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México D.F. Viernes 25 de julio de 2003
Se presentó también el cantautor
jarocho Artemio
Con su renovado espectáculo, Astrid Haddad sorprendió
a los veracruzanos
MARIANA NORANDI ESPECIAL
Veracruz, Ver., 24 de julio. La noche del miércoles,
el escenario principal del Festival Internacional Afrocaribeño se
trasladó al zócalo de la ciudad. Desde muy temprano, y con
música de marimba de fondo procedente de los músicos ambulantes
que tocan en los bares de alrededor, la gente iba ocupando las sillas ubicadas
frente al escenario.
Un
público muy diverso, mayoritariamente veracruzano, quería
saber cómo era esa tal Astrid Haddad, una cantante del DF famosa
por su extravagancia e irreverencia, que se iba a presentar por primera
vez en Veracruz.
Mientras la gente iba tomando asiento, y vendedores de
dulces, nieves, elotes y relojes ofrecían sus productos entre los
espectadores, una formación jarocha abrió la velada. Se trataba
de El Ensamble Ulúa y el grupo independiente de danza Tierra Libre.
Formado hace dos años por alumnos egresados de la Escuela Veracruzana
de Danza, ofrece una serie de bailes con importante raíz africana.
Crea coreografías con elevado contenido sensual y expresivo, propone
rescatar y conservar la tradición afrocaribeña de la región
desde una posición contemporánea y evolucionista. El fondo
natural del escenario, en el que abundan palmeras y árboles en flor,
se convierte en un aliado de la escenografía aportando al espectáculo
grandes dosis de realismo.
Jarocho de tribu
Tras esta actuación salió al escenario un
compositor totalmente insólito llamado Artemio. Nacido en el puerto,
pero jarocho de tribu -como se autodefine-, es un personaje muy
conocido entre los veracruzanos porque siempre se le ve cantando en restaurantes
y bares de la ciudad. Vestido con indumentaria indígena, morral
atravesado, guitarra enfundada en la espalda y pies descalzos, Artemio
canta amores encendidos pero caseros, con ritmos eléctricos setenteros
y ochenteros que suenan a un coctel surrealista entre Camilo Sesto, Pablo
Milanés, Armando Manzanero, Ricardo Arjona, Joaquín Sabina,
Tom Jones y Frank Sinatra. El resultado es indescriptible, pero eso sí,
muy personal.
Entrado en años, Artemio es querido y admirado
por los veracruzanos que lo definen como "un ser extraño pero que
canta muy bien". Este compositor forma parte del paisaje portuario, de
su gente y de la música de sus calles. Es de esos personajes singulares
y entrañables que poseen algunas ciudades y que, el día que
desaparecen, quedan en la memoria popular rodeados de leyenda.
''Lo que Fox no pudo cumplir''
Cuando el zócalo ya estaba rebosante, y el calor
no había dado tregua, salió al escenario Astrid Haddad. Vestida
con un traje dorado que simulaba un gran sol, captó desde un principio
la atención del público, el cual, durante toda la noche,
no dejó de sentirse atraído por la creatividad de su vestuario
y la intrepidez de su humor. El entusiasmo con que salió al escenario
encontró un cálido recibimiento de la gente, que se introdujo
con facilidad en su mundo atípico, irónico y rebelde.
"Es la primera vez que vengo a Veracruz y, para mí,
es cumplir un sueño. Esta noche voy a cumplir lo que Fox no pudo
cumplir: el cambio. Hoy va a haber muchos cambios". Y realmente los hubo.
Astrid cambió su actual espectáculo titulado La cuchilla
y lo adaptó a Veracruz. En su repertorio, aunque cantó rancheras
y corridos, predominaron los sones y los boleros. Interpretó, vestida
con traje jarocho, Veracruz y Pecadora, de Agustín
Lara,, para acabar con El calcetín, Mala y Picaresca
en una versión muy rumbera y antillana. Astrid demostró en
esta presentación lo que había dicho en conferencia de prensa:
"yo tengo 50 números y armo mis propios espectáculos a capricho.
No soy una artista de disquera, supeditada al disco de lanzamiento".
Hoy el Festival Internacional Afrocaribeño contará
entre sus eventos con la presentación de Ricardo Lemvo y La Mákina
Loca, de Congo, y Los Papines, de Cuba.
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