México D.F. Martes 29 de julio de 2003
José Blanco
Carcinoma
Casi cada día hay alguna noticia sobre ella en la prensa, aunque en tercer o cuarto lugar de importancia, y en México se le asignan no escasos recursos, a pesar de lo cual el gobierno se ocupa marginalmente de ella; forma parte recurrente del discurso de los partidos políticos y sus partidos, pero en los hechos es la Cenicienta de las políticas públicas; toda la vida todo mundo ha jurado que no hay nada más importante para el futuro del país, especialmente hoy en la era (en sus prolegómenos) del conocimiento, pero ese esclarecido reconocimiento no tiene traducción práctica palpable para la ciudadanía: es la marginada educación, por supuesto.
El futuro del país requiere con urgencia imposible de medir una educación superior considerablemente más amplia, diversificada y de alta calidad. Mucho puede hacerse para mejorar la operación, la gestión, la mejora de los programas, la calidad de sus docentes y sus modelos pedagógicos y, de hecho, hace varios años que muchas universidades públicas mexicanas están en ese empeño con asiduidad silenciosa. Pero si la materia prima primordial -la formación básica de los alumnos- no mejora, el límite con el que las instituciones de educación superior se topan una y otra vez seguirá como hoy: irremediablemente cercano e inexpugnable.
Emilio Tenti Fanfani, coordinador del Area de Diagnóstico y Política Educativa del Instituto Internacional de Planeación Educativa de la UNESCO, sostiene que "las evaluaciones educativas no han servido como herramientas pedagógicas para maestros y padres de familia, ya que la información que generan está muy alejada de la realidad cotidiana y de lo que realmente interesa a los mentores".
Tenti se refiere a la educación básica (niveles prescolar, primario y secundario). El experto de la UNESCO afirma algo que a todos nos consta: "En toda América Latina las evaluaciones han servido más para el debate político, han servido mucho para quienes aplican la política educativa, han servido más para tomar decisiones, pero han servido menos para los propios docentes en el aula. Si bien reciben resultados de las condiciones que guarda la educación de un país, quieren también tener información de los alumnos que están en su aula; los maestros requieren de capacitación para que estén en condiciones de aplicar una evaluación al inicio y al término de un periodo para ver si han mejorado" (Reforma, 27/7/03).
En México el millón de profesores que laboran en el nivel básico son, muy lejos de la educación, un espacio codiciadísimo para la política-política. Ahí se ubica una masa de maniobra descomunal que sirve a la política, no a la educación de los niños. Ahí están las raíces del poder de Elba Esther Gordillo.
Ese poder está a la vista y tiene múltiples expresiones: una de ellas fue la persistente oposición del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a la creación del Instituto Nacional de Evaluación Educativa; otro más es su pertenencia a las instancias colegiadas de gobernación del instituto. Y tal vez, algo difícil de creer en cualquier otro país digno de tal nombre, es el Acuerdo Nacional para la Calidad de la Educación Pública, firmado el año pasado entre el gobierno y šel SNTE!
Más allá del invencible corporativismo de este país que ese acuerdo representa, he ahí el más formidable valladar contra la calidad de la educación pública básica. En gran medida el dueño de las escuelas del país es el SNTE, y en gran medida también el sistema de las escuelas normales, donde se supone son formados los docentes de la educación básica, se forma a cuadros políticos que siguen carreras políticas en su municipio, en su estado, o a escala nacional, bajo el control del sindicato, es decir, por hoy a la orden de la inefable profesora Gordillo.
De modo que las evaluaciones de los alumnos de la escuela básica han seguido y por lo visto seguirán los caminos que disponga el centro real del control político del sistema educativo. Por años el SNTE y los propios profesores se han opuesto a la evaluación de los alumnos porque es una forma de evaluar el producto del trabajo de los profesores. Y aunque esta evaluación -tanto de alumnos como de profesores- es indispensable para la toma de decisiones sobre la calidad de la formación de los alumnos, en México todo ello está definitivamente mediado por las decisiones políticas del SNTE. Lo específicamente educativo está plenamente supeditado a las conveniencias políticas de ese órgano de control corporativo.
Los partidos políticos, el gobierno, y la sociedad toda -por ahora mantenida muy alejada e ignorante de lo que ocurre en el sistema escolar- tendrían que enfrentar y eliminar ese carcinoma de la educación, sin lo cual las evaluaciones seguirán siendo asunto del conocimiento de especialistas y de herramientas para la toma de decisiones políticas por el SNTE. Hasta ahora partidos y gobierno se han lavado las manos envueltos en la bandera del "respeto a las organizaciones sindicales". Mientras ese estrafalario respeto continúa incólume, la educación básica prosigue sin futuro... en la era del conocimiento.
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