México D.F. Miércoles 23 de julio de 2003
Durante dos décadas maduró la
trama de su novela, publicada por Tusquets
Uribe desanudó, en El taller del tiempo,
el nexo padre-hijo
Plantea una nueva perspectiva para tratar uno de los
temas más antiguos en la literatura
México carece de una industria editorial suficiente
para que el escritor viva de su trabajo, dice
CESAR GÜEMES
Escritor y diplomático de carrera, Alvaro Uribe
invirtió los más recientes 20 años en dar solución
narrativa al conflicto de padre-hijo en el contexto del México actual.
Resultado de esa labor es su nueva novela, El taller del tiempo
(Tusquets).
A propósito de las conclusiones a que llegó
en la obra, explica: ''Sé que algunos escritores se quejan mucho
por el acto de crear, y al respecto pienso que puede uno llegar a padecer
pero por escribir mal, no por una labor decorosa".
Uribe,
autor de libros como Topos, El cuento de nunca acabar, La
linterna de los muertos, La otra mitad y Por su nombre,
algunos de ellos trabajados fuera de México debido a su labor de
agregado cultural, dice de la relación entre el servicio exterior
de carrera y la práctica literaria:
''Ojalá en México existiera una industria
editorial amplia y un público suficiente para que los escritores
viviéramos de la profesión de escribir. Como no es así,
se ha vuelto natural que en el país los trabajos más socorridos
para los escritores, desde principios del siglo XX, sean el periodismo
y el servicio exterior. El primero funciona para afinar la pluma y entrar
a mundos que de otra manera estarían cerrados, mientras que el segundo
fundamentalmente permite viajar. Ahora bien, el escritor que trabaja como
diplomático conseguirá metas literarias siempre y cuando
multiplique su propio tiempo."
Recompensa a la perseverancia
Las obras de Alvaro Uribe mantienen una constante presencia
en librerías. Sobre esa relación con el lector, señala:
''Encuentro una recompensa a la perseverancia. Además
de la difusión que hacen generosamente los medios, una de las mayores
fortalezas de un escritor es que su obra sea recomendada de persona a persona,
de lector en lector."
El taller del tiempo no guarda conexión
con el resto de su trabajo, afirma; ''no se parece a ninguno de mis libros
anteriores; si algo aprendo con un libro es a hacer específicamente
ese libro. Todo ese aprendizaje ya no me sirve para el próximo".
-Sin embargo, ha de reconocer algunas constantes en su
obra, así sean de método.
-Se ha mantenido e incrementado la necesidad de no avanzar
en la página si no estoy del todo satisfecho con las frases que
la componen. Puedo trabajar un párrafo muchas veces, a mano, y luego
en la computadora y antes a la máquina, como si fuera una colección
de brevedades. No sé si jactarme de ello, porque las verdad es que
se me multiplica mucho el trabajo, pero es la única manera en la
que consigo seguir escribiendo.
Originalidad, concepto difícil
Fueron necesarias dos décadas para que Uribe madurara
el tema de la relación padre-hijo que expone en El taller del
tiempo. Así lo explica: ''Desde hace 20 años comencé
a rondar esta historia, luego del fallecimiento de mi padre. Por entonces
comencé a pensar que uno de los temas posibles era la relación
de un personaje con sus padres.
''Claro, no quería contar mi propia historia sino
la de seres imaginarios cuya experiencia, sin embargo, me era familiar.
Lo que me tomó más tiempo fue encontrar una forma adecuada
para el tema, que es de los más antiguos de la literatura, que se
trató con suficiencia en la Iliada y en la Odisea.
En las sociedades patriarcales es impensable que los varones no luchen
por el poder dentro de sus familias. Así que busqué un cierto
giro de originalidad en la estructura, pese a que la originalidad es un
concepto difícil de cernir. De forma que las primeras versiones
de la novela son de hace al menos seis años, que interrumpí
para escribir Por su nombre, ejercicio paralelo que acabó
por consumir por entonces toda mi energía para escribir."
-Fue un proceso de plenitud, no de padecimiento.
-Así es. Sé que algunos escritores se quejan
mucho por el acto de crear, y pienso que uno puede llegar a padecer, pero
por escribir mal, no por una labor decorosa. No veo cómo un escritor
que no goza al hacer sus libros pueda proporcionar placer a quien los frecuente:
en la literatura el gozo ha de ser compartido o no existe.
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