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México D.F. Sábado 19 de julio de 2003
Jorge Santibáñez Romellón*
La participación electoral de los migrantes, Ƒviable?
El voto de los migrantes mexicanos desde el exterior, en futuros procesos electorales en México, es un tema que aún no ha sido resuelto. Se ha puesto varias veces sobre la mesa, provocando serios e intensos debates, y algunos de los que en un momento eran feroces enemigos de la propuesta han cambiado de bando y ahora son acérrimos defensores de la idea. En ese asunto han surgido propuestas desde prácticamente todas las posiciones políticas e ideológicas, se ha prometido que "ahora sí" en las elecciones de 2006 ese voto será una realidad, pero el hecho es que el tema sigue ahí sin que realmente se hayan desarrollado avances significativos al respecto.
Dos sucesos recientes, independientes entre sí, han traído nuevamente el tema a discusión. Esperemos que ahora sí haya avances importantes, en una u otra dirección. Estos sucesos son la entrada en vigor de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y sus Familias, y el proceso electoral que acaba de concluir.
La convención citada establece que los estados que la suscribieron, México entre ellos, se comprometen a preservar y garantizar el ejercicio de los derechos políticos de los trabajadores migratorios de su país, aun cuando éstos se encuentren en otra nación. Durante la ceremonia de entrada en vigor de la citada convención, el propio secretario de Gobernación, Santiago Creel, se comprometió a respetar y hacer respetar los términos de la misma, en particular lo referente a la preservación de los derechos políticos, que incluye votar y ser votado en elecciones mexicanas.
Desde el punto de vista conceptual, ya pocos se cuestionan el derecho que los migrantes mexicanos tienen para votar y ser votados en elecciones mexicanas. Muchos argumentos sostienen esta posición. ƑCon qué cara podríamos por una parte recibir y reconocer la contribución de las remesas de los migrantes, y por otra limitarles el ejercicio de derechos ciudadanos? Incluso las voces que en su momento cuestionaron que este tipo de participación electoral pondría en duda la soberanía (voces que en la mayoría de los casos provenían del priísmo), hoy no se atreverían a esgrimir esas argumentaciones. Sin embargo, por más de acuerdo que estemos todos, ello no implica que automáticamente esa participación sea factible.
En cuanto al proceso electoral que acaba de concluir, uno de los aspectos que han sido más cuestionados es la relación que existe entre nuestro sistema electoral y la mínima participación de los electores, que escasamente alcanzó 40 por ciento. La complejidad de este sistema, basado en la desconfianza, que ha sido eficiente para evitar el fraude pero ineficiente para propiciar la participación de los ciudadanos, se enfrenta, en el caso de los migrantes, a la disyuntiva de cambiar de sistema, o bien asumir un costo mucho mayor del que hasta ahora éstos han tenido. Antes de instrumentar los mecanismos para que dicha participación ocurra, considero que sería importante al menos reflexionar sobre algunas cuestiones de donde podrían derivarse posibles soluciones a ese complejo problema.
En Estados Unidos viven alrededor de 23 millones de personas de origen mexicano: 9 millones son nacidos en México, 4 millones son indocumentados y alrededor de 11 millones viven a menos de dos horas de la frontera con México. Según el comité de expertos que en su momento analizó las condiciones para su participación electoral, de no ser porque viven en Estados Unidos, unos 10 millones de estos 23 millones de personas -de acuerdo con las leyes vigentes- tendrían derecho a votar y ser votados en elecciones mexicanas.
Si se decide continuar con el mismo sistema que tiene como eje la desconfianza en estos procesos y que busca ser eficiente en el combate al fraude electoral, el voto de los mexicanos desde el extranjero se convierte en un proceso realmente complejo. Sólo piense usted en posibles respuestas a algunas preguntas: Ƒcómo se construiría un padrón electoral de estos mexicanos que viven en otro país? ƑCómo se inscribirían en ese padrón los 4 millones de migrantes indocumentados, que lo menos que quieren es aparecer en listado alguno? ƑCuántos recursos habría que darle a los partidos para que pudieran hacer campaña al menos en Estados Unidos, país donde se encuentran casi todos los mexicanos que viven en el exterior?
ƑSe imagina usted a todos esos pequeños partidos que nuestro sistema no sólo permite, sino que incluso, en aras de la pluralidad alienta, haciendo campaña en California o en Texas? ƑCómo se controlaría que las campañas no recibieran dinero proveniente de otro país? ƑCómo se instalarían las miles de casillas electorales, con papelería, materiales, funcionarios de casilla, etcétera, en otro país? ƑCuál sería el costo de todo esto? ƑQué opinarían nuestros vecinos?
Si por el contrario, se decide cambiar de sistema y recurrir a uno menos rígido, que se adapte de mejor manera a la dinámica de los migrantes mexicanos, surgen entonces otras inquietudes de difícil respuesta. Por ejemplo, para la clase política Ƒresultarían creíbles los resultados de un proceso electoral en el que un porcentaje importante de los votos se emitió mediante mecanismos diferentes, por ciudadanos que no están en un padrón actualizado y que probablemente no tienen credencial para votar? ƑSe imagina usted la cantidad de impugnaciones que surgirían? ƑQuién juzgaría la procedencia de esas impugnaciones, toda vez que los hechos ocurrirían en otro país?
El asunto no está nada fácil, ya que en el hipotético caso de que los 10 millones de potenciales votantes participaran (lo que representaría 40 por ciento de la votación del pasado 6 de julio), lo más lamentable es que, como nos sucede con otros temas vitales para el futuro de México, no iniciamos esos procesos de reflexión con la visión de que se transformen en acciones concretas. Recurrimos a la simulación, a la (sobre) discusión, y cuando las cosas se ponen "color de hormiga", discretamente nos olvidamos del asunto y esperamos pacientemente a que vuelva a aparecer, y esa no es una forma de avanzar. Aprovechemos ya el espacio de discusión que se generó con la puesta en marcha de la citada convención y con el reciente proceso electoral. *Presidente de El Colegio de la Frontera Norte
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