Javier Aranda Luna

Los tres caminos de Orwell

Cinco años antes de su muerte, George Orwell se quejaba de que los intelectuales ponían los ojos en todas partes menos en los lugares esenciales, aquellos ''donde realmente están ocurriendo las cosas". Desgraciadamente hoy, en muchos casos, continúa ocurriendo lo mismo.

Una horda de ''rentistas intelectuales" de ''dandys con pensión" siguen bordando discusiones en cosas accesorias. Fingen análisis literarios con desplantes efectistas, más cercanos a las artes de un maromero que a los argumentos literarios, o aderezan sus opiniones políticas con una carga tal de citas de autores clásicos que uno sólo puede imaginar el páramo de su penuria intelectual.

La obra de Orwell no ha sido ajena a ese circo literario. Nuevos expertos fabricados al vapor en las páginas de los diarios descubren a sus lectores, por ejemplo, el carácter ''plano" de las novelas orwellianas, o reducen los méritos del escritor a su lucha contra el totalitarismo soviético.

Sus dos novelas más conocidas, Rebelión en la granja y 1984, son clara muestra de que la postura crítica de Orwell iba más allá de la política. Le interesaba más la lectura cultural, digamos, de toda esa legislación que el ejercicio del poder genera día con día. Más que sólo definir su postura frente al totalitarismo de Stalin, Orwell pretendió mostrarnos cómo los usos perversos del poder permean las capas de una sociedad.

Gracias a esas novelas sabemos que Orwell supo con notable claridad que la imaginación, la memoria y la inteligencia son los tres caminos que alimentan al pensamiento crítico. Sin memoria no podemos entender al presente. Sin inteligencia no podemos juzgarlo. Sin imaginación resulta difícil hacerle cualquier modificación. También supo que la literatura -o mejor aún, que el lenguaje-, puede ser un punto de encuentro de esos tres caminos. Por eso se valió del ensayo, de la novela y los textos periodísticos para hacer propicio ese cruce de caminos.

ƑLo logró? Sí, con una economía de lenguaje envidiable, con claridad, con audacia moral y sobriedad intelectual a decir de Octavio Paz. Ingredientes todos ellos de una ''prosa viril".

Pocos escritores forman parte del reino al que George Orwell pertenece. Ubico allí a dos más: Albert Camus y André Gide. Ellos, como él, conocieron la pasión la política, el gusto literario y la necesidad por divulgar el pensamiento crítico. También los tres rompieron con dogmas sin adoptar otros. Lucharon no sólo contra sus enemigos ideológicos sino de igual forma en contra sus amigos. Los tres padecieron el repudio de amplios sectores de la izquierda. Orwell, el combatiente que llegó a España para sumarse a la resistencia, se convirtió con el tiempo (y no mucho por cierto), en uno de sus principales críticos. No soportó, por ejemplo, que los propios comunistas eliminaran a grupos enteros de anarquistas.

Si de algo sirve recordar a escritores notables en su centenario es para acercarnos a su obra. Rebelión en la granja y 1984 aún tienen muchas cosas que decir al lector de nuestros días. La construcción literaria de esas obras nos permite leerlas no sólo con curiosidad sociológica. La primera debe su fuerza a la construcción misma de la novela donde, sin voz narrativa propiamente, los animales nos llevan, desenmarañando inercias culturales, a los bajos fondos de las sociedades totalitarias.