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México D.F. Miércoles 18 de junio de 2003
Emir Sader*
Ser de izquierda
Desde que la palabra izquierda fue utilizada para designarla como corriente política, la izquierda estuvo vinculada a la idea de justicia social, igualdad, solidaridad, libertad y democracia. Múltiples variantes -más reductivas o más diluidas- buscaron dar cuenta de lo que significa ser de izquierda, todas vinculadas al proyecto de construcción de otro tipo de sociedad. Así, la izquierda ganó proyección en la crítica y el rechazo del capitalismo, considerado responsable de la explotación, la opresión y la alienación. Por oposición, el socialismo asumió siempre un carácter libertario, de lucha por una sociedad sin clases y sin Estado, sin dominación, en la cual los hombres conquistasen la capacidad de ser dueños de su propio destino.
ƑQué significa hoy ser de izquierda en un país como Brasil? La mayor brutalidad que vivimos es la desigualdad. Sistemáticamente somos elegidos y relegidos por Naciones Unidas como el país más injusto del mundo, esto es, aquel donde los bienes están peor repartidos. Como Brasil es la onceava economía del mundo en términos de producto bruto, no se trata de una carencia absoluta de bienes, sino de su pésima distribución. Por eso, las utopías de izquierda en el Brasil de hoy tienen que estar íntimamente vinculadas a la construcción de una sociedad justa, de universalización de derechos, en la que el empleo esté asegurado para todos en condiciones básicas de dignidad en cuanto a condiciones de trabajo y de remuneración. Una sociedad en la que todos puedan vivir de su trabajo y ninguno viva del trabajo ajeno.
Tres clases sucesivas de formas de organización social produjeron y reprodujeron las desigualdades que persisten hoy, reforzándose unas a otras. La primera viene de la colonización de Brasil y de que se sustentó en el trabajo esclavo durante siglos. Se registró una concentración de la tierra y la exclusión de los trabajadores rurales a las mínimas condiciones de sobrevivencia, incluso después de la formal abolición de la esclavitud. Rescatar los derechos básicos de la población rural significa ante todo la realización de una reforma agraria que abarque a la totalidad del país. Parte integrante de la utopía de igualdad es la extensión y consolidación de los derechos al trabajo, a la educación, a la salud, a la vivienda y a la afirmación de las identidades culturales de las poblaciones rurales.
La segunda clase de desigualdades fue producida por la forma en que se dio la industrialización, con la producción dirigida a la exportación y al consumo suntuario, a expensas de las necesidades básicas del conjunto de la población. Un mercado concentrado demanda bienes de lujo y la producción se dirigió hacia quien dispone de capacidad de consumo. Se generó así un círculo vicioso que alimenta la concentración de la renta y la exclusión de la mayoría de la población de los bienes indispensables para su bienestar. Luchar por la igualdad significa, en este caso, luchar por la democratización de la producción, de la comercialización y del consumo.
Pero recientemente se sumaron a estas desigualdades las producidas por la financierización de la economía, basada en los tipos de interés más altos del mundo. El Estado vio deteriorarse su prestación de servicios para la masa de la población, mientras los recursos básicos recaudados por los gobiernos eran desviados hacia la esfera financiera, el capital productivo migraba a la especulación, y la masa de trabajadores y de las pequeñas y medianas empresas se endeudaba.
Este proceso se extendió y profundizó de tal manera que definirse de izquierda -un gobierno, un partido, una persona- hoy significa luchar contra la hegemonía del capital financiero sobre la economía y sus efectos perversos en el conjunto de la sociedad brasileña. Es luchar por el triunfo del mundo de la producción y del trabajo sobre el mundo de la especulación.
Por ello la utopía de la igualdad pasa hoy, en primer lugar, por la lucha contra las raíces de los privilegios: la propiedad improductiva en el campo, las grandes corporaciones industriales y comerciales volcadas privilegiadamente hacia la exportación y el consumo de las elites y el capital especulativo. La construcción de un Brasil justo y solidario comienza por ahí. * Sociólogo brasileño, catedrático de la Universidad Federal de Río de Janeiro Traducción: Alejandra Dupuy
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