responde. Promete ofrecer ese
y otros datos técnicos en otra ocasión. Mira su reloj. El
recorrido con pausas para charlar duró cerca de dos horas y media.
Durante el camino, rumbo a la única puerta de herrería,
detrás de nosotros quedan revoloteando sueños y pensamientos
en la oscuridad y el silencio.
Afuera, el bosque y el crepúsculo. Abajo, a 20
metros de profundidad, una casa-ciudad espera que pronto se vuelvan a abrir
sus puertas. En tanto, sin ninguna presencia humana por sus senderos, vuelve
a dormitar.
BAJO EL AJUSCO A 20 metros de profundidad, Luis Miralles edificó durante 16 años una laberíntica casa-ciudad ecológica, cuyo anhelo es demostrar que se puede construir un lugar sin dañar el ambiente FOTO ALFREDO DOMINGUEZ
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