Es la delegación más pequeña, pero de las de mayor densidad poblacional

En Iztacalco se agudiza la falta de oportunidades para los jóvenes

El año pasado ocupó el segundo lugar en robo de vehículos con violencia

JOSEFINA QUINTERO MORALES

Iztacalco es la delegación más pequeña del Distrito Federal, y su población es la más hacinada: 411 mil 321 personas viven en 23.3 kilómetros cuadrados; es decir, 18 habitantes por metro cuadrado, en promedio.

Pese a que también se observa el fenómeno del despoblamiento, como en las delegaciones centrales, esta demarcación continúa densamente poblada. Esto, entre otros factores, la ha llevado a ocupar los primeros lugares en los índices delictivos, según las cifras oficiales.

El año pasado se colocó en el segundo lugar en robo de vehículos con violencia, después de Iztapalapa, de acuerdo con un estudio de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS).

De las 38 colonias y barrios que la forman, la Agrícola Oriental es la quinta más conflictiva de la ciudad. Sus moradores lo atribuyen a que tiene límites con el municipio de Nezahualcóyotl, estado de México, y con las delegaciones Iztapalapa, Cuauhtémoc y Venustiano Carranza.

Un número importante de jóvenes presos en los reclusorios de la ciudad proviene de la demarcación, principalmente de las colonias Agrícola Oriental y Gabriel Ramos Millán, según el estudio realizado a principios de año por la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del DF.

En la demarcación viven más de 12 mil jóvenes en edad productiva que no estudian ni trabajan. La ausencia de espacios culturales, deportivos y recreativos, y la falta de oportunidades de empleo, los convierten en carne de prisión.

"Aquí, como en todos lados, lo que hace falta sobre todo es dinero. Eso sí duele, la falta de lana. Yo le hago a la venta de zapatos y en el tianguis de Apatlaco, los domingos, vendo robado", comenta un joven de 19 años que dejó sus estudios de secundaria. El vive en casa de su suegra, en la unidad Infonavit Iztacalco. Tiene ya dos hijos, motivo por el cual "se juntó" con su pareja, una joven de 18 años.

Valeria Olaes, de 36 años, madre de dos niñas y dos adolescentes, comenta: "es difícil criar a los chamacos aquí. Uno no los puede andar cuidando todo el día. En la unidad todos se drogan o andan vendiendo coca y mariguana a cualquier hora del día; por eso, en la primera oportunidad los mando para el otro lado con su papá".

Violencia latente

La deserción escolar es otro problema grave en la demarcación. "Uno estudia no por aprender sino porque están chingue y chingue que la escuela y la escuela; al final mis jefes ni la terminaron y para qué me va a servir a mí. Tengo un carnal
que se dice licenciado, todo el día anda de tacuche y toda la cosa, pero ni trabajo consigue. Es mejor pasársela de huevón", comentó Gilberto Romero, vecino de la calle Real del Monte, en la colonia Apatlaco. Aquí es común ver grupos de jóvenes que pasan el tiempo en las esquinas, mujeres que avanzan de prisa en compañía de sus hijos, ancianos sentados esperando el paso del tiempo y niños que corren en las calles.

Pero la violencia está latente, como lo reflejan la invasión de graffitis y los altos índices delictivos que registran las autoridades. La alta densidad poblacional genera una difícil convivencia entre los habitantes. Iztacalco supera 365 veces la media nacional. Baja California Sur, con un número similar de población, tiene un territorio de más de 71 mil kilómetros cuadrados, cuando esta delegación tiene sólo 23.3.

La proliferación de unidades habitacionales generó una problemática social que hoy se traduce en carencia de espacios culturales y recreativos.

Con la invasión de las antiguas zonas ejidales surgió la demanda de servicios públicos: luz, agua potable, alumbrado, drenaje, pavimentación de calles y regularización de viviendas. Esto fue capitalizado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que cuando estuvo en el poder otorgó servicios a cambio de votos.

Aún se recuerda cómo el dirigente Francisco de la Cruz encabezó la invasión de grandes extensiones de tierras ejidales, y para regularizarlas, se sumó a las filas priístas. Así fue como surgió una de tantas colonias en la demarcación: el Campamento 2 de Octubre.

Las carencias de la gente abrieron camino a muchos políticos, porque en la política "es importante tener estructura. El corporativismo es la mejor forma de obtenerla y facilita su manejo", asegura Francisco Solares, habitante del campamento.

Sin embargo, en Iztacalco la gente se cansó. Ahora exige, en esta elección, buenos gobiernos y mejores candidatos; "ya no sólo tienen que convencer, ni que regalar, sino cumplir y comprometerse", afirma Solares.

De los políticos ya poco se quiere saber. Por eso ahora van de casa en casa, para volver a prometer.

A partir de la década de los 90, comenta Francisco Cázares Alvarado, abogado e investigador de la demarcación, los habitantes de Iztacalco dejaron al partido oficial y buscaron otras opciones. En 1997, en la primera elección de jefe de Gobierno, muchos apoyaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. Sin embargo, ahora la gente ve este nuevo proceso electoral con apatía, porque los políticos fueron "la misma gata, pero revolcada", dice.

En 2000, Elena Tapia obtuvo el triunfo como resultado de una candidatura común, pero su gestión se ha calificado como mala, señala Arturo Páramo, habitante de la colonia Agrícola Pantitlán.

Por su parte, Cázares Alvarado agregó: "Elena Tapia hace las cosas como mejor le parece, pero no escucha a la gente". Asegura que le hizo ver algunos errores a la ex jefa delegacional y ella hizo caso omiso. "Fue el último golpe para los iztacalquenses, porque fue una imposición. Tapia no es originaria de la delegación, ni siquiera de la ciudad; viene del norte del país y cómo va saber gobernar aquí".

Las cosas no cambian, comenta José Téllez, y asegura que "la carrera política volverá a comenzar a partir del 7 de julio. Todos, vencedores y derrotados, construirán nuevamente sus estructuras en lugares estratégicos para la siguiente elección, que será en julio de 2006".

La buena intención termina -sentencia- cuando los partidos se hacen gobierno y los candidatos jefes delegacionales.