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México D.F. Miércoles 25 de junio de 2003

REPORTAJE /LA PROPAGANDA TOTALITARIA

Se cumple este día el centenario natal del autor de la célebre novela 1984

Invocan el discurso de Orwell para condicionar mentes a escala planetaria

El autor de Rebelión en la granja avizoró, como lo hicieron Kafka e Ionesco, las redes más profundas del poder moderno, ésas que se constituyen a la manera de una telaraña, como si el imperativo fuera la búsqueda de la verdad, señala el historiador Ilán Semo

MONICA MATEOS-VEGA

El uso generalizado del adjetivo orwelliano y lo que se ha dado en llamar el ''discurso orwelliano'' del poder, con sus falacias, mitos y mentiras, remite hoy a una industria de propaganda en manos de megacorporaciones privadas de comunicación, a una ''policía del pensamiento'' que de manera sutil ha venido condicionando las mentes a escala planetaria y a un sistema de propaganda totalitario. Especialistas en el tema analizan ésta y otras aportaciones del escritor inglés George Orwell (1903-1950) a la crítica de los estados totalitarios, en el centenario del natalicio del autor de 1984.

El analista político Carlos Fazio considera que el denominado discurso orwelliano forma parte de la socorrida ''neohabla'' política en boga, ''como sinónimo de un doble pensamiento que suprime las contradicciones y deriva en una retórica pura''.

Este sistema, añade Fazio, ''impregnado hoy de la ideología neoliberal, ha intentado suprimir la historia o la somete a una revisión conveniente para los fines del poder, recurre a la amnesia como método, dice mentiras descaradas y no quiere que la gente piense. Similar, pues, al régimen de la Oceanía de Orwell, con su guerra implacable contra la memoria, el deseo y el lenguaje como vehículo del pensamiento".

Más allá de la retórica

El analista explica que el adjetivo orwelliano remite hoy a un doble discurso mítico ''donde lo que se dice nada tiene que ver con el significado real de las palabras y los hechos. O inclusive, refleja exactamente lo contrario. Recordemos el lema orwelliano 'Guerra es paz' y apliquémoslo, por ejemplo, al uso político y mediático de la mentira por George W. Bush, Donald Rumsfeld y el Pentágono en la pasada guerra de agresión imperialista contra Irak, con eje en una doctrina 'preventiva' y en pos de 'espacios vitales', con reminiscencias nazis. Y ahora, con Irak bajo la ocupación estadunidense, recuperemos otro de los lemas del autor: 'La libertad es esclavitud'. Y viceversa.

''O pensemos en la alegoría de El Gran Hermano -sustituyendo el bigote de Stalin por el bigotito de Hitler en la cara de Bush-, ahora encarnado en leyes patrióticas de control interno de rasgos fascistas; todo un sistema de seguridad criminal de corte totalitario, con eje en las industrias de alta tecnología y de defensa, que explotan el miedo, el odio y la indignación de la gente para lograr sus intereses de grupo. Lo que incluye a la supercomputadora del Pentágono con fines de espionaje universal, que ya tiene registrados a millones de latinoamericanos merced a bancos de datos suministrados por empresas como ChoicePoint."

En el posfacio a George Orwell 1984 (edición de 1961, Signet Books, NY), Erich Fromm señaló a propósito del doble lenguaje, ''que en una exitosa manipulación de la mente, la persona ya no dice más lo contrario de lo que piensa, sino que piensa lo contrario de lo que es verdad". Así, por ejemplo, ''si ha entregado su independencia y su integridad completamente, se vivencia a sí mismo como un objeto que pertenece ya sea al Estado, al partido o a la corporación; entonces dos más dos son cinco, o 'Esclavitud es Libertad', y se siente libre porque ya no hay más ninguna conciencia de la discrepancia entre verdad y falsedad".

Sobre este punto, agrega Fazio, ''Noam Chomsky dice que dentro de la teoría de la información hay un axioma que dice que cualquier enunciado perfectamente previsible lleva cero información. El discurso político de hoy contiene cero información. Por eso, con sorna, Chomsky se refiere a la 'economía de cuento de hadas' que propalan los voceros de los países ricos y los administradores de los países dependientes (Vicente Fox con sus pobres incluido), y recomienda que si alguien quiere saber qué es lo que está pasando en la realidad, no se debe fiar de la verborrea de los gobernantes; debe buscar en otro lado. Es decir, debe ir más allá de las florituras retóricas y los pronunciamientos públicos e investigar la práctica real".

Icono de la derecha y la izquierda

Como si se tratara de una acción del ''Ministerio de la Verdad" contra George Orwell, quien describió esos aterradores organismos de control gubernamental, así como la figura de El Gran Hermano en su novela 1984 (escrita en 1948), ahora la industria del entretenimiento ha transformado al Big Brother en un programa de concurso que se repite en decenas de países y que ha banalizado la crítica hacia los mecanismos de control de los gobiernos totalitarios.

