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México D.F. Miércoles 25 de junio de 2003

Obras, patrimonio de la humanidad, testigos del paso de las tropas de EU y Gran Bretaña

Las guerras han dejado a Bagdad con una limitada riqueza cultural

Ciudad de planta circular, que inspiró los cuentos de Las mil y una noches, fue fundada en el año 762 por Al-Manzur y desde entonces ha sido objetivo de varias incursiones

JORGE LEGORRETA ESPECIAL

El Cairo, Egipto. Es muy seguro que la mayoría de los integrantes de los contingentes militares de la coalición (Estados Unidos y Gran Bretaña) que atacó a Irak, incluyendo sus mandos, ignoraron los patrimonios culturales que contemplaron sus batallas. Aquí se ofrece un breve relato de los senderos culturales por los que transitaron las tropas, un simple recordatorio de las culturas milenarias que atravesó la reciente incursión militar de occidente en Medio Oriente.

Su paso por Alejandría

Desde hace varios meses, años quizás, tropas estadunidenses e inglesas de ultramar, en su transitar por las aguas del Mediterráneo, fueron vistas a lo lejos por un imaginario Faro de Alejandría, una de las siete maravillas del mundo antiguo, edificado en el año 279 a.C. por el famoso arquitecto Sostratos.

Hoy esa gigantesca torre de 140 metros de altura, que iluminó durante siglos el paso de navíos, no existe más: fue destruida en el siglo XIV y en su lugar se conserva una fortaleza renacentista.

La legendaria ciudad de Alejandría, diseñada en el año 332 a.C. por Dinócrates bajo el mandato de Alejandro Magno para "inmortalizar la civilización y promover los ideales helénicos", fue el hogar de Cleopatra, la última reina de la dinastía ptolomeica; esta culta civilización transmitió a la cultura griega y al occidente la mayor parte del conocimiento del antiguo Egipto y Babilonia.

Desafortunadamente Alejandría albergó por muy poco tiempo en la historia la biblioteca más importante de la antigüedad, en la que se llegó a concentrar alrededor de un millón de manuscritos y se nutrieron de conocimientos Euclides, Arquímedes, Claudio Ptolomeo y otros grandes científicos, poetas y escritores clásicos; en algunas de sus salas fue traducida al griego la primera versión del Antiguo Testamento, lo que hizo posible la expansión del cristianismo en Europa y, posteriormente, en América. A raíz de la incursión delbabilonia1 imperio romano, fue incendiada por Julio César en el año 48 a.C.

Pasarían cerca de 2 mil años para edificar la actual biblioteca de Alejandría; se trata de una gigantesca sala circular de 11 pisos, con vista al mar y cubierta por una techumbre que impide la entrada del sol, pero no de la luz; la plataforma en forma de disco emerge de la tierra con sus 250 mil volúmenes provenientes de todos los rincones del planeta. Este nuevo centro de cultura escrita, visual, auditiva y virtual, que alberga además museos, salas de conferencias y un planetario, contempló apacible, y seguramente temerosa, el paso desafiante de los enormes navíos estadunidenses e ingleses, así como las embarcaciones humanitarias provenientes de España.

Una parte de las flotas de guerra desembarcó en las costas de Turquía, antiguos territorios helénicos, griegos y romanos, donde se hallan patrimonios mundiales de las antiguas ciudades-puerto de Efeso, Mileto y Priene. Allí se encuentra Troya, el lugar relatado por Homero en la Ilíada; allí estuvo Pérgamo con su "altar" y Mileto con su "mercado", monumentos trasladados hace años a Berlín. Estos patrimonios de la humanidad fueron silenciosos testigos del paso de los poderosos contingentes militares que, en su camino hacia las fronteras con Irak, atravesaron los extensos sembradíos turcos.

El canal de Suez

Desde antes de la guerra tropas de occidente se trasladaron de un océano a otro por el canal de Suez, abertura de 173 kilómetros de largo y 200 metros de ancho sobre los territorios de Egipto. Este canal representa una de las más importantes obras de ingeniería marítima e hidráulica del siglo XIX, sólo comparable con el canal de Panamá, inaugurado en 1914 bajo la tutela estadunidense.

El canal de Suez fue una inspiración que data de tiempos inmemoriales. Aristóteles, Estrabón y Plinio el Viejo decían que el faraón Sesostris, hacia el año 1800 a.C., fue el primero en planear un canal por el desierto, que uniera el Nilo con el mar Rojo. Herodoto, el primer historiador griego de Egipto, hace referencia a la construcción de ese primer canal, que convirtió a El Cairo, al igual que a la ciudad de México durante los siglos XVII, XVIII y XIX, en un estratégico paso de comercio de oriente a occidente y viceversa. En 1671, Leibnitz fue el primero en presentar al rey Luis XIV un proyecto para unir el Mediterráneo con el mar Rojo. Incluso, en 1798 Napoleón Bonaparte intentó construirlo sin éxito. El canal de Suez se empezaría a edificar en la segunda mitad del siglo XIX.

