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México D.F. Miércoles 16 de julio de 2003

Magna exposición en París para festejar al fotógrafo por su cumpleaños 95

Extienden homenaje a Cartier-Bresson

PABLO ESPINOSA ENVIADO

Paris. La cámara lo capta entero, decisivo, en un instante: en la mano izquierda anida una cámara Leica, mientras su derecha acaricia una pipa. El humo de su boca, su bufanda, su abrigo, su figura magra, todo en blanco y negro y no se sabe si lo que sale es vaho de frío o humo de pipa (Ceci n'est pas une pipe). Lo que sí se sabe es que su mirada vaga, brama, baila. Es un mar de inquietudes y ansiedades su mirada. Ya tiene a su presa: una pareja de enamorados está a punto de atravesar una calle parisina.
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El de la Leica, la pipa, la bufanda, el abrigo, la silueta magra y la mirada loca emprende una fina carrera, se empareja, a plena media calle al par de los enamorados, ubica el preciso instante en que su sombra es la sombra de ellos y sabe entonces que es ahí y nunca más que ahí, que nunca se repetirá ese instante, que está frente al mismísimo summun del aquí y el ahora, y es entonces cuando su Leica engullirá todas las sombras. Y hace clic. He ahí otra nota ganada por uno de los mejores reporteros del siglo XX: Henri Cartier-Bresson.

Excepcional afluencia

La escena se repite cada 20, 30 minutos, lo que tarda en cumplirse el loop programado en una videocasetera que proyecta en un monitor de televisión, empotrada en la pared, tres filmes cortos sobre el reportero aquel.

Y esos tres filmes forman parte de una de las exposiciones más espectaculares de los meses recientes en Europa entera: De qui s'agit-il?, la más grande retrospectiva montada hasta el momento de la magna obra del fotógrafo Henri Cartier-Bresson, cuyo cierre está programado para el 27 de julio, pero que en razón ''d'une affluence exceptionelle", según informan los organizadores, ha tenido que ampliar sus horarios de visita.
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En uno de los cuatro vientres de esa ciudad del saber que creó el arquitecto Dominique Perrault (de quien, por cierto, en estos días se presenta una exposición en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México) y que el mundo conoce desde entonces como Bibliotheque Nationale de France, día con día fluyen ríos humanos cuya mirada se contagia de la avidez de la mirada de Cartier-Bresson, autor de lugares verdaderos pero nunca de ese gran lugar común en que han convertido una frase de origen dudoso: ''el instante decisivo".

Nadie escapa a su destino

El mundo tan necesitado de encasillar y de nombrar lo inombrable ha querido construir un mito de Cartier-Bresson, cuya etiqueta más visible es esa frase. En realidad todo surgió en 1952, cuando este gran maestro publicó un libro en francés, Images a la sauvette, en el que recogía sus pensares a propósito del trabajo del fotógrafo y de la fotografía.

La traducción de la expresión francesa a la sauvette (a toda prisa, al vuelo, corriendo en fina carrera) fueron traducidas al inglés como The decisive moment y fue así como quedó en letras de passepartout para la posteridad el sambenito.

Los organizadores de la magna exposición en homenaje al gigante que cumplirá 95 años el próximo 22 de agosto lo tomaron con fina ironía. El instante decisivo para ellos, los curadores de la muestra, consiste en capturar en un solo momento -las cuatro, cinco horas que toma conocer en profundis la exposición- la obra total del ojo-meneado (traducción libre de homenajeado, je). Es decir, se trata de la exposición definitiva de Cartier-Bresson.

Porque en una sola sala gigantesca, vestibulada con paredes falsas dispuestas en forma curvilínea a manera de un amplio sistema de olas blancas de cartón piedra, se reúnen 350 fotografías consideradas las necesarias y suficientes para dar idea cabal de su genio y su trabajo.

Un porcentaje aplastante de estas fotografías consiste en Tirages d'epoque (vintages), realizadas por el propio autor, como la obra que abre la muestra, tomada en Cuba en 1934: un tiovivo de madera que en la Leica del maestro asemejan Caballos de San Marcos en pleno trópico, crines de mar, ancas de luna, ojos de sol.

Todo en blanco y negro. Porque el arte de la fotografía ocurre, y nada la ha superado así, en blanco y negro.

Además de los vintages de autor, la magna muestra reúne documentos, fotos del álbum familiar, las fotos originales y junto a ellas, en la vitrina siguiente, las ediciones donde pocas semanas después fueron publicadas en forma de reportajes. Todos los viajes. Los filmes tomados por él con una mano mientras la otra, la derecha, tomaba instantáneas. Y ambas formas de la fotografía (el filme, la foto fija) se muestran juntas y pueden observarse detalles que no son sutilezas, por ejemplo la célebre serie en la que una mujer es liberada del campo de concentración nazi y en la fila reconoce a la mujer que la delató. En el filme de Cartier-Bresson se observa la secuencia contundente, pero su efecto no es para nada tan devastador como la foto fija que tomó mientras dejaba que la cámara corriera: el momento (¿decisivo?) en que la mujer recién liberada abofetea a la mujer nazi.
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Eso no es todo. Esta exposición demuestra en sí misma su supremacía en el mundo con su concepto abierto, dividido en etapas y temas sin que en ningún momento se haga fragmentaria. El todo se complementa siempre, inclusive cuando el espectador ya tiene un buen rato degustando los dibujos del fotógrafo sin percatarse, y es que el diseño museográfico está tan bien hecho que la organicidad de lo mostrado es coherente con el proceso creativo del autor. Es sabido que Cartier-Bresson dejó para siempre la fotografía en 1974 para dedicarse por completo al dibujo. Pero nadie se va de su destino. El reportero Henri Cartier-Bresson sigue ejerciendo, de maneras distintas pero siempre confluyentes, uno de los mejores oficios del mundo, el de reportero.

Ahí están, para probarlo, sus instantes. Eso, el trabajo, sí es definitivo.

Esa es la fuerza que mueve el loop que mueve las imágenes que mueve el mundo del hombre de la pipa y de la Leica y del abrigo y del vaho de frío y de la mirada loca. Mírenlo, ahí va de nuevo, está a punto de otro instante decisivo, de traducir correctamente el término a la sauvette: tomar fotos en fina carrera. Una de las muchas respuestas al título de esta magna exposición: De qui sagit´il? (¿De qué se trata?) muy bien podría ser el remate de esa secuencia fílmica que captura a Henri Cartier-Bresson en pleno vuelo, en fina carrera, tomando una instantánea eternamente precisa.

Disfrutémoslo, ya está otra vez Cartier- Bresson, cámara en mano, tomando el pulso al mundo. El de la Leica, la pipa, la bufanda, la mirada inquieta ya detuvo nuevamente el aquí y el ahora justo en el intersticio vital que media entre el sístole y el diástole.

Cartier-Bresson, 95 años, una exposición a su magna altura.

Clic.

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