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México D.F. Sábado 21 de junio de 2003
IRAN, ¿EL SIGUIENTE?
El
gobierno de Estados Unidos confirma que el ataque a Irán "es una
opción", pero descarta su inminencia. Sin embargo, el mundo transita
ya por la misma carretera y el mismo paisaje político que llevó
a la ocupación de Irak. El gobierno de Teherán, por ejemplo,
ha sido sólidamente incorporado al eje del mal, al tiempo que Washington
reitera que se guía por la doctrina llamada de "guerra preventiva",
la cual le permite elegir su blanco y atacarlo en el momento en que estime
más conveniente. Por último, el gobierno estadunidense sigue
aplicando la teoría de la responsabilidad colectiva, según
la cual los pueblos serían responsables de las posiciones de sus
gobiernos y, por tanto, podrán ser invadidos y ocupados, y sus países
reconvertidos en colonias.
La invasión de Irak, es evidente, tuvo como objetivo
político rediseñar el mapa de Medio Oriente, poniendo a Estados
Unidos en la Mesopotamia como gran potencia militar de la región
para presionar a Siria, Irán y Arabia Saudita. Y como objetivo económico,
concentrar en manos de Estados Unidos los recursos en petróleo y
gas que el gobierno de Bagdad utilizaba para el desarrollo del país
o concedía a rusos y europeos, y además, posicionarse para
obtener también el control del petróleo y el gas iraníes.
La amenaza bélica contra Teherán, por consiguiente, no es
sino la continuación de la aventura en Irak, y por supuesto, del
sometimiento del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de la anulación
de esa organización mundial, que fue obligada a aceptar hechos consumados.
Por eso causa sobresaltos el cinismo de los gobiernos que se opusieron
a la invasión de Irak y ahora, en cambio, amenazan a Irán
con retorsiones y sanciones si no se somete a controles de la Agencia Internacional
de Energía Atómica, que se parecen como dos gotas de agua
a las que se impusieron a Irak para tratar de justificar la invasión
programada y organizada. Que Estados Unidos no se tome el trabajo ni de
cambiar el guión propagandístico-diplomático que le
sirvió para enviar sus tropas a ocupar Irak es algo verdaderamente
preocupante, porque está más que demostrado que los gobiernos
de Washington y Londres mintieron deliberadamente sobre el peligro que
para el mundo habría representado el inexistente armamento iraquí.
Esa actitud de Washington, por lo tanto, legitima la presunción
de que en el caso de Irán está realizando la misma intoxicación
de la opinión pública, entre otras cosas, para mantener fuerte
la campaña xenófoba y primitivamente patriota sobre la cual
descansa la candidatura de George W. Bush a la relección presidencial.
Pero que los países que resistieron diplomáticamente la invasión
a Irak callen ahora o finjan creer que el caso de Irán no tiene
nada que ver con el neocolonialismo imperialista que reintroduce Washington
en Medio Oriente, ni con la intención de cercar a China y de golpear
política y económicamente a sus aliados-competidores (como
la Unión Europea) y de hundir a la Organización de Países
Exportadores de Petróleo y al mercado petrolero, es algo que debe
ser analizado por sicólogos sociales, sociólogos y politólogos.
El olvido de los principios y la cobardía política, en efecto,
nunca han preservado la independencia de nadie, y en cambio han facilitado
siempre su avasallamiento por los prepotentes que se sienten elegidos por
un dios propio para remodelar al mundo según sus intereses.
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