Indirectamente, esos reality shows ''son formas de ejercer el control al borrar la división entre orwell6_OK_OKlo público y lo privado", señala la crítica literaria Margo Glantz; ''pero el control tan absoluto de lo privado es una desgracia, es fascismo. Los Big Brother de la televisión son parte de ese mundo que previó Orwell, son algo real, pero ya tan cotidiano, tan banal, que se ha perdido la capacidad de crítica para juzgar lo que provoca banalizar también los espacios íntimos", agrega.

Un par de años antes de morir (el 21 de enero de 1950), en una isla al norte de Escocia, alejado de la ciudad, prácticamente incomunicado y muy enfermo de tuberculosis, Orwell (quien en realidad se llamaba Eric Arthur Blair y firmaba con seudónimo porque le avergonzaban sus escritos) empezó a redactar 1984. ''Me da la sensación de que el libro lo está matando", comentó entonces una amiga del escritor. El periodista Christoph Driessen, de la agencia Dpa, describe que cuando Orwell terminó el último capítulo de su célebre novela, ''se quebró", aunque meses después pudo ver cómo ésta se convertía en best-seller.

Orwell ha sido un icono de la derecha y de la izquierda, ''1984 fue acaparada tanto por los anticomunistas estadunidenses y los thatcheristas británicos como por los protectores de datos alemanes y los opositores a las cámaras de vigilancia. Probablemente el mismo autor, que solía describirse como 'socialista democrático', tiene algo de responsabilidad en esa doble percepción pues, como apunta su biógrafo Scott Lucas, 'murió como valiente guardián contra el totalitarismo del futuro, pero un guardián que era incapaz de encontrar una alternativa al pesimismo y al miedo'", añade Driessen.

Contra el imperialismo

Orwell nació en Motihari, estado de Bengala, en India, el 25 de junio de 1903, hijo de un funcionario de la corona británica. Estaba decidido a hacer carrera en la policía colonial pero, según solía explicar, un día observó cómo un condenado a muerte esquivó un charco en su camino al patíbulo. Esto lo conmovió tan profundamente que renunció a su trabajo y lo animó a ''luchar contra el imperialismo".

El historiador Ilán Semo apunta que 1984 se ha convertido en una novela costumbrista del siglo XX, cuya lectura más fortuita o circunstancial es aquella que encuentra en Orwell una suerte de profeta, pero afirmar que su principal aportación fue la predicción ''es de una sencillez que nos hunde. Lo importante en Orwell es la idea de que la pulsión hacia lo total que padece el poder puede implantarse en la realidad. La democracia es el invento más precario pero el único contra la pulsión del poder hacia lo total. El fascismo y el estalinismo son las formas más radicales de esa pulsión. Por ello vivir en un mundo orwelliano significa vivir afligidos por el temor a que esta pulsión del poder se implante como una realidad total, de tal manera que defina lo que es verdad y lo que no lo es.

''Orwell es un literato que avizoró -como Franz Kafka y Eugene Ionesco- las redes más profundas del poder moderno, ésas que se constituyen a la manera de una telaraña, como si el imperativo fuera la búsqueda de la verdad. La gran paradoja de la sociedad moderna es que vive para la mentira y para la verdad. La mentira está en todas partes, parecería la parte más sustancial de nuestra operación cotidiana y al mismo tiempo lo que se persigue es la verdad (en tribunales, en los medios de comunicación). La fascinación ficticia de la búsqueda de la verdad, este enorme malestar de la vida que transcurre entre el engaño y autoengaño, es uno de los grandes centros de la obra de Orwell.

''Lo que sucede con este paradigma es que cobra más radicalidad en los poderes políticos, que se atribuyen a sí mismos ser portadores de la verdad. Un ejemplo es Estados Unidos, donde hay una suerte de arrebatos cíclicos de sentirse los grandes portadores de la verdad, de la justicia.

''El poder que se autosostiene en la condición de sentirse un real portador de alguna verdad (ya sea en el seno de una familia, una comunidad, un clan, o un país) ingresa al mundo imaginario y real de Orwell, esa es la lectura más profunda de su obra.

''Durante los años 40 y 50, Orwell fue importante en México, porque formó parte de las lecturas que descubrieron que las tendencias orwellianas son paralelas. Aun hoy hay que estar atentos: durante el siglo XX fueron peligrosos los extremos, tanto de izquierda como de derecha, y éstos, convertidos en formas de Estado, están bajo la mira de Orwell. La gran sensibilidad del autor de Rebelión en la granja, no está pasada de tiempo, no es cierto que el totalitarismo está en desuso. La experiencia del siglo pasado nos debe hacer reflexionar en que el peligro de los extremos de ambas franjas de actividad política siempre es latente", concluye Semo.

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