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México D.F. Miércoles 25 de junio de 2003
París es la ciudad que atrae más
músicos y público en esa efemérides
Cantantes a capella o con instrumentos festejaron
el Día de la Música en Francia
Algunos conjuntos mexicanos tocaron en provincia, en
la jornada más larga del año
YURIRIA ITURRIAGA CORRESPONSAL
Paris, 24 de junio. Al comenzar el periodo socialista
del presidente François Mitterrand, su ministro de Cultura, Jacques
Lang, decretó, para toda Francia, convertir la jornada más
larga del año en el Día de la Música. Desde entonces
varias ciudades en el mundo siguieron el ejemplo, pero sin duda es en París
donde esta manifestación atrae el mayor número de seguidores
entre los músicos y el público en general.
Desde la mañana del sábado 21, en todas
las plazas y plazoletas, en las esquinas de los cruceros más transitados,
en el ensanche de una banqueta, en los patios de los palacetes pertenecientes
al gobierno de la ciudad y en muchos otros recintos privados, se ven los
preparativos: cables conectados a tomas de electricidad prestadas por comerciantes,
quienes aumentarán sus ventas durante la alargada tarde que se hace
noche a las 22:30 horas; tarimas para presentar algunos grupos o sólo
enormes bafles para otros, mantas para protegerse de la lluvia improbable.
Roqueros de todos los ámbitos de calidad y edades,
concertistas solos u organizados en duetos, tríos, cuartetos y hasta
conjuntos de cámara, cantantes a capella o con instrumentos;
coros de niños y de adultos, intérpretes clásicos
y vernáculos, todos, durante varias horas, elevan sus respectivos
sonidos y voces en una urbe de habitantes intolerantes a los mínimos
ruidos del vecino.
Sin embargo, en este día las pocas personas que
no salen al recorrido callejero se asoman por las ventanas con indulgencia.
Porque esta fiesta, que obtuvo el consenso de la población en su
momento, hoy es tradición, y las autoridades de la ciudad convocan
con meses de antelación al registro, para que nadie pelee por una
esquina, una plaza o un patio, y en vísperas del acto publican el
apretado programa para que los paseantes puedan elegir un recorrido.
Rencuentro con la identidad
Durante más de 10 años, la plaza de la Contrescarpe
en el barrio latino fue el escenario de los conjuntos latinoamericanos,
con el inevitable baile popular que sus ritmos provocan; este año
cubanos, colombianos y brasileños se presentaron por el rumbo de
las Abadesas, al pie del Monte Marte. Los conjuntos mexicanos tocaron en
provincia y los españoles, que hacían su fiesta en la plaza
de Santa Catarina del viejo Marais, no estuvieron. Mientras que los jóvenes
de todos colores, adictos al tecno, siguen teniendo su escenario
con conjuntos famosos en las plazas de la Bastilla y de la República,
convertidas en antros gigantescos. En tanto que, a pocos metros de ahí,
las composiciones del periodo barroco francés se tocaban en los
patios de la antigua nobleza parisina.
Por primera vez este año, a un lado del Centro
Cultural Georges Pompidou, aprovechando la caja de resonancia de los edificios
del conjunto habitacional El Reloj, un grupo de 30 hombres y mujeres de
diversas edades y color de piel, dirigidos por un negro de soberbia voz,
entonaron a capella canciones negro-espirituales que hacían
mecerse y palmear a un público de toda procedencia, cada vez más
abundante y fascinado. Y no lejos de ahí, en la explanada de San
Eustaquio, donde estuvo la central de abastos durante varios siglos, tuvo
lugar un conmovedor acto masivo de francofilia gracias a la iniciativa
de tres hombres y dos mujeres, con acordeones, contrabajo y guitarras,
quienes distribuyeron entre el público cuadernos con 50 canciones
tradicionales francesas: Dominó, Dulce Francia, Bajo
el cielo de París y tantas otras que, con inusitada armonía,
cantaron 200 o 300 personas jubilosas por el inesperado rencuentro con
su identidad cultural, en la ciudad más cosmopolita del mundo.
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