.. |
México D.F. Viernes 25 de julio de 2003
Mozart no fue innovador
Nikolaus Harnoncourt
Nikolaus
Harnoncourt (Berlín, 1929) es una de las personalidades más
importantes en la historia de la música en las décadas recientes.
Al igual que el francés Pierre Boulez (Montbrison, 1925), Harnoncourt
es al mismo tiempo una eminencia en el ejercicio musical que en la docencia
y la investigación. Su autoridad en ambos territorios queda de manifiesto
en El diálogo musical. Reflexiones sobre Monteverdi, Bach y
Mozart, libro que da a conocer en español la editorial Paidós
en su colección, Música y con cuya autorización reproducimos
un fragmento breve de entre sus 271 páginas de sabiduría
compartida.
¡Qué enigmática es la música
de Mozart! Todos sus motivos, giros, frases -todo lo que podría
llamarse lenguaje musical- nos resultan familiares. Todos los compositores
de su época hablaron el mismo idioma. Mozart no fue innovador
en su arte como Wagner o Monteverdi, no tuvo que reformar nada en la música;
en el idioma tonal de su época encontró las posibilidades
para decir, para expresar lo que quería. Todo lo que creemos reconocer
como típicamente mozartiano lo encontramos también
en las obras de sus contemporáneos. El estilo de composición
personal de Mozart no se puede aislar, no se puede diferenciar del estilo
de la época... excepto por una grandeza inconcebible. Sin inventar
ni utilizar nada inaudito ni que no estuviera ya presente en la técnica
de la música, con los mismos medios que los demás compositores
de su época, lograba conferir a su música unas dimensiones
como nadie más. Eso nos parece enigmático, no podemos explicarlo
ni entenderlo.
Como todos los compositores del siglo XVIII, Mozart escribía
sólo para sus contemporáneos y, de entre éstos, sólo
para los auténticos entendidos; era consciente de qué
surtía efecto, con qué podía obtener una rápida
ovación de un público menos entendido, y en modo alguno despreciaba
hacerlo cuando no iba en perjuicio de sus verdaderas intenciones. Su auténtico
público era el relativamente pequeño círculo de entendidos
con educación musical y a éstos dirigía su música.
Su deseo era ser entendido por ellos y sabía que esas personas,
su público, le entendían. El sentimiento de desesperación
del artista incomprendido en su época que vuelca obra tras obra
hacia un mundo que no le entiende -quizá con una confianza absoluta
en una posteridad comprensiva- no tuvo nada que ver con Mozart ni con su
arte. Al contrario, quizá sólo sus contemporáneos
pudieron comprender su música con toda su riqueza. A ellos debió
de llegarles al alma, despertales, sobresaltarles y emocionarles. Las siguientes
generaciones ya no pudieron comprender ese arte en su totalidad porque
al intenso y complicado vocabulario dramático del lenguaje sonoro
de Mozart le siguieron direcciones estilísticas de un sentimiento
completamente nuevo. Para la comprensión de esa nueva música
del siglo XIX no era imprescindible tener ninguna formación musical;
sólo una sensibilidad musical.
|