En 1859, el virrey egipcio Said Pasha concesionó la construcción del canal al francés Fernand de Lesseps, y se concluyó en 1869 con capitales franco ingleses, a sólo dos años de que el imperio francés retirara sus tropas de ocupación en México. Pero ni Said Pasha ni sus descendientes, que mantuvieron sólida amistad con el imperio franco-británico de ese entonces, se hubieran imaginado que 13 años después de su inauguración, en 1882, el imperio francés de Napoleón III invadiría Egipto con todo y su canal; que 83 años después esos mismos ingleses y franceses ocuparían Egipto a raíz de la nacionalización del canal, decretada en 1956 por el presidente Sadat; que los israelíes lo ocuparían durante 8 años, producto de la guerra con Egipto en 1967, y mucho menos aún que los ingleses de hoy, 128 años después, lo volverían a cruzar para encaminarse por el mar Rojo hacia el golfo Pérsico.

En Medio Oriente no sólo las armas están en disputa, también la fe, que paradójicamente proviene de un solo dios. Resulta que el Dios que invocaron el presidente estadunidense, George W. Bush; el primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair; el entonces presidente de Irak, Saddam Hussein, y los dirigentes israelíes, que esperan que el conflicto bélico no se extienda a sus territorios, es en su origen y naturaleza el mismo. Es decir, el mismo de cristianos, protestantes estadunidenses e ingleses, musulmanes iraquíes e israelíes que hoy confrontan sus armas y su fe.

Este mismo Dios transitó por las tierras del actual Israel, Palestina e Irak, pero también por las penínsulas del Sinaí egipcio y de Arabia Saudita.

Abraham, el primer patriarca del pueblo hebreo, nació en Ur, Irak, y Moisés en Egipto, desde donde condujo al pueblo judío, después de abrir el mar Rojo, hacia Canaán, la tierra prometida hoy en disputa con el pueblo palestino. En un bíblico monte situado en el Sinaí, hoy territorio de Egipto, Dios (Jehová) dictó a Moisés las tablas de la ley, los 10 mandamientos, hacia el año 1200 a.C.

Muchos años después Jesús nació en Belén, Judea, y después de su huida a Egipto regresó a tierras judeo-palestinas, gobernadas en ese entonces por los romanos, donde, según la fe, se le apareció Dios para convertirlo en Cristo, transformándose, como "elegido del señor", en Jesucristo, creador del cristianismo.

En la misma península del Sinaí, por donde rodearon las tropas de la coalición, se encuentra el famoso monasterio de Santa Catarina, mártir cristiana asesinada en el siglo V por el emperador Maximino, y al frente, en pleno desierto, entre el mar Rojo y el río Nilo, se encuentra el monasterio cristiano de San Antonio Abad. De ese mismo cristianismo, con el mismo Dios, se desprendió posteriormente el protestantismo occidental, nacido hacia 1517, a partir de la "protesta" de los seguidores de Martín Lutero contra el excesivo poder del catolicismo papal.

Siglos después, hacia el año 610 d.C. el mismo Dios (Alá), mediante el arcángel San Gabriel, se le aparece a Mahoma para encargarle la misión de salvar al pueblo árabe, dando origen al islamismo. Actualmente los centros del poder religioso del Islam se encuentran en La Meca y Medina, pertenecientes a Arabia Saudita, en cuya frontera oriental se sitúa un pequeño país llamado Kuwait, por donde penetraron las tropas inglesas y estadunidenses; seguramente muchos de sus miembros ignoraron que las cruces que portaban en el pecho representan la fe de su Dios, cuyo origen es el mismo que invoca el pueblo musulmán.

La Mesopotamia milenaria

La Mesopotamia de ayer, el Irak de hoy, es la antigua tierra de caldeos, asirios y sumerios, donde se desarrollaron las culturas que brindaron al mundo actual la base de su organización social y la fuente de la escritura; territorio que, a pesar de ser uno de los más devastados del planeta, conserva importantes patrimonios de la humanidad. Guerras van y guerras vienen y, al parecer, la cultura ahí sigue, como sus habitantes, resistiendo los embates de los imperios que continúan llegando en busca de sus riquezas.

Basora, situada en la confluencia de los ríos Tigris y Eufrates, por donde penetraron los contingentes militares, fue una de las ciudades de mayor esplendor durante la edad media. Rodeada por agua, fue llmustansiriyaamada durante muchos años la "Venecia de oriente"; sus abundantes riquezas lacustres con miles de palmeras, pero, sobre todo, sus reservas de petróleo, explican las encarnizadas batallas que se libraron por su control.

Siguiendo el cauce del Eufrates hacia Bagdad los contingentes pasaron al lado de Ur, la ciudad de los sumerios, localizada entre Basora y Najaf, donde existe una de las pirámides-zigurat más antiguas del mundo, edificada en al año 2100 a.C. por el rey Ur-Nammu. Al lado se conserva un extraordinario cementerio de tumbas reales, cuyos tesoros se encuentran paradójicamente en el Museo Británico de Londres y en el de Filadelfia, Estados Unidos.

Continuando por la carretera y a sólo 80 kilómetros de Bagdad, entre Karbaka y Al Jilla, se encuentra Babilonia, ciudad bíblica donde se edificó la Torre de Babel; allí vivió a fines del siglo XII a.C. Hamurabi, creador del primer código de leyes. Allí Nabucodonosor II construyó alrededor del año 630 a.C. los Jardines Colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo; allí estuvo alguna vez la puerta de Isthar, que con todo y sus largos pasillos de mosaicos azules fue trasladada al museo de Pérgamo, en Berlín. Por Babilonia pasaron, respetando la cultura conquistada, primero Ciro el Grande en el 539 a.C. y luego Alejandro Magno, quien murió en esa ciudad en el año 322 a.C.

Hacia el norte de Irak, muy cerca de la frontera con Turquía, las tropas transitaron directamente hacia Mosul, ciudad de mezquitas, la más importante de Nur Ar Din, construida en el siglo XII. En los alrededores de Mosul, entre la ciudad de Kirku, cuyos territorios petroleros son igualmente disputados por el pueblo kurdo, se encuentra la antigua Nínive, ciudad asiria del rey Sargón II; allí se conservan las ruinas del palacio de Koyunjuk, donde existieron las gigantescas puertas de leones alados, trasladadas al Museo Británico, y a pocos kilómetros de ahí los bombardeos se libraron en los alrededores de Nemrod y Hatra, esta última la más antigua ciudad árabe, casa de la famosa estatua de alabastro del dios Hatra.

En el camino a Bagdad, a orillas del Tigris, cientos de tanques pasaron por Samarra, donde por fortuna sobrevivió el más grande y majestuoso alminar de forma helicoidal, construido en el año 846, similar al de la famosa mezquita de Ibn Tulum en El Cairo.

Múltiples conquistas imperiales

Bagdad es una ciudad localizada en el paso del oriente al occidente y, por ende, sujeta en su larga vida a múltiples conquistas imperiales. Esta ciudad de planta circular, que inspiró los cuentos fantásticos de Las mil y una noches, fue fundada en el año 762 por Al-Manzur, no aquel audaz moro que enfrentó a los cristianos de la España medieval, sino el hermano y sucesor de Abul Abbas, fundador de los abbásidas, dinastía de experimentados guerreros que desde entonces resistieron en Irak la incursión de otros imperios, como los bizantinos y los bereberes.

Lugar de bibliotecas

Entre el siglo IX y el XI -tiempos del oscurantismo científico de la Edad Media y siglos antes del renacimiento europeo- en Bagdad se traducía y se leía a Aristóteles, Platón y otros clásicos griegos. Era una ciudad de bibliotecas, donde se editaban libros de todas las culturas de oriente y occidente que en ella concurrían, pues a esta cultura de pensamientos tolerantes la cobijaban el oro, los textiles y las especies, procedentes de la ruta de la seda.

Como todo esplendor atrae las miradas y la codicia de los otros, la ciudad fue sometida entre el siglo XIII al XVI a cruentos combates que crearon en su pueblo un poder de resistencia como pocos en el mundo. Hace exactamente 745 años, en 1258, el nieto de Gengis Kan, de nombre Hulango, destruyó Bagdad después de una larga batalla que duró varios meses, "no dejando piedra sobre piedra". Bagdad fue reconstruida, pero 143 años más tarde, en 1401, Tamerlán, el gran conquistador del oriente, cuya sede fue Samarcanda, la volvió a destruir casi en forma total. No serían, por supuesto, las últimas invasiones extranjeras.

Durante el siglo XX Bagdad continuó siendo escenario de otras batallas. Entre 1980 y 1988 la guerra con Irán y más recientemente, durante los años 90, los intensos bombardeos israelíes y de otras fuerzas internacionales, a raíz de la invasión de Kuwait. Sin embargo, la extensa historia de cruentos escenarios militares, incluyendo el más reciente de Estados Unidos e Inglaterra, no ha logrado destruir del todo el patrimonio cultural de Bagdad: a pesar del saqueo de sus museos, se conservaron el Palacio Abbáside, la mezquita de Kadhimain y la de Abú Jarif, el santuario Al-Sahrawardi, el mausoleo Imán Al-Hussein y la escuela-madrazas de Mustansiriya, además de algunos bazares que datan del siglo XVI.

Hoy Bagdad ha sido nuevamente tomada y parcialmente destruida. Sus ancestrales culturas volvieron a contemplar el estruendo de cañones y misiles; nadie sabe tampoco lo que aún se preservará de su patrimonio histórico después de la guerra; tampoco nadie sabe si en Bagdad terminará la extensa ruta cultural de la actual confrontación. Lo más probable es que no, y entonces nos obligará a continuar el relato hacia otros rumbos del planeta.

Agregado cultural de México en Egipto